Este jueves, un relato: El "Monólogo" de la maja vestida

 

                                                                      La maja vestida  por Francisco Goya, 1800-1807

 

Yo, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Silva-Bazán, XIII duquesa de Alba de Tormes, XI duquesa de Huéscar,  y un largo etc,  grande de España,  nací en Madrid el 10 Junio de 1762. 

Heme aquí  pues, ante vosotros para contaros una historia. Mi historia. Mi infancia fue triste, no sólo sufrí la muerte de mi padre a los 8 años, cuando era una cría,  también sufrí mucho el estar alejada de mi madre María del Pilar Ana de Silva-Bazán y Sarmiento,  quien cinco años después de enviudar del X duque de Huéscar  -mi padre-  se comprometió con el duque de Solferino, quien  tuvo apuro  en irse de este mundo, entonces ella  casó con el padre de él, el XVI conde de Fuentes,  y no tuvo "cosa mejor ni más sensible" que hacerlo el mismo día de mi propia  boda, el día más importante de mi vida.  Que no se me malinterprete, mi madre era una mujer excepcional, querida y admirada por muchos, llena de inquietudes intelectuales y dotes artísticas, pintora incluso con ambas manos, nombrada desde  1766 académica de la Academia de Bellas Artes de San Fernando,  pero como madre no estuvo disponible para mi, siempre ocupada en sus actividades sociales y culturales. Me sentí muy falta de ella, entre institutrices y damas de compañía, y sin hermanos con quienes jugar.  Y esa orfandad que me acompañó toda la vida se concretó, para mayor dolor cumplidos mis 21 años,  cuando por esos fechas  falleció mi madre dejando, obviamente  viudo,  a su tercer marido, el XI duque de Arcos y Capitán General de los Reales Ejércitos. 

 

                                              Retrato del duque de Alba, Francisco de Goya, 1795 

 Guapo  e inteligente, mi Pepe.  ¿No os parece?

 

Mi abuelo, el XII  duque de Alba,  casóme en 1775 a mis 12 años  con mi primo  7 años mayor José Álvarez de Toledo y Gonzaga, XI marqués de Villafranca del Bierzo y futuro XV duque de Medina Sidonia. Dos años después heredé de mi abuelo el ducado de Alba y Pepe, mi marido, y yo nos convertimos en el matrimonio más poderoso y acaudalado  de España, creando una brillante corte que competía en esplendor con la de mi amiga  María Josefa Pimentel, duquesa de Osuna,  y principalmente,  con  la de la  reina María Luisa de Parma,  por la que sentía - no sin razón- especial antipatía,  por lo que a veces me desquitaba y le gastaba alguna broma pesada, como la vez que  por un espía supe el modelo de vestido  que la reina llevaría en una reunión  y aproveché para vestir a  mis criadas  con el mismo modelo.  Aún recuerdo como se puso la reina, ¡¡ríome de sólo recordarlo!!. Mala yo, lo sé y  hágome  cargo,   pero maja, bien maja -no lo dudéis ni un instante- y fiel  amiga de mis amigos.  (Esa vez  que os acabo de contar  desquitéme de una vez anterior en que la reina   habíame querido  humillar con su afilada lengua y ácido humor. La venganza, dicen, se sirve en plato frío, y yo me la serví,  pues claro).

El duque y yo  alternamos principalmente entre nuestros palacios de Buenavista y la Moncloa en Madrid  y de Piedrahita  en Ávila.   Ambos   nos dedicamos con sumo agrado y enorme placer a ser los anfitriones de  reuniones culturales y  mecenas de arte.  Mi Pepe era defensor de los avances ideológicos y científicos de nuestra época,  excelente jinete y además de melómano, ejecutante de viola y muy bueno.  Personalidades como el pintor Francisco José de Goya y Lucientes  o  el escritor Gaspar Melchor de Jovellanos  siempre fueron  asiduos visitantes y aunque Pepe y yo no tuvimos hijos, lo que fue eterna fuente de pesar,  fuimos -a decir verdad- felices hasta el muy triste momento en  que enviudé.

 

 

Convocatoria de Juan  Carlos desde su blog ¿Y qué te cuento? con el tema: "Monólogos".