Continuación de ayer (leer primero si o si, por favor)
Veamos
ahora que pasa luego de ese encuentro de 4 días en Madrid, cómo evoluciona la
relación: En lo individual personal, cada uno de los
dos, tiene más tensión, algo que, es
inevitable, baja el nivel de tolerancia en cualquier relación, incluso, en la vida real y eso facilita que
irrumpan discusiones y peleas que
afecten al vínculo amoroso. Bruno, pasa noches de insomnio preocupado
por sus hijos, lamentando lo mal padre que ha sido (172) y preocupado por la salud del padre y su
nefasto pronóstico de perder la memoria
(176). Aida está más y más
involucrada en eso de resolver el enigma de su abuelo, nudo y confusión en la que han estado sumidas
ella, su madre y su abuela por tantísimos años y que tiene visos de “leyenda”
(174). En cuanto a la relación
Aida-Bruno, además del tema del estrés, han superado ambos la fase de “absoluto embobamiento”
(195), y se dan roces entre ellos por diferencias de personalidades, ahora que la relación empieza a dejar de
estar “embobadamente” idealizada, por ejemplo, Aida es dada a los detalles en dónde cada
pequeña cosa cuenta y Bruno va a lo esencial, algo que la desespera (175). A Aida le dan por momentos, -los momentos en que más duda del afecto de
Bruno- ataques “de mantener el orden,
mantener la cordura” (195), la acechan fantasmas y compara a Asier con Bruno y nota lo poco que Bruno le
mostraba afecto, le decía “te quiero”,
por ej., pero para ella era
“imposible saber que encerraban exactamente esas ocho letras”. “Si trataba de
encontrar un significado concreto
para cada momento, se estrellaba contra una infranqueable pared de
silencio, o peor aún, con algún comentario desabrido a cerca de su
adolescencia mental, tan necesitada de confirmaciones afectivas” (197).
Y sin embargo, Aida tal como le confiesa a Asier en una conversación
tiene “una sensación de
confortable familiaridad”, “es como si lo conociera desde siempre” (197). Bruno, por su lado, agobiado por los hijos y por la salud del
padre, por el momento, “prefería centrase en la existencia de Aida y aquella
extraña historia de amor que mantenían y
en su trabajo”, le daba “pereza” afrontar
el tema del padre que había sido diagnosticado
(erróneamente) con Alzheimer,
pero más bien que pereza, yo diría que era miedo y dolor, que lo
hacían “patear para adelante” el tomar
decisiones al respecto (205) tratando de
esconder, como el avestruz, la cabeza bajo la alfombra, tal como Bruno hizo con el tema de la adopción
de la hija china, escondiendo la cabeza, hasta que el asunto se le viniera encima y ya, fuera imparable (120-122). A esa ineficacia de Bruno a reaccionar, se suma ahora, la enfermedad de (cáncer de, se sabrá después, 322, 348,
349) páncreas de su primera exmujer
Marisa; todas situaciones que lo tienen “agotado”,
tal como ha titulado el correo en
que le cuenta a Aida todas estas cosas, fechado
Nov 11, 2007.
Aida responde
a ese
correo (216-218) mostrándose en el 1er párrafo empática, comprensiva y le
brinda apoyo. En el 2ndo le cuenta cosas
triviales como el almuerzo con su amiga Jimena.
En el 3ro le dice “Ya ves. Tienes tú razón el humor nos
salva siempre”. En el 4to, le muestra afecto: “no sé por qué te cuento
todo esto, supongo porque te has ido
convirtiendo en lo más importante de mi vida (…)” y en el 5to y último, le dice que le cuente a la noche si ha ido al hospital a ver a su
ex.
Lo siguiente que sabemos de la relación de ambos es que Aida ha vuelto a tener sexo con Asier, según le cuenta a Jimena (primera vez desde que está con Bruno) (289).
Señal de que la relación entre Bruno y Aida hace agua. Podemos suponer aquí que Bruno, envuelto en su nube de problemas
no ha podido responder adecuadamente a las muestras de afecto de Aida y que
Aida por su parte, se ha sentido dejada de lado, incluso con celos, de que
Bruno le dedicara tiempo a su exmujer.
Cosas que se irán confirmando más adelante en la narración (322, 347,
348). De momento, Aida se interroga,
hablando con su amiga Jimena si de verdad lo quiere “¿será que no estoy
enamorada de Bruno?” (289) aunque en realidad y en el fondo, había tenido sexo con Asier pensando en Bruno
y “se moría de miedo de que Bruno no la quisiera como ella parecía
abocada a quererlo, que la asustaba su silencio de algunas veces (….) que no
pudiera Bruno decir la palabra
“amor” y “que eso la convertía en
una incontinente”. La duda, no
hacía más que crecer y crecer en el corazón de Aida (290).
Aida le comenta a su amiga “(….)
cuanto más quiero huir de Bruno, más me amarro a él” (290) (Aquí, en realidad, pasa que Aida se siente insegura y por esa
inseguridad, es que en la vida real, una persona se amarra a otra, ya hemos
visto antes en la narración, lo insegura que Aida se sentía con Bruno). Y pasa lo que Jimena -muy acertadamente- le
responde: “y más se te escapa, y entonces más lo quieres retener, lo que le
lleva a querer poner distancia (…) (290)”.
Ahora veremos cómo es el patrón de la relación
establecida: Recapitulemos
primero: Bruno, ha perdido a su
madre siendo adolescente, y tiene una relación difícil con su padre; está absorbido por sus problemas en todos los
frentes, -con lo que tiene poco tiempo
para Aida, pero lo tiene, para lo que él considera esencial- ignora hasta donde es actor y hasta
donde es capaz de vivir de manera
auténtica, si es que alguna vez lo hizo.
Tiene dificultad para expresar el afecto y no puede resolver situaciones
emocionales, que evade (padre, hijo, mujeres, amantes) y cuando le tocan puntos dolorosos (Aida lo ha hecho varias veces sin darse
cuenta) se cierra herméticamente ¿Quién no?.
Sin embargo, sí estará para cuidar a su 1ra exmujer (más adelante
se verá esto en la narración (322, 347,
348) y sí se preocupa por su padre (Algo
que Aida tendrá oportunidad, no en lo narrado hasta aquí, pero sí más
adelante, al verlo interactuar con su padre
P. 508 y a ella le provocará eso,
una mezcla “de ternura y sorpresa”) Incluso, Bruno ha mostrado tener
capacidad de cercanía, o mejor dicho de
intimidad emocional con Aida, al contarle de sus soledades y miedos
(135) y de genuina sinceridad al contarle de sus manías y que es un tipo
insoportable (87, 88).
Aida, por su parte, ha crecido a la sombra de mitos sobre su
abuelo héroe y su padre ausente, ha
tenido mucho callo, mucho desengaño
amoroso y está curtida, se
siente muy insegura en relaciones en las que no le confirman y
re-confirman que la quieren.
Especialmente en esta relación, en la que ella no sabe si Bruno actúa un papel o
no, necesita y aprecia que Bruno, se lo
confirme, pero a esto se suma una carga adicional que es producto de una carencia afectiva que
viene arrastrando desde su infancia: necesita, además (inconscientemente) que Bruno, le de calor paternal y se siente
muy a gusto cuando él oficia de protector, “aunque en ocasiones, Bruno era
mucho más crío que ella” (411). Este es un requerimiento que Bruno, no podría suplirle en estado “normal” (ningún
hombre podría, de ahí que Aida hubiera
fracasado en tantas relaciones anteriores),
menos ahora puede Bruno,
absorbido como está con sus líos familiares.
Este
es el patrón establecido: la inseguridad y la
necesidad, lleva a Aida como ha dicho Jimena a perseguirlo y
él, obviamente se sentirá agobiado,
inundado por esa demanda, -como le ha sucedido
en sus relaciones sentimentales anteriores- y se retirará afectivamente, lo
cual genera un círculo vicioso, en el que uno recrimina y exige y el otro huye (o
“construye una pared aislante”), lo que genera a su vez, mayor requerimiento
por parte del demandante o carenciado,
en este caso Aida, y una mayor huida por
parte del demandado, en este caso, Bruno.
La relación de ambos –tal como se viene dando- está condenada al naufragio.
En efecto, Jimena lo define a Bruno como
“inconsistente, pero encantador”
poniendo en palabras lo que Aida
estaba sintiendo pero no había podido verbalizar. Y le aclara: “Sí. Es cómo esa gente que hace cosas de mentira
reproduciendo un guion que se han
escrito de su propia vida. Impostura total” (382).
La relación continúa, a distancia, con sus altos y bajos:
“A ratos Bruno era
adorable”. “La distancia incrementa el
deseo”, “las ganas de volver a verse(…)” (390) “Todo aquel revoltijo de si
mismos que iban configurando lo que eran cada uno y lo que eran juntos, si es
que eran (391). Pero
los bajos se agudizan: Aida no entendía como una frase suya “dicha al desgaire” era capaz de
provocar en Bruno como respuesta una
avalancha de tristeza y mutismo, incluso parecía tener una ira contenida, si ella se empañaba en preguntar (violando el
respeto a su silencio, incapaz de comprender que había tocado un punto doloroso
en la historia vital de Bruno),
justamente por eso, a ella le preocupa, le daba “pánico” porque eso era “como
si Bruno tuviera empeño en estropear los días memorables”, igualmente Bruno era capaz de concluir
abruptamente una conversación
(392). Ella se había enamorado como
“una adolescente” (y no la mujer adulta que era) y se había convertido en “una yonqui” de su
vos “desapacible” (392) (evidentemente, reminiscencias de su infancia con padre ausente, dormida
en las faldas de su abuela, escuchando
la voz del joven actor en la Tele). Bruno “dosifica sus besos con
la avaricia de un usurero”, pasado el
delirio inicial. Aida “los mendigaba con ojos hambrientos”
(392). Ya no eran cuestiones de
soportarse, aceptarse más bien, las
mutuas manías y ajustarse el uno al otro respetando sus individualidades, sino que era algo que parecía
“insuperable”, “Aida era desgraciada”.
Y Bruno, ¿no lo era
también? La autora (el narrador
omnisciente) no nos lo dice en estos
párrafos en los que sólo se nos narra la historia desde la perspectiva de
Aida, pero sí que lo era, lo ha dicho antes: Bruno odiaba la vida que
llevaba, daría lo que fuera por ser uno de sus personajes. Para Aida, la relación con Bruno “era cada
vez más complicada” casi todos los
días pensaba que tenía que romper con él y luego se arrepentía. “Aquello
se había convertido en un vaivén emocional” (309) Aida tiene que ir a Madrid a conocer el padre de Bruno para
entrevistarlo, según lo prometido a Bruno –cosa que hará después (508-511) con
resquemores (324) primero y luego el anciano le cae muy bien (509), pero ahora, Bruno le envía un correo fechado
Dic 5 de 2007, diciéndole que la quimio de Marisa “se le está haciendo cada vez más cuesta arriba” y
que el “necesita estar con ella”, que lo ha decidido, quiere ir a Guijón
después del rodaje, a encontrarse con ella, porque necesita estar con ella,
necesita salir de esta ciudad (322).
Bruno hasta
había pensado en llevar a su padre a Guijón para que Aida lo conociera,
pero éste no quiso ir (257, 330), y por
su lado, Aida que cuida a su tía
abuela en el hospital, le pregunta
a ella si le parece bien que
mañana le trajera a Bruno a que la
conociera. Esto muestra un avance en la relación, que se da por el hecho de conocer
miembros significantes en la familia de cada uno con respecto al otro.
Bruno y
Aida se encuentran dos días intensos en Taramundí (Asturias, 154 km al O de Gijón) sabemos que a Aida le resultaron geniales, por
no decir felices, porque se lo cuenta a
su amiga Jimena. Y sabemos un detalle más: a Aida “ser feliz” le daba como
vergüenza, pudor (336) (recordemos que esto era algo que en su
familia estaba vedado), pero no le comentó a su amiga del extraño “mutismo
(…) y frialdad” de Bruno, “una nota discordante”, tras una observación aparentemente, para ella,
trivial (336).
Evolución
de la relación después del encuentro en Taramundí: Vemos que sigue avanzando, porque hablaban
casi todos los días y los correos electrónicos habían sido sustituidos por SMS
telegráficos, algunos incluso tiernos, pero desprovistos de la pasión de los
primeros tiempos. Aun así, a ratos, Bruno se debatía entre una ternura
plácida, un deseo feroz y una colección de indicios que presagiaban
cansancio, la repetición exacta de los pasos que habían conducido al
naufragio en cada una de sus historias de amor. A veces se moría de celos,
imaginando la vida de Aida, tan ajena y tan lejana, y bastaba que ella lo
llamara dos veces seguidas para presentir el agobio asesino rondando por los
callejones de su corazón (347). Su
realidad era cuidar a Marisa, su 1ra
exmujer enferma de cáncer de páncreas,
en Madrid (347). Al hacerlo, Bruno
siente “una sensación de fisura en el tiempo” en una oportunidad en que
coincidieron, por ej., los cuatro en
casa de Marisa (ellos dos, y los dos hijos Lisis y Oscar), “como si él hubiera accedido, por unos
milagros de la física a su otra vida (…)” (348)
(a la que hubiera tenido con ella y los hijos de no haberse
divorciado). Aida: dejaba
latiendo con deseo y celos, por ejemplo,
5 llamas perdidas en el móvil de Bruno y un SMS que decía únicamente “te
quiero” (348). La relación de ambos –tal como se sigue dando según el patrón establecido- está condenada al naufragio.
Se suman
los reproches y reclamos explícitos en la narración de esta relación, pero todo relatado todo desde la subjetividad
de Aida, tal como ella lo escribe en su moleskine roja un día de Enero (sobreentendido,
2008): Que
Bruno “era como era” y que ella “a lo mejor no lo entendía”, que Aida traducía como que él estaba
sugiriendo la posibilidad (horrible) de romper (411). Aida, no quería romper, aunque se sentía “a
merced de Bruno” (460, 461). Hay también, agresiones verbales a Aida por parte de Bruno,
según ella relata, ¿pero las había sólo
por parte de él?: “me está pasando”,
escribe Aida en su libreta, “no me ha pegado, ni me ha empujado, sólo
fueron unos gritos, porque perdió los nervios”,
y ella siente “miedo” y sigue,
“Hay algo que yo estoy haciendo mal, y no sé qué es, por eso lloro y escribo para ver si soy
capaz de entender por qué (…)”, “me
boicoteo”, “no tengo derecho a ser feliz”, “no entiendo a Bruno” (470). No sabemos cómo reacciona ella en esas
discusiones. ¿El la agrede y ella calla, por eso escribe en su Moleskine? ¿Ella no ha discutido nunca? ¿No ha exigido nunca más atención? ¿nunca ha
gritado?, ¿Y por qué entonces, ella a
veces a lo largo de su vida profesional, no podía evitar una furia que le crecía por dentro, “pero que lograba disimular con su perenne
sonrisa y cara de niña buena”, angelical,
justo en el momento en que por dentro estaba a punto de estallar? (499). Lo más probable es que una persona,
(en la vida real), que puede
disimular muy bien en el trabajo, en su rol profesional, no pueda hacerlo en su
intimidad, con sus amigos, o en su relación de pareja, en dónde uno
tiende a relajarse y ser más uno mismo, (no se puede estar “almidonado y
entablado” las 24 hs del día, si esto llegara a suceder, saldría expresada la
ira probablemente en alguna enfermedad psicosomática). Lo más
común en una relación de pareja -en la
que, incapaces de entablar un diálogo
constructivo y racional, con emociones a flor de piel, con baja tolerancia a la
frustración por el estrés, sin capacidad
de escucharse mutuamente- es que ambos griten, pudiendo llegar hasta
insultarse, y esta pérdida de
respeto, suele por general -si no se frena a tiempo- volverse progresiva. Los modelos de
violencia doméstica, “abusador- víctima”,
como el que pinta el personaje de
Aida en su libreta, pura y exclusivamente desde su subjetividad, suelen
en la realidad y a mi juicio, ser bien diferentes que lo que se da en la
relación de Aida y Bruno tal como la venimos viendo hasta ahora. Aquí,
Aida se lamenta, sin que Bruno, pueda ofrecernos su versión de los hechos y
Aida lo hace, indiscutiblemente, desde una posición de víctima, dejándonos
pensar que Bruno es un maltratador,
cuando ambos, en todo caso,
tendrían parte de responsabilidad en el colapso de su relación.
En la narración, el final
de la relación Aida-Bruno es abierto,
y es muy bueno que así sea: Aida entrevista al padre de Bruno (508) y descubre que le agrada, también observa a Bruno que
se comporta diferente cuando está con el padre, algo que le produce ternura y
sorpresa (508). En el epílogo, se los ve
ir a Aida y a Bruno, contado por el narrador omnisciente, al pueblo de Bustiello, en Asturias
juntos (547-554). Al punto en que había
llegado esa relación, estaba condenada a
colapsar y tanto el uno como el otro,
sumarían una cuenta más “en el rosario
de sus decepciones” y más callo al que
ya tenían (Aida) o más amargura y
soledad (Bruno). O podrían llegar a hacer una terapia de pareja para
solucionar los problemas que atañen al
vínculo - y madurar ambos emocionalmente- comprendiendo dónde falla cada uno: donde no
se implica emocionalmente y se aísla o
repliega (en el caso de Bruno) y dónde está haciendo requerimientos afectivos,
más allá de lo que su pareja puede darle
y tiene “tiene derecho a pedir” obviando los redundantes, debidos a
carencias afectivas que vienen de lejos (en el caso de Aida). Tampoco sabemos cómo reaccionarían
de llegar a conocer los secretos familiares que tanto quieren investigar
–recomponiendo así el puzle familiar- ni
cómo esa revelación traumática, -por todo lo que implica el haber crecido a la sombra de un mito cuya
desmitificación no puede ser menos que
brutal (Aida) y Bruno (con un padre cuya
identidad ha falseado completa y
absolutamente) una verdad igualmente brutal-
más que por el vínculo familiar
que los une, que en sí, no sería problemático, pues ambos son bien adultos
y está claro que Aida pasó la edad de
fertilidad, por lo que de seguir juntos, sería poco probable que ella quisiera
tener hijos, menos, sabiendo el grado de
parentesco entre ambos. Todo esto
dejado, pues, a la imaginación del lector.
La semana que viene: La vida ficticia de
Andrés Braña, deconstrucción de mitos familiares etc.
Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog La Acequia. © Myriam Goldenberg
5 comments:
:)
Besos y salud
Excelente análisis. En ambos hay algo que lleva esta relación al naufragio pero que les encadena -a ella más que a él- y les lleva precisamente a esos altibajos.
Besos.
Deseando tu análisis de la psicología del padre, un personaje que tiene muchas claves.
Esta relación de los personajes del presente me gusta menos que las relaciones de los personajes del pasado, Para mi tiene menos fuerza, quizá sea porque son personajes que no saben muy bien donde van'
Besos
La relación entre Bruno y Aida hace aguas y mares enteros. Aida se ha enamorado la muy tontorrona de un hombre que se mira al ombligo. Y qué bien nos lo cuentas y analizas. POr tu experiencia profesional conocerás a unas cuantas aidas que si se enamoran lo hacen con el menos conveniente, redentoras.
Besos
Para mí la relación de Aida y Bruno es rara y novedosa desde el punto de vista narrativo, sobre todo por la distancia y el uso del mail. Seguro que dura tanto precisamente por eso, de otra forma habría saltado por los aires mucho antes. Me gusta cómo repartes culpabilidad en el fracaso, suele ocurrir.
Por lo que llevo leído, parece que una vez rendida la fortaleza, la pasión retrocede, al menos por parte del varón, jugada típica de don juanes. Pero para que existan y traspasen los tiempos y épocas debe haber mujeres coadyuvantes, como señala don Gonzalo con su sabiduría de gallego sabio.
Análisis extenso y profundo, de mucha enjundia y saber.
Agradecido y halagado por echarle tanto tiempo en leer y comentar las ocurrencias propias.
Un abrazo.
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