Wednesday, April 15, 2015

Amor, sexualidad y erotismo en las relaciones de pareja en "El Héroe Discreto" de Mario Vargas LLosa, Ed. Prisma, Madrid, España, 2013 (4a)





Hoy  hablaré de la pareja de Rigoberto y Lucrecia, antiguos personajes de Mario Vargas Llosa en otras novelas anteriores a las que no me referiré porque sencillamente, no las he leído (aún)  y además están fuera de los límites del presente trabajo.  Por lo tanto, este análisis se refiere pura y exclusivamente a esta obra.  Como me quedó un poquito largo y eso que no me detuve mucho en el tema de arte y erotismo, de lo que podría hablar por tomos ;-),  por favor, sírvanse un café, té o mate y respiren profundo, ¿preparados? Listo ¡ya!:

Rigoberto es el gerente de una Empresa de Seguros sita en Lima, de clase media alta,  que a los 62 años quiere jubilarse (P26) para poder disfrutar  de la vida con su segunda mujer, Lucrecia con la que tiene un matrimonio muy bien avenido.  Para eso, Rigoberto ha ahorrado.  A ambos les gusta el arte y viajar por Europa (P26). Ambos tienen muy buena comunicación, complicidad, cariño, colaboración,  y en el aspecto sexual esta pareja, tiene todo un introito de seducción, juego (muy importante, el aspecto lúdico), cariño, etc, que rodea y enriquece el acto sexual y le quita -para bien- el acento en la eficacia fálica, porque sexualidad, entendida como la entendemos hoy  de la mano del nuevo modelo de masculinidad,  implica mucho más que un mero coito convencional, con  penetración y eyeculación y,  con suerte,  un orgasmo femenino.  Rigoberto y Lucrecia disfrutan con el sexo y se nota, como disfrutan conversando, compartiendo, cuidándose mutuamente, que también se nota.

Como Padres: Tanto la madrastra como el padre se preocupan por Fonchito,  de 15 años (P100) hijo de Rigoberto con su primera mujer y se muestran cariñosos con él: “Lo que más me preocupa, lo que me quita el sueño, es Fonchito” (P97), le dice Lucrecia a Rigoberto. En varias ocasiones Rigoberto muestra genuina preocupación por el hijo y  se muestra cariñoso (P104) e incluso   trata de conversar sinceramente con él (P207).  La del hijo es la preocupación más grande que tienen, porque el chico que está en plena adolescencia,  ve las apariciones de un extraño personaje  llamado Edilberto Torres, que parece muy real.  “Me llevo bastante bien con éldice Rigoberto a su jefe y amigo Ismael  refiriéndose a Fonchito, y continúa: “Y Lucrecia todavía mejor que yo,  Fonchito la quiere ni más ni menos que si fuera su mamᨠ(P38). Cosa que sabremos también de la misma boca de Fonchito:  “Además, tú sabes que la única mujer que a mí me gusta en el mundo eres tú madrastra” y esto lo dice Fonchito con una “carita rubicunda” (P112) -¿Cómo un Querubín?,  pero “un ángel  sin alitas en todo caso” (travieso, pícaro)(P177)- que se le ilumina a Fonchito  con una “picardía maliciosa de los tiempos pasados” (Una clara referencia a obras anteriores de este autor y un guiño certero para los lectores que las hayan leído).  La madrastra le responde, como adulta que es, entre divertida y cariñosa, aunque un poco exagerada, festejándole la gracia (aplaude): “Ay, Dios mío, deja que te de un beso, chiquitín” (P112).  Volveré sobre esto más adelante.   También   en este pasaje vemos como Lucrecia es cariñosa con Fonchito y se preocupa por él:Fue una imprudencia que te pusieras a conversar con él (E.Torres, el fantasma ¿?)(…) _lo riñó Lucrecia, acariciándolo en la frente_ Nunca más. Promételo, chiquitín” (P99).  O cuando Lucrecia  le dice a Rigoberto: “Tenemos que hacer algo. No sé qué, pero algo. No podemos mirar al otro lado, como si no pasara nada”  (P108).  De hecho, por Fonchito : “le dieron muchas vueltas al asunto”   y al final decidieron  hablar con una psicóloga  (P108- 109) y con el cura, amigo de Rigoberto  luego (P158 a 177).

La segunda preocupación que tienen  surge a raíz de que el jefe de Rigoberto, Don Ismael,   ha decidido casarse con su “sirvienta”Armida para disfrutar de sus últimos años y vengarse de sus dos hijos “las hienas” que lo quieren muerto para heredarlo. Rigoberto que ha sido testigo de matrimonio de su jefe, debe enfrentarse a las dos hienas, igualmente, al escándalo que esto ha provocado en la Sociedad limeña que se nutre con este culebrón.


-8*8-


Como pareja:  Ambos tienen una comunicación verbal excelente, conversan de todo,  no sólo de lo que le pasa a Fonchito, antes mencionado,  para lo cual encuentran  soluciones conjuntas. También por los de los hijos de Ismael, por  ejemplo, cuando ambos lo vienen a ver a Rigoberto a la casa, que aunque asustado, no se dejó amedrentar por ellos. Lucrecia junto con la empleada doméstica estaban detrás de la puerta, listas para actuar en caso de ser necesario: “lo oímos todo (…). Si te hubieran hecho cualquier cosa, estábamos listas para intervenir y lanzarnos sobre las hienas" le dice Lucrecia, luego de que se hubieran marchado “las fieras” (P144). Esto no denota sólo una buena comunicación entre ellos, también, preocupación y cuidado, o sea amor.  Y hay sinceridad  entre ellos también. Rigoberto no se muestra más valiente de lo que es o un super-Rambo. Le confiesa a la mujer: “no me dejé amedrentar” (por más miedo que hubiera tenido, tal como se lo expresa a los hijos de Ismael)(P114).  Rigoberto comparte casi todo con su mujer, como después de haberse encontrado sólo con el chofer Narciso (P191) o con Ismael a su llegada de su luna de miel (P200),  menos cuando Rigoberto está en su despacho, viendo sus libros de arte, catálogos de exposiciones, música, que son sus “espacios de civilización” o “locus amoenus” (P62, P71, P202, etc) a los que recurre para cargarse de energía, placer, belleza, llegando a sentir tal placer, tal goce que incluso llega a tener una erección o asomo de ella. Veámoslo en dos pasajes: “Allí, en la entrepierna del pantalón, sintió el esbozo de un cosquilleo alentador en la intimidad de sus testículos, a la vez que se emocionaba e iba llenando de nostalgia y gratitud. Ahora además de cosquillas sintió un ligero ardor en la punta de la pinga” (P251) y en este otro: “Conmovido y feliz, advirtió, en el bajo vientre, un pequeño alboroto, el amanecer de una erección” (P252). Esto no significa que Rigoberto fuera “anormal”, sino que la belleza en el arte ejercía sobre él un poder tal,  una emoción tal, que llegaba a la manifestación física señalada. Uno de esos momentos  de placer pleno, absoluto,  en que como decía, llega hasta la manifestación físiológica,   se ve truncado abruptamente por la noticia de la muerte de Ismael (P274). Una muerte  en el plano de lo real que trunca la posible  petite  morte hacia la que se estaba encaminando  Rigoberto.   El placer preceptivo, estético-erótico que vive Rigoberto ante determinadas obras artísticas,  ya sean pictóricas (herencia filogenética griega)  o auditivas (H. f. hebrea),  atestiguan dos cosas: desde el ángulo del artista, la eficacia en la transmisión emocional de la obra y  desde el punto de vista  del receptor, la frondosa  sensibilidad perceptiva, imaginaria y estética  de este personaje.  Desde mi punto de vista, una obra de arte debe turbarnos (llenarnos de placer),  emocionarnos,  ¿y por qué no,  en determinadas ocasiones,  erotizarnos?   ¿Cuál es sino esa, la intención del desnudo artístico? ¿O la de un buen poema? ¿o la de una pieza musical?. Sin necesidad de llegar a extremos patológicos, claro.  (obs: no hablamos aquí pornografía).  Recordemos por un instante la Sala Reservada creada en 1554 por Felipe II de España, una  sala privada que contradecía las convenciones de la moral de la época, pero que existía  para el disfrute personal de él.


Rigoberto y Lucrecia también conversan estando en la cama, sin tener sexo (P.96) y a menudo se entretenían tanto conversando que se les iba pasando el tiempo (para tener sexo): “Estaban acostados y era evidente que a estas alturas de la noche, ya no habría historias, fantasías ni harían el amor"(P108). Otro ejemplo: “estuvieron conversando un buen rato” (P196) Rigoberto se muestra con Lucrecia cariñoso y la consuela cuando ella está triste por haber retrasado el viaje: “Es sólo un aplazamiento, amor mío_ la consoló besándola en los cabellos” (P196)  Pero Rigoberto  está atento a su mujer y  además es  capaz de captar que le pasa: “está asustada” (P193) o “sabe poner  buena cara al mal tiempo” (P194) e incluso saca conclusiones que a mí, personalmente, me parecen un poco absurdas, como cuando Rigoberto monologa  consigo mismo sobre las razones de las tardanzas de Lucrecia a salir de casa  y por las cuales habían tenido sus buenas riñas, que como toda pareja normal, las tenían o habían tenido también:  “tiene miedo a dejar de ser, a perder su ser, a quedarse sin su ser”  (P275) cuando  las razones (inconscientes) de la tardanza  de Lucrecia bien pudieron  deberse simplemente a que se auto-obligaba a  complacer a su marido,   porque no tenía ganas de salir por los motivos que fueran, ya sea que estuviera disgustada con él, o que no le gustara  la gente o el lugar a dónde irían.  Las cosas, suelen ser, por lo general,  más sencillas, (cómo decía  muy atinadamente  un buen amigo mío), somos nosotros las que las  complicamos.  De todas formas, ser capaz de empatizar con su mujer y de entender o creer entender cómo se siente ella, muestra sin duda, a un modelo de hombre maduro y generoso, que no está ocupado con su ombligo las 24 horas del día. Y eso también lo vemos en como Rigoberto apoya a su amigo Ismael, le hace de testigo,  maneja el tema de los hijos de éste y luego, se preocupa por el bienestar de Armida (igualmente,  Lucrecia). 


Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog:   La Acequia  ©  Myriam Goldenberg

Nota:  Citas del texto en color verdeenlaces en color azul.


2 comments:

manouche said...

A pesar haber estudiado Mario Vargas Llosa eso es demasiado dificil para mi... pero besos para ti si que hay !

Paco Cuesta said...

De acuerdo en maduro y generoso, pero con una pizca de egoísmo si de ceder algo de su mundo (su música, sus lecturas, su arte) siempre "Su".
Gracias Myr. Besos