Oscar Insaurregi se secó el sudor de la frente con una gaza, se quitó el barbijo, los guantes y se rascó la cabeza, esbozando un fáusico bostezo leonino, mientras se retiraba pesadamente de la sala de autopsias. Estaba agotado y necesitaba dormir, por eso se desplomó como una bolsa de papas sobre el sillón de su despacho y se cubrió rápidamente con una manta, envolviéndose con ella como un cucurucho. Mientras iba entrando en sueños, recordó las largas horas pasadas frente a su viejo microscopio analizando células, bacterias, tejidos a los que veía desfilar como quien cuenta ovejas.
Prefería contar células a contar cadáveres, la verdad. Cada autopsia le costaba más. Ya no soportaba el nauseabundo olor a formol que se respiraba en esa sala, eso, sin sumarle el olor a sangre seca. Sus manos se caían a pedazos de tanto lavarlas con cepillo y jabón bactericida, un inconveniente para su desempeño profesional, porque le ardían, le picaban y se le hinchaban bajo los guantes de latex. Pero lo peor, siempre era ese asqueroso olor del formol que antes le gustaba tanto y ahora lo mareaba hasta producirle arcadas, como aquella vez en que perdió el conocimiento, cuando, antes de la incisión inicial, se le escapó el cadáver, después de haberle roto los dedos de la mano izquierda para arrancarle el extraño huevo.
Nunca antes le había pasado eso de que un cadáver se levantara y se fuera. Aunque siempre hay una primera vez, dicen. O era que se estaba haciendo viejo. O era que quería cambiar el modus vivendi o el operandi, no sabía bien, pero algo si quería cambiar antes de ser totalmente deglutido por la monotonía, los malos olores y los duros jabones. El cuerpo se lo pedía, era obvio. Pero convengamos, un cadáver no puede levantarse y salir corriendo así como así. Y sin embargo ese, definitivamente no se había quedado quietecito, sobre su mesa, donde tendría que haber estado.
Hubo una gran investigación, recuerda. Luces, preguntas y policías rabiosos. Nadie entendía lo que había pasado, ni ese extraño olor a algas y sales marinas, ni la música esa, dulzona. ¿Cómo era posible? se preguntaban, sin embargo, el cadáver del tal Ernesto, no aparecía. Ni apareció. Vinieron los del Reality Show "Sobrevivientes" y quisieron hacer un programa. Oscar se imaginaba el título y la carcajada estallaba: "La supervivencia de un cadáver que no quería sucumbir a los encantos de su patólogo". Al final, el programa no se hizo y ellos se fueron como vinieron, sin rechistar.
A la mañana siguiente, Oscar decidió que iría a la playa a despejarse. Hacía tiempo que no se tomaba un día así de reposo, por lo que con unas ansias tremendas, goloso, dio un chapuzón en las cristalinas aguas del Mar Caribe y nadó hasta los arrecifes. Y ahí la vio, sobre la roca sentada. Era el ser más esplendoroso que jamás hubiera visto, con una larga y extraña cola de pez. Mejor dicho, dos seres: ella, tocando el laúd y él, el Ernesto de su autopsia no autopsiada, con la mano izquierda reventada y bien vendada.
Oscar no entendía nada, en medio del estupor, pensó y pensó. Barajó hipótesis dibujando en la arena con un palito listas interminables, sacó cálculos enredados, trazó cuadros y flechas, hizo circunferencias y raíces cuadradas, pero por más que intentara, explicación lógica no encontraba_ ¿Sería esa sirena la que -en un acto de amor supremo- habría venido a buscarlo?_ desahuciado, se preguntó. Entonces, sintió el aletear de los pájaros y la brisa de la tarde que comenzaba a soplar, levantó la vista hacia las nubes doradas y clavando la mirada leyó aquel extraño mensaje que delineaban:
_Queda prohibido por siempre, señores, que los Médicos Forenses toquen a las leyendas.
A la mañana siguiente, Oscar decidió que iría a la playa a despejarse. Hacía tiempo que no se tomaba un día así de reposo, por lo que con unas ansias tremendas, goloso, dio un chapuzón en las cristalinas aguas del Mar Caribe y nadó hasta los arrecifes. Y ahí la vio, sobre la roca sentada. Era el ser más esplendoroso que jamás hubiera visto, con una larga y extraña cola de pez. Mejor dicho, dos seres: ella, tocando el laúd y él, el Ernesto de su autopsia no autopsiada, con la mano izquierda reventada y bien vendada.
Oscar no entendía nada, en medio del estupor, pensó y pensó. Barajó hipótesis dibujando en la arena con un palito listas interminables, sacó cálculos enredados, trazó cuadros y flechas, hizo circunferencias y raíces cuadradas, pero por más que intentara, explicación lógica no encontraba_ ¿Sería esa sirena la que -en un acto de amor supremo- habría venido a buscarlo?_ desahuciado, se preguntó. Entonces, sintió el aletear de los pájaros y la brisa de la tarde que comenzaba a soplar, levantó la vista hacia las nubes doradas y clavando la mirada leyó aquel extraño mensaje que delineaban:
25 comments:
Ni los muertos son inmunes a la seducción irresistible de las sirenas.
Es bonito.
Besos.
Sí, las leyendas, con su toque poético, no deben ser analizadas: pierden su misterio.
Esta entrada le encantará a nuestra amiga Aldabra.
Besos.
Qué buen futuro le esperaba al supuesto cadaver, así cualquiera.
Abrazos.
Excelente mensaje, las leyendas son intocables y las manos forenses deberían recordar las leyendas para olvidarse del jabón y del formol.
Magistral Myriam, hace mucho que no te leía amiga mía, te añoraba y no pienso perderme tus relatos bien escritos.
Besitos y recuerdos a Ernesto y a la sirena.
La mayoría de los médicos forenses lo saben, por eso ya no intentan pesar el alma.
¿Tendré sirena cuando me haya muerto?
Besos.
Está claro que a veces hay saber mirar un poco más allá, para encontrar aquello que añoramos.
Un beso.
Siempre cierro los ojos cuando en las pelis sacan los muertos de su congelación y ponen las escenas de los forenses manipulando los cadáveres. Da yuyo.
los forenses son meticulosos al extremo
en ellos la magia se evaporó
buen relato Myriam, felicitaciones
besitos y feliz inicio de semana
Pedro me ha dejado con una duda sobre el alma.
Buen final para el "muerto"
Besos
¡SOOOOO! ¡Para! No me da tiempo a leerte... ¡Jesús, María y José!... Volveré. Besotes, M.
Muchas gracias Myriam por la continuación. Si además tiene un final tan sugerente las gracias se duplican. Me ha gustado mucho.
Un beso
Es lo bueno que tienen las leyendas, que ni los forenses ni todas las ciencias del mundo juntas pueden interferir en ellas.
Está claro que cuando la monotonía se apodere de nuestras vidas habrá que ir a bañarse al Caribe a ver si se nos aparece la sirena o sireno de turno.
Besitos
Me ha encantado la "tocata y fuga" del muerto...las leyendas no mueren.
Relato magnifico y todo un placer leerlo.
Un saludo.
Myriam, gostei muito de ler o resto da história. O final... magnifico!
Um forte abraço
cvb
Una bella segunda parte, Myriam.
Tal vez mire mi Mediterráneo de otra forma cuando me sumerja en él, recordando tu historia :)
abrazos para ti
Las leyendas lo serán por siempre, espero que viviendo rodeada de tanto mar, llegue para mi algún sireno a llevarme! Fuera de bromas, le has dado a la historia un bello final.
Dulces besos y fuerte abrazo!
Sencillamente estupendo MYRIAM,
no sé si viene de alguna entrada que me haya perdido, lo cual no sabes cómo siento, pero esta, así tal cual me ha encantado...realismo y fantasía a partes iguales.
¿¿No me digas que se le ocurrió intentar hacer la autopsia a una sirena?? noooo puede ser nadie tan ciego jajaja
Una sirena, sobre una mesa de autopsias, es algo así como guardar una estrella en medio de un bocadillo de chorizo ¡¡ a quien se le ocurre!! claro que los ciencítificos, ya se sabe... esto de la fantasía no les funciona ... ni si quiera un anatomopatólogo, que es el que se dedica a controlar si el organismo acepta un corazón transplantado, conociendo como nadie los entresijos del cuerpo humano se da cuenta que entre los hueso, la piel y la carne hay mucho que jamás se ve... ellos, jamás ven:-)
Un beso preciosa, has escrito una maravilla y te lo digo de corazón.
Muaaaaaaakss a montones y feliz semana, a partir de un momentito.
Magistral saga que da cuenta de la esencia cognitiva de las leyendas. Mediante un relato lúdico se llega a una moraleja o sentencia latente o tácita. Dos seres, masculinos en este caso, cuya vida profesional ligada a la ciencia solo les depara aburrimiento y tedio, de un pronto a otro pasan a una dimensión distinta cuando se encuentran fuera de la lógica. Es un evento catártico que devuelve a los fundamentos de la vitalidad y la alegría.
Es recurrente este recurso de la sirena en la imaginería universal, aquí mismo en este país hay una escultura a la sirena al otro lado de sus costas en el Pacífico en playa Esterillos llamada La Sirena Esterillos
Esta saga se caracteriza casi siempre por una demanda masculina, pescadores, marineros, cantores, poetas etc. La sirena
Pero el universo es inmensamente dadivoso y ampliamente generoso, así que las damas que vengan a estas playas les garantizo que si vienen a encontrarse con un sireno lo más probable es que se lleven la sorpresa de encontrar al mismo Neptuno ja ja ja.
Todos los visitantes incluso quienes sepan nadar deben tener mucho cuidado con las resacas marinas, sobre todo preguntar a los habitantes del lugar sobre ello, el número de ahogados es alto porque ignoran los sitios peligrosos.
ya dejé el relato y una sirena que busqué.
biquiños,
ya había leído el relato por la mañana pero no pude dejarte comentario hasta ahora... y ya tenía pensado pedírtelo.
Así te ha quedado redondo redondo. Genial, de verdad. Está muy bien escrito y con unos guiños humorísticos que le quedan muy bien. Biquiños,
Gracias por tu visita.,Me han recortado tanto el tiempo que hoy solo te puedo dejar mi ternura. No te puedo leer, y me sabe mal.
Gracias
Sor.Cecilia
Me gusto el relato, una mezcla de ciencia y mito,...encantador....
La leyenda, cuando uno se va, permanece. Como dices, es intocable
Las sirenas son inagotables, con ellas seguiremos imaginando, imaginando...mientras nos hipnotizan con sus cantos.
Un fuerte abrazo, Myriam
Ante el canto de una sirena, nadie puede oponerse, amiga... Ni los muertos... Sobre todo los muertos que siguen vivos...
Un abrazo
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