De como la violencia estalla dentro de Urtain y comentarios finales:
Esta magnífica obra teatral -adaptada para televisión-
basada en la vida del boxeador José Manuel Ibar Aspiazu,
alias Urtain, el tigre de Cestona, nos llevó en un buceo
desde su suicidio hasta su nacimiento. En las cuatro entradas anteriores
he analizado a la violencia tal como se manifiesta en la obra desde
afuera (la expresión de su suicidio público al tirarse de un
edificio, así como la violencia socio-familiar y la que se halla en el
mismo acto de boxear) y hacia adentro,
adentro, hacia el núcleo del personaje. Veamos ahora como toda esa violencia
estalla dentro Urtain, tanto como para llevarlo al suicidio.
La obra nos presenta a un padre abusador psíquica (mensajes negativos) y físicamente (latigazos) que lo refuerza con el ejemplo propio: tiene
que ser fuerte y aguantar que otros le salten encima hasta que muere reventado.
Nada sabemos de la madre. En el pueblo estas apuestas formaban parte de la
idiosincrasia, en aquella época eran la
norma, por más anormal que nos parezcan hoy. De la madre nada se muestra
en la Obra. Supongo lo obvio: que quedaba en casa con las tareas del hogar y
sacar adelante a los hijos, sin muchos medios, pero con mucho esfuerzo y muy probablemente ausente afectivamente.
Urtain era un niño
que desde su más tierna infancia había soportado maltrato y no tenía más opciones que cumplir con el
mandato paterno: dejar de llorar y levantar piedras. Vemos en la obra como las
levanta y como es inducido al -y abducido por- el
boxeo. No lo vemos ni ir al colegio, ni estudiar, ni leer, todas cosas que le abrirían una ventana al mundo y a otras posibilidades. Tampoco
lo vemos en la obra de joven con amigos
divirtiéndose o jugando, si lo vemos
compitiendo, levantando piedras.
Urtain era un niño traumatizado. Desde su infancia internalizó
la violencia del padre. Su mejor recurso
para sobrevivir entonces, era ser fuerte
y golpear. Entonces, el padre lo iba a querer. Entonces, Urtain, sería alguien.
Al entrar al mundo del Boxeo, Urtain es arrancado de Cestona,
su pueblo natal, y es empujado a una
borágine de campeonatos, usos y abusos. A la adulación de los
que lo rodean y al aplauso del su público que lo marea y endiosa.
Toda frustración, todo dolor, todo sentimiento en Urtain es
canalizado en la violencia del “deporte”
del boxeo y a eso es a lo único que se dedica, además de tener sexo "como si boxeara". En su
presentación en la escena 2, cuando dice “Me llamo José Manuel Ibar Aspiazu.
Me gusta el boxeo, antes levantaba piedras”, podemos captar que es un
hombre de pocos recursos en la expresión verbal, con poca simbología, manejándose
en el terreno de lo muy concreto. Esto
está confirmado en otras partes de la Obra como cuando dice y
repite de forma monocorde “no entiendo que hice para que todo lo que hago
sea tan sucio”. No lo entiende
porque carece de la capacidad de autoreflexión. Nunca se paró a pensar y a evaluar si eso era lo que él quería de la vida para sí
mismo. No lo entiende porque eso es lo que aprendió a hacer desde la cuna, lo
que le enseñaron que hiciera, lo que le pidieron que hiciera y por lo que lo aplaudian. Todo
ésto refuerza el trauma de la infancia. A lo largo de la obra lo vemos agitado,
transpirando “hasta debajo de la nieve" -como él mismo nos dice- incluso hipervigilante
pero sin saber muy bien a que, ni porqué y muy angustiado: grita, se lamenta, incluso llora.
El hecho de haber sido arrancado del medio local
conocido en el que creciera, llevado a otra ciudad para que combatiera,
estafado, insultado y aclamado, sin estar preparado ni intelectual ni
emocionalmente para asimilar los
cambios, lo fueron minando por dentro y aumentado su sensación de extrañeza
y despersonalización, que es lo que habitualmente sucede cuando se cortan las raíces de cuajo. Había sido
“construido como una máquina para matar”, cuando finalmente perdió el título de Campeón de
Europa de los pesos pesados, trató de
reconvertirse a la vida civil, pero sin conocer como funcionaba ese mundo en el
que había sido arrojado, y sin la formación mínima necesaria, no tuvo los elementos, ni las habilidades requeridas para hacerle
frente, en parte por su inocencia (habilidades como: poder hacerse de un
marco de referencia, tener esperanza, seguridad, confianza en sí mismo, independencia, autoestima, voluntad para
hacer cosas diferentes de esas a las que fuera entrenado o de aprender cosas
nuevas, saber manejar las relaciones personales, tener conocimiento de los
negocios en los que se metía, que aún siendo asesorado por terceros, pudiera tener capacidad de pensar, evaluar y decidir, etc).
En la obra se
nos muestra claramente como es estafado por el Manager, por ejemplo, y Urtain brinda a su salud. Cuando se empieza a dar cuenta de que algo
raro pasa porque nunca tiene dinero y “a él le dijeron que el boxeo daba mucho
dinero” ya es tarde. Se siente solo y embargado por las sombras de la depresión y en ellas penetra, sintiéndose
fragmentado, escindido, con un vacío interno, con sentimientos
de impotencia, de minusvalía y de fracaso, también de culpa, con
pérdida de la independencia económica, incapaz de conservar relaciones
íntimas estables, o de poder regular las emociones (ira, rabia, agresividad, amor).
De nada sirvió que su primera mujer
-Cecilia- le pidiera una y otra vez que regresara. De nada sirvió tampoco que su segunda mujer
-Marisa o María Luisa- le advirtiera que “se estaban burlando de él”, “que se hacía
daño”. En el fondo debía sentir que no
era comprendido por nadie.
Era tarde porque el mandato del padre le estaba
estallando dentro como un cartucho de escopeta con perdigones que iban explotando uno a uno en su interior: “La vida es angustia, es
mala, tú eres vasco, con fuerza en la sangre, al final de la vida
me he dado cuenta de que todo es engaño, hijo”. “¡Qué vergüenza, un hombre
llorando!”. Tu eres hombre y un hombre no llora nunca. No quiero oírte
llorar nunca”.
Sintiendo Urtain, entonces, que no valía nada, porque ya no podía golpear
y ganar combates y todos los negocios en los que se metía terminaban mal, tampoco podía volver a su Cestona natal como
un héroe, ni podía quedarse en Madrid como un fracasado sin dinero. Sintió que su única salida era volver toda la violencia -para la cual había sido condicionado- hacia si mismo, una violencia -mezclada con las frustraciones, sentimientos
de culpa, impotencia y la rabia por su precaria situación, faltándole además el
aplauso de su público que lo vitoreaba- que lo llevó, una mañana de julio de 1992, a dar
el último espectáculo público y a acabar con su sufrimiento al arrojarse del décimo piso de su edificio en el barrio del Pilar de Madrid, reventando en el pavimento.
La Obra “Urtain”
nos muestra de manera respetuosa, contundente, eficaz y tremendamente cruda,
la tragedia en la vida del Boxeador José Manuel Ibar Aspiazu, Alias Urtain, el tigre de Cestona y ex Campeón
de los pesos pesados de España y de Europa.
La Obra también nos enseña a recordar -a quienes la vivieron- una época particular
en la historia de España. Y a quienes no, nos
provoca el deseo de leer y aprender sobre ella. Al haber ahondado en la
tragedia personal de Urtain, nos mueve a reconsiderar su historia personal, ya
no como el mito que fue, sino como la persona que no pudo ser, porque como
hemos visto, vivió su vida no desde el
deseo personal, sino desde un inicio traumático en su infancia y luego, aquella que
otros determinaron para él. La obra nos
relata la biografía de un desarraigo, de una fragmentación de la persona, de un
vivir una vida falsa, llena de adulación, usos y abusos.
También nos muestra de forma clara, la brutalidad del mal llamado “deporte” del boxeo y de como
esos golpes afectaron al boxeador: embotando su cerebro, reventando su ojo
derecho, su nariz.
Por último, la Obra pone en evidencia lo imposible que es para alguien que cierra sus opciones superar una depresión, una crisis existencial,
una historia de abusos: algo que termina
estallando por dentro en la persona de José Manuel Ibar Aspiazu -tal como lo
encarna soberbiamente el personaje- y en consecuencia, lo necesaria que es la formación desde temprana edad en valores que den sentido a la vida de uno y lo hagan crecer como persona, no unicamente en su fuerza bruta.
Circunstancias
extremadamente duras en la vida de un ser humano pueden superarse y trascenderse
- de hecho hay incontables ejemplos en el mundo- siempre y cuando la
persona sea capaz de abrir sus opciones, de buscar y pedir ayuda, de aprender cosas nuevas, de
querer salir del pozo y de querer reescribir su historia personal con una tinta
nueva y en el papel que él elija, pero para eso se necesita mucho coraje
(para tomar la determinación) y humildad
(para buscar la ayuda necesaria, porque todos en algún momento de nuestra
vida hemos necesitado de esa mano amiga, experta, maestra). Y por sobre todo, creer que eso
es posible, porque lo es.
A José Manuel Ibar Aspiazu, in memoriam
Contribución a
la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde
su blog La Acequia. © Myriam Goldenberg.
Nota: Nuevamente, quiero agradecerte a tí -Pedro- por habernos hecho esta magnífica
propuesta de lectura (y conducción) y a Estudio 1 Rtve.es, que me
permitió a mí desde Israel, haber podido compenetrarme en esta soberbia
Obra teatral que bucea en la vida de José Manuel Ibar Aspiazu a
quien no había conocido hasta ahora. Quiero agradecer a mis compañeros
de lectura que me llevaron desde la propuesta teatral del personaje a la
persona histórica del boxeador y a la época. Y por su puesto, quiero
agradecer a los creadores e intérpretes de esta Obra que me ha llegado
al alma. Saludos a todos.