Thursday, March 27, 2014

De amores y relaciones en “Dejar las cosas en sus días” de Laura Castañón, Ed. Alfaguara, Madrid, España, 2013 (6)


Continuación de ayer (leer primero si o si, por favor)


Veamos ahora que pasa luego de ese encuentro de 4 días en Madrid, cómo evoluciona la relación:   En lo individual personal, cada uno de los dos,  tiene más tensión, algo que, es inevitable, baja el nivel de tolerancia en cualquier relación, incluso,   en la vida real y eso facilita que irrumpan  discusiones y peleas que afecten al vínculo amoroso. Bruno, pasa noches de insomnio preocupado por  sus hijos,  lamentando lo mal padre que ha sido (172)  y preocupado por la salud del padre y su nefasto  pronóstico de perder la memoria (176).  Aida está más y más involucrada en eso de resolver el enigma de su abuelo,  nudo y confusión en la que han estado sumidas ella, su madre y su abuela por tantísimos años y que tiene visos de “leyenda” (174).   En cuanto a la relación Aida-Bruno,   además del tema del estrés, han superado  ambos la fase de “absoluto embobamiento” (195), y se dan roces entre ellos por diferencias de personalidades,  ahora que la relación empieza a dejar de estar “embobadamente” idealizada, por ejemplo,  Aida es dada a los detalles en dónde cada pequeña cosa cuenta  y  Bruno va a lo esencial,   algo que la desespera (175).   A Aida le dan por momentos,  -los momentos en que más duda del afecto de Bruno-  ataques “de mantener el orden, mantener la cordura” (195), la acechan fantasmas y compara  a Asier con Bruno y nota lo poco que Bruno le mostraba afecto, le decía “te quiero”,  por ej.,  pero para ella era “imposible saber que encerraban exactamente esas ocho letras”. “Si trataba de encontrar un  significado concreto para cada momento, se estrellaba contra una infranqueable pared de silencio, o peor aún, con algún comentario desabrido a cerca de su adolescencia mental, tan necesitada de confirmaciones afectivas”  (197).  Y sin embargo, Aida tal como le confiesa a Asier en una  conversación  tiene “una sensación  de confortable familiaridad”, “es como si lo conociera desde siempre” (197).  Bruno, por su lado,  agobiado por los hijos y por la salud del padre, por el momento, “prefería centrase en la existencia de Aida y aquella extraña historia de amor que mantenían  y en su trabajo”,  le daba “pereza” afrontar el tema del padre que había sido diagnosticado  (erróneamente)  con Alzheimer, pero más bien que pereza, yo diría que era miedo y dolor, que lo hacían  “patear para adelante” el tomar decisiones al respecto  (205) tratando de esconder, como el avestruz, la cabeza bajo la alfombra,  tal como Bruno hizo con el tema de la adopción de la hija china, escondiendo la cabeza,  hasta que el asunto  se le viniera encima y ya, fuera imparable (120-122).  A esa ineficacia de Bruno a reaccionar,  se suma ahora, la enfermedad  de (cáncer de, se sabrá después, 322, 348, 349)  páncreas de su primera exmujer Marisa;  todas situaciones que lo tienen “agotado”,  tal como ha titulado el correo en que le cuenta a Aida todas estas cosas, fechado  Nov 11, 2007.

Aida responde  a ese correo (216-218) mostrándose en el 1er párrafo empática, comprensiva y le brinda apoyo.  En el 2ndo le cuenta cosas triviales como el almuerzo con su amiga Jimena.  En el 3ro  le dice        “Ya ves. Tienes tú razón el humor nos salva siempre”.  En el 4to,   le muestra afecto: “no sé por qué te cuento todo esto,  supongo porque te has ido convirtiendo en lo más importante de mi vida (…)” y en el 5to y último,  le dice que le cuente  a la noche si ha ido al hospital a ver a su ex.

Lo siguiente que sabemos de la relación  de ambos es que Aida  ha vuelto a tener sexo con Asier,  según le cuenta a Jimena  (primera vez desde que está con Bruno) (289). Señal de que la relación entre Bruno y Aida hace agua.  Podemos suponer aquí  que Bruno, envuelto en su nube de problemas no ha podido responder adecuadamente a las muestras de afecto de Aida y que Aida por su parte, se ha sentido dejada de lado, incluso con celos, de que Bruno le dedicara tiempo a su exmujer.  Cosas que se irán confirmando más adelante en la narración (322, 347, 348).  De momento, Aida se interroga, hablando con su amiga Jimena si de verdad lo quiere “¿será que no estoy enamorada de Bruno?” (289) aunque en realidad y en el fondo,  había tenido sexo con Asier pensando en Bruno y “se moría de miedo de que Bruno no la quisiera como ella parecía abocada a quererlo, que la asustaba su silencio de algunas veces (….) que no pudiera  Bruno decir la palabra “amor”  y “que eso la convertía en una  incontinente”. La duda, no hacía más que crecer y crecer en el corazón de Aida   (290).    Aida le comenta a su amiga “(….)  cuanto más quiero huir de Bruno, más me amarro a él”  (290) (Aquí, en realidad,    pasa que Aida se siente insegura y por esa inseguridad, es que en la vida real, una persona se amarra a otra, ya hemos visto antes en la narración, lo insegura que Aida se sentía con Bruno).  Y pasa lo que Jimena -muy acertadamente- le responde: “y más se te escapa, y entonces más lo quieres retener, lo que le lleva a querer poner distancia (…) (290)”. 

 Ahora veremos cómo es el patrón de la relación establecida: Recapitulemos primero: Bruno,  ha perdido a su madre siendo adolescente, y tiene una relación difícil con su padre; está  absorbido por sus problemas en todos los frentes,  -con lo que tiene poco tiempo para Aida, pero lo tiene, para lo que él considera esencial-  ignora hasta donde es actor y hasta donde  es capaz de vivir de manera auténtica, si es que alguna vez lo hizo.  Tiene dificultad para expresar el afecto y no puede resolver situaciones emocionales, que evade (padre, hijo, mujeres, amantes) y cuando  le tocan puntos dolorosos  (Aida lo ha hecho varias veces sin darse cuenta) se cierra herméticamente ¿Quién no?.  Sin embargo, sí estará para cuidar a su 1ra exmujer (más adelante se verá esto en la narración   (322, 347, 348)  y sí se preocupa por su padre (Algo que Aida tendrá oportunidad, no en lo narrado hasta aquí, pero sí más adelante, al verlo interactuar con su padre  P. 508 y a ella le provocará eso,  una mezcla “de ternura y sorpresa”) Incluso, Bruno ha mostrado tener capacidad de cercanía, o mejor dicho de  intimidad emocional con Aida, al contarle de sus soledades y miedos (135) y de genuina sinceridad al contarle de sus manías y que es un tipo insoportable  (87, 88).

Aida, por su parte,  ha crecido a la sombra de mitos sobre su abuelo héroe y su padre ausente,  ha tenido  mucho callo, mucho desengaño amoroso  y está curtida,   se  siente muy insegura en relaciones en las que no le confirman y re-confirman que la quieren.  Especialmente en esta relación, en la que   ella no sabe si Bruno actúa un papel o no,  necesita y aprecia que Bruno,  se  lo confirme, pero a esto se suma una carga adicional que  es producto de una carencia afectiva que viene arrastrando desde su infancia: necesita, además (inconscientemente)  que Bruno, le de calor paternal y se siente muy a gusto cuando él oficia de protector, “aunque en ocasiones, Bruno era mucho más crío que ella” (411). Este es un requerimiento que Bruno,  no podría suplirle en estado “normal” (ningún hombre podría, de ahí que Aida  hubiera fracasado en tantas relaciones anteriores),  menos ahora puede Bruno,  absorbido como está con sus líos familiares.  

 Este es el patrón establecido:  la inseguridad y la necesidad,  lleva a  Aida como ha dicho Jimena a perseguirlo y él,  obviamente se sentirá agobiado, inundado por esa demanda,  -como le ha sucedido en sus relaciones sentimentales anteriores- y se retirará afectivamente, lo cual genera un círculo vicioso, en el que uno recrimina y exige y el otro huye (o “construye una pared aislante”), lo que genera a su vez, mayor requerimiento por  parte del demandante o carenciado, en este caso Aida,  y una mayor huida por parte del demandado, en este caso, Bruno.  La relación de ambos –tal como se viene dando-  está condenada al naufragio.

En efecto, Jimena lo define a Bruno como “inconsistente, pero encantador”  poniendo en palabras  lo que Aida estaba sintiendo pero no había podido verbalizar. Y le aclara: “Sí. Es cómo  esa gente que hace cosas de mentira  reproduciendo un guion  que se han escrito de su propia vida. Impostura total” (382).  

 La relación continúa,  a distancia, con  sus altos y bajos:A ratos Bruno era adorable”.  “La distancia incrementa el deseo”, “las ganas de volver a verse(…)” (390) “Todo aquel revoltijo de si mismos que iban configurando lo que eran cada uno y lo que eran juntos, si es que eran (391).  Pero los bajos se agudizan: Aida no entendía como una frase suya “dicha al desgaire” era capaz de provocar en Bruno  como respuesta una avalancha de tristeza y mutismo, incluso parecía tener una ira contenida,  si ella se empañaba en preguntar (violando el respeto a su silencio, incapaz de comprender que había tocado un punto doloroso en la  historia vital de Bruno), justamente por eso, a ella le preocupa, le daba “pánico” porque eso era “como si Bruno tuviera empeño en estropear los días memorables”,  igualmente Bruno era capaz de concluir abruptamente  una conversación (392).   Ella se había enamorado como “una  adolescente” (y  no la mujer adulta que era)  y se había convertido en “una yonqui” de su vos “desapacible”  (392) (evidentemente,  reminiscencias  de su infancia con padre ausente, dormida en  las faldas de su abuela, escuchando la voz del  joven actor en la Tele).  Brunodosifica sus besos con la  avaricia de un usurero”, pasado el delirio inicial. Aidalos mendigaba con ojos hambrientos” (392).  Ya no eran cuestiones de soportarse, aceptarse más bien,  las mutuas manías y ajustarse  el uno al otro respetando sus individualidades, sino que era algo que parecía “insuperable”, “Aida era desgraciada”Y Bruno,  ¿no lo era también?  La autora (el narrador omnisciente)  no nos lo dice en estos párrafos en los que sólo se nos narra la historia desde la perspectiva de Aida,  pero sí que lo era, lo  ha dicho antes: Bruno odiaba la vida que llevaba, daría lo que fuera por ser uno de sus personajes.   Para Aida, la relación con Bruno “era cada vez más complicada”  casi todos los días pensaba que tenía que romper con él y luego se arrepentía. “Aquello se había convertido en un vaivén emocional” (309)  Aida tiene que ir  a Madrid a conocer el padre de Bruno para entrevistarlo, según lo prometido a Bruno –cosa que hará después (508-511) con resquemores (324) primero y luego el anciano le cae muy bien (509),  pero ahora, Bruno le envía un correo fechado Dic 5 de 2007, diciéndole que la quimio de Marisa “se le  está haciendo cada vez más cuesta arriba” y que el “necesita estar con ella”, que lo ha decidido, quiere ir a Guijón después del rodaje, a encontrarse con ella, porque necesita estar con ella, necesita salir de esta ciudad  (322).

Bruno hasta  había pensado en llevar a su padre a Guijón para que Aida lo conociera, pero  éste no quiso ir (257, 330), y por su lado,  Aida que cuida a su tía abuela en el hospital,  le  pregunta  a ella si le parece  bien que mañana   le trajera a Bruno a que la conociera. Esto muestra un avance en la relación,  que se da  por  el hecho de conocer miembros significantes en la familia de cada uno con respecto al otro.

Bruno y Aida se encuentran dos días intensos en Taramundí  (Asturias, 154 km al O de Gijón)  sabemos que a Aida le resultaron geniales, por no decir felices, porque  se lo cuenta a su amiga Jimena. Y sabemos un detalle más: a Aida “ser feliz” le daba como vergüenza,  pudor  (336) (recordemos que esto era algo que en su familia estaba vedado), pero no le comentó a su amiga del extraño “mutismo (…) y frialdad” de Bruno, “una nota discordante”,  tras una observación aparentemente, para ella, trivial (336).

Evolución de la relación después del encuentro en Taramundí: Vemos que sigue avanzando, porque hablaban casi todos los días y los correos electrónicos habían sido sustituidos por SMS telegráficos, algunos incluso tiernos, pero desprovistos de la pasión de los primeros tiempos. Aun así, a ratos,  Bruno se debatía entre una ternura plácida, un deseo feroz y una colección de indicios que presagiaban cansancio, la repetición exacta de los pasos que habían conducido al naufragio en cada una de sus historias de amor. A veces se moría de celos, imaginando la vida de Aida, tan ajena y tan lejana, y bastaba que ella lo llamara dos veces seguidas para presentir el agobio asesino rondando por los callejones de su corazón (347).  Su realidad era cuidar a Marisa,  su 1ra exmujer enferma  de cáncer de páncreas, en Madrid (347). Al hacerlo,  Bruno siente  “una sensación de fisura  en el tiempo” en una oportunidad en que coincidieron, por ej.,  los cuatro en casa de Marisa (ellos dos, y los dos hijos Lisis y Oscar),  “como si él hubiera accedido, por unos milagros de la física a su otra vida (…)” (348)  (a la que hubiera tenido con ella y los hijos de no haberse divorciado).  Aida: dejaba latiendo con deseo y celos,  por ejemplo, 5 llamas perdidas en el móvil de Bruno y un SMS que decía únicamente “te quiero” (348). La relación de ambos –tal como se sigue  dando según el patrón establecido-   está condenada al naufragio.

Se suman los reproches y reclamos  explícitos  en la narración de esta relación,  pero todo relatado todo desde la subjetividad de Aida, tal como ella lo escribe en su moleskine roja un día de Enero (sobreentendido, 2008): Que Bruno “era como era” y que ella “a lo mejor no lo entendía”,  que Aida traducía como que él estaba sugiriendo la posibilidad (horrible) de romper (411).  Aida, no quería romper, aunque se sentía “a merced de Bruno” (460, 461).  Hay también,  agresiones verbales a Aida por parte de Bruno, según ella relata, ¿pero las había  sólo por parte de él?:  “me está pasando”, escribe Aida en su  libreta,  “no me ha pegado, ni me ha empujado, sólo fueron unos gritos, porque perdió los nervios”,  y ella siente “miedo” y sigue,  “Hay algo que yo estoy haciendo mal, y no sé qué  es, por eso lloro y escribo para ver si soy capaz de entender por qué  (…)”, “me boicoteo”, “no tengo derecho a ser feliz”, “no entiendo a Bruno” (470).   No sabemos cómo reacciona ella en esas discusiones. ¿El la agrede y ella calla, por eso escribe en su Moleskine?  ¿Ella no ha discutido nunca? ¿No  ha exigido nunca más atención? ¿nunca ha gritado?,  ¿Y por qué entonces, ella a veces a lo largo de su vida profesional, no podía evitar una furia que  le crecía por dentro,  “pero que lograba disimular con su perenne sonrisa y  cara de niña buena”,  angelical,  justo en el momento en que por dentro estaba a punto de estallar?  (499). Lo más probable es que una persona, (en la vida real),  que puede disimular  muy bien en el trabajo,  en su rol profesional, no pueda hacerlo en su intimidad,  con sus amigos,  o en su relación de pareja, en dónde uno tiende a relajarse y ser más uno mismo, (no se puede estar “almidonado y entablado” las 24 hs del día, si esto llegara a suceder, saldría expresada la ira probablemente en alguna enfermedad psicosomática).   Lo más común en una relación de pareja  -en la que,  incapaces de entablar un diálogo constructivo y racional, con emociones a flor de piel, con baja tolerancia a la frustración por el estrés,  sin capacidad de escucharse mutuamente- es que ambos griten, pudiendo llegar hasta insultarse, y esta pérdida de  respeto,  suele por general -si no se frena a tiempo- volverse progresiva.  Los modelos de violencia doméstica, “abusador- víctima”,  como el que pinta el personaje de  Aida en su libreta, pura y exclusivamente desde su subjetividad, suelen en la realidad y a mi juicio, ser bien diferentes que lo que se da en la relación  de Aida y Bruno  tal como la venimos viendo hasta ahora. Aquí, Aida se lamenta, sin que Bruno, pueda ofrecernos su versión de los hechos y Aida lo hace, indiscutiblemente, desde una posición de víctima, dejándonos pensar que Bruno es un maltratador,  cuando ambos, en todo caso,  tendrían parte  de responsabilidad en el colapso de su relación.

En la narración,  el final  de la relación Aida-Bruno es abierto,  y es muy bueno que así sea: Aida entrevista al padre de Bruno (508) y descubre que le agrada, también observa a Bruno que se comporta diferente cuando está con el padre, algo que le produce ternura y sorpresa (508).  En el epílogo, se los ve ir a Aida y a Bruno, contado por el narrador omnisciente,   al pueblo de Bustiello, en Asturias juntos (547-554).   Al punto en que había llegado esa relación,  estaba condenada a colapsar  y tanto el uno como el otro, sumarían una  cuenta más “en el rosario de sus decepciones” y más callo  al que ya tenían (Aida) o más  amargura y soledad (Bruno).  O podrían llegar a  hacer una terapia de pareja  para  solucionar los problemas que atañen al  vínculo - y madurar ambos emocionalmente-  comprendiendo dónde falla cada uno: donde no se implica emocionalmente  y se aísla o repliega (en el caso de  Bruno) y  dónde está haciendo requerimientos afectivos, más allá de lo que su pareja puede darle  y tiene “tiene derecho a pedir” obviando los redundantes, debidos a carencias afectivas que vienen de lejos (en el caso de Aida).   Tampoco sabemos cómo  reaccionarían  de llegar a conocer los secretos familiares que tanto quieren investigar –recomponiendo así el puzle familiar-  ni cómo esa revelación traumática, -por todo lo que implica el haber  crecido a la sombra de un mito cuya desmitificación  no puede ser menos que brutal (Aida)  y Bruno (con un padre cuya identidad ha falseado  completa y absolutamente) una verdad igualmente brutal-  más que por el  vínculo familiar que los une, que en sí, no sería problemático, pues ambos son bien adultos y  está claro que Aida pasó la edad de fertilidad, por lo que de seguir juntos, sería poco probable que ella quisiera tener hijos, menos,  sabiendo el grado de parentesco entre ambos.   Todo esto dejado, pues, a la imaginación del lector.  

La semana que viene: La vida ficticia de Andrés Braña, deconstrucción de mitos familiares  etc.


Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog La Acequia.   ©  Myriam Goldenberg



5 comments:

Genín said...

:)
Besos y salud

Pedro Ojeda Escudero said...

Excelente análisis. En ambos hay algo que lleva esta relación al naufragio pero que les encadena -a ella más que a él- y les lleva precisamente a esos altibajos.
Besos.
Deseando tu análisis de la psicología del padre, un personaje que tiene muchas claves.

Ele Bergón said...

Esta relación de los personajes del presente me gusta menos que las relaciones de los personajes del pasado, Para mi tiene menos fuerza, quizá sea porque son personajes que no saben muy bien donde van'
Besos

Abejita de la Vega said...

La relación entre Bruno y Aida hace aguas y mares enteros. Aida se ha enamorado la muy tontorrona de un hombre que se mira al ombligo. Y qué bien nos lo cuentas y analizas. POr tu experiencia profesional conocerás a unas cuantas aidas que si se enamoran lo hacen con el menos conveniente, redentoras.

Besos

pancho said...

Para mí la relación de Aida y Bruno es rara y novedosa desde el punto de vista narrativo, sobre todo por la distancia y el uso del mail. Seguro que dura tanto precisamente por eso, de otra forma habría saltado por los aires mucho antes. Me gusta cómo repartes culpabilidad en el fracaso, suele ocurrir.
Por lo que llevo leído, parece que una vez rendida la fortaleza, la pasión retrocede, al menos por parte del varón, jugada típica de don juanes. Pero para que existan y traspasen los tiempos y épocas debe haber mujeres coadyuvantes, como señala don Gonzalo con su sabiduría de gallego sabio.
Análisis extenso y profundo, de mucha enjundia y saber.
Agradecido y halagado por echarle tanto tiempo en leer y comentar las ocurrencias propias.
Un abrazo.