Yuda, es una novela que desde la voz adulta de un médico sefaradí -cuyo nombre da el título al libro- desde su destierro en la isla de Corfú recuerda los días de su niñez en los que fue, junto con su familia y tantos otros, expulsado de la España de los Reyes Católicos.
En sus 95 páginas, José Antonio Abella nos va contando con rigor histórico a través de la voz de su personaje, la historia del desarraigo de una familia de entre los 160.000 judíos expulsados cuando el Edicto de Granada en 1492. Y lo hace en una prosa magnífica alternando español moderno con el castellano del S XV, idioma que han conservado los judíos sefaradíes y que aún hoy hablan, especialmente los mayores. Pero aunque no se hable (yo no lo hago) se comprende perfectamente, además al final del libro el autor facilita un pequeño diccionario.
En lo que a mi respecta, la lectura me resultó fácil, interesante y amena; en concordancia con lo que me ha sido relatado por los mayores y he investigado por mi cuenta. Una rama de mis propios ancestros salió de Ávila y Segovia, rumbo a Tesalónica, luego a Esmirna (Izmir), para más tarde asentarse en Jerusalén (ciudades que estaban dentro del Imperio Otomano).
"Hoy, hilando los recuerdos de ni padre con mis propios recuerdos, entretejiendo la tradición oral que él me transmitía con el conocimiento escrito que luego me fue dado a conocer..., el pasado se me representa en medidas accesibles, aunque la esencia del tiempo me sigue resultando oscura e inalcanzable; una realidad irreal, obsesiva, fuera de toda prospección y dominio.
Hoy, lejos del país que me vio nacer, debilitadas mis convicciones y resquebrajada mi fe, incapaz de predecir un futuro cuyas puertas se me cierran, náufrago entre los míos, extraño a la tierra que me acoge y extraño incluso ante mí mismo..., necesito aferrarme a los recuerdos de mi infancia para volver a encontrar la imagen de una patria, de un hogar interior que es algo más que una ciudad o una nación..., aferrarme a ese universo perdido, reconocible y propio, donde las pequeñas cosas tenía su lugar preciso, donde la seguridad no era un concepto de libre cambio porque siempre se encontraba el referente de una voz conocida, de unos brazos protectores, de unas pupilas más allá de la justicia y la ternura..., aferrarme a la memoria de esa patria lejana e imposible, la que todo hombre pierde al hacerse adulto, para volver a encontrar mi propia identidad y, tal vez, mi propio sentido." (Pag 10)
"Hoy, hilando los recuerdos de ni padre con mis propios recuerdos, entretejiendo la tradición oral que él me transmitía con el conocimiento escrito que luego me fue dado a conocer..., el pasado se me representa en medidas accesibles, aunque la esencia del tiempo me sigue resultando oscura e inalcanzable; una realidad irreal, obsesiva, fuera de toda prospección y dominio.
Hoy, lejos del país que me vio nacer, debilitadas mis convicciones y resquebrajada mi fe, incapaz de predecir un futuro cuyas puertas se me cierran, náufrago entre los míos, extraño a la tierra que me acoge y extraño incluso ante mí mismo..., necesito aferrarme a los recuerdos de mi infancia para volver a encontrar la imagen de una patria, de un hogar interior que es algo más que una ciudad o una nación..., aferrarme a ese universo perdido, reconocible y propio, donde las pequeñas cosas tenía su lugar preciso, donde la seguridad no era un concepto de libre cambio porque siempre se encontraba el referente de una voz conocida, de unos brazos protectores, de unas pupilas más allá de la justicia y la ternura..., aferrarme a la memoria de esa patria lejana e imposible, la que todo hombre pierde al hacerse adulto, para volver a encontrar mi propia identidad y, tal vez, mi propio sentido." (Pag 10)
En el melancólico relato del personaje llamado Yuda, me reconozco como parte de ese pueblo desterrado, como parte de la persona itinerante que soy en busca de mi propia identidad que solo puede integrarse desde la suma de las parcelas de mi propia historia, de mi propio pasado y del de la familia que me enraíza.
José Antonio Abella, médico de familia y escritor, dedica este libro -su primera novela- a sus hijos Héctor y Oscar: Con el deseo de ayudarles a crecer en armonía, pensar con libertad, actuar desde el conocimiento y la justicia, y vivir, tanto para sí mismos como para los demás, en humildad, comprensión y tolerancia.
Una dedicatoria hermosa que da cuenta de la intención de este libro a sabiendas de que todos somos hijos de la especie humana en la que barreras y destierros no deberían existir.
Contribución extra a la lectura colectiva
virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su
blog: La Acequia © Myriam
Goldenberg
(Gracias Pedro por haber incluido a este gran autor en más de una ocasión en nuestro Club de Lectura)
(Gracias Pedro por haber incluido a este gran autor en más de una ocasión en nuestro Club de Lectura)
A todos mis lectores (paseantes y amigos) :
Feliz Primavera
o Feliz Otoño
10 comments:
Sin duda, parece una lectura interesante, sobre todo cuando pueden adivinarse entre sus páginas algunos rasgos de lo que fuimos o de lo que nos dejamos por el camino. Nada mejor para un autor que siempre haya algún lector -o lectora- desinteresado que, además de disfrutar de la obra, dedique una parte de su tiempo a comentar lo que lee. Es de agradecer.
Un abrazo, Myriam.
No es un tema que me motive mucho, pero la gente que trabaja con rigor siempre merece mi más absoluto respeto.
Musu handi bat.
Parece interesante, si...
A ver si llega de una vez la Primavera, aquí sigue haciendo frio, y estamos en el sur!!!
Besos y salud
Me había parecido leer: Ayuda para... y he pensado en otra tragedia. menos mal que es un libro, ojala sea un éxito, no es lo que en este momento me apetece leer. pero seguramente debe ser estupendo si tu nos lo presentas. Un abrazo
Sabía que este libro iba a interesarte.
Besos.
El libro parece muy interesante y has hecho una buena reseña. Habrá que leerlo.
Besos
Me ha llamado la atención el libro. La expulsión de los judíos de la península es un tema que me interesa, luego de empezar a vivir aquí en mi pueblo, donde la comunidad sefardí era muy influyente en la vida cotidiana del siglo XV.
Besote
Lo tengo pendiente junto con algunas preguntas para ti. Gracias por traer nuevamente a Abella.
Besos
Me ha gustado lo que dices de que, leyendo esta novela, te reconozcas en busca de tu propia identidad.
Buena reseña, Myriam.
Un beso
Yo sabía que te iba a gustar a ti especialmente. Lo puse en mi entrada, trasladando las palabras de Abella, pensando en ti. Yo también tengo pendiente Yuda. Me ha emocionado leer tus orígenes de sefardita.
¿Qué será de mí? En tierras ajenas me voy a morir.
Besos, Myriam.
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