Fue en Grecia donde, a partir de la
actividad de Hipócrates, la medicina comenzó la búsqueda de una
explicación racional de las enfermedades, atendiendo a sus síntomas para
formular un diagnóstico y ofrecer el tratamiento más adecuado.
Macaón y Podalirio, que atienden a los heridos griegos en la guerra
de Troya, son los dos primeros médicos griegos cuyo nombre conocemos. La
Ilíada los recuerda como «dos buenos médicos» en el ejército del rey
Agamenón. Son hijos del famoso Asclepio (en latín Esculapio), más tarde
venerado como dios de la medicina, y héroes muy apreciados tanto por su
valor guerrero como por su servicial saber quirúrgico. El médico,
llamado iatrós en griego, es, en efecto, según Homero, «un hombre que
vale por muchos» (Ilíada, XI, 514), y está calificado socialmente como
demioergós, «servidor público», al igual que el adivino, el maestro
carpintero o el recitador de poemas. Se trata de un oficio acreditado y
sabemos que médicos itinerantes circulaban por la Grecia arcaica.
Ya en pleno siglo VI a.EC. conocemos el nombre de un famoso médico
viajero, Demócedes de Crotona, que, según cuenta Heródoto, acabó sus
días en la corte del rey persa Darío I. Pero la figura que marca con su
magisterio y sus escritos la etapa que llamamos «técnica» o «científica»
de la medicina griega es la de Hipócrates, que vivió más o menos entre
440 y 360 a.EC. En su isla natal de Cos fundó la escuela profesional que
llevaría su nombre y donde compuso los primeros «tratados hipocráticos»,
que son el origen del Corpus hipocrático, una variada
colección de casi sesenta textos médicos que formaron una biblioteca
pionera especializada en la teoría y la práctica de la curación.
La curación de las heridas de guerra impulsó el desarrollo de la
medicina.
En la imagen, Aquiles vendando las heridas de Patroclo durante
la guerra de Troya.
Copa de Sosias. Siglo V a.EC. Foto por BPK / Scala
Medicina racional y milagrosa
El Corpus recoge y examina, con una perspectiva metódica y
racional, numerosos datos sobre enfermedades y aspectos varios del arte
médico: anatomía, fisiología, ginecología, patología, epidemiología y
cirugía. En ellos se pone énfasis en la observación minuciosa de los
enfermos y sus dolencias, y se atiende mucho a la dieta y el régimen, lo
que no es sorprendente en una ciencia en la que la farmacología es muy
elemental y la cirugía interna desempeña un papel muy limitado. Es
importante la atención a lo que llamaríamos medicina preventiva y, sobre
todo, a la evolución del proceso enfermizo, a los síntomas que permitan
conocer sus crisis, dar un pronóstico y orientar la mejoría.
Esa concepción de la physis o naturaleza como un conjunto de
fenómenos que el estudio debe explicar mediante razones y experimentos
es común a los primeros filósofos, los sofistas y los discípulos de
Hipócrates. Por ello escriben esos textos en prosa clara y sencilla,
contando sus experiencias e interpretando los hechos según una teoría
crítica que los abarca y explica, sujeta a discusión científica. El
médico intenta curar tomando conciencia de las causas de la enfermedad y
expone el método efectivo para enfrentarse a ella. Aquí surge una
medicina empírica y racional, sin ningún elemento mágico ni lastre
religioso, en claro contraste con tradiciones médicas mucho más
antiguas, como la china o la egipcia. Si es muy difícil valorar con
criterio actual el nivel científico de esta medicina –que ignora los
microbios, la circulación de la sangre o la química moderna–, no deja de
ser ejemplar la orientación metódica y objetiva que caracteriza a esta
téchne iatriké, el oficio de la curación.
Frente a esta terapéutica metódica y racional (la de escuelas médicas
como la de la isla de Cos; la de la costa de Cnido, en Asia Menor, o la
de Crotona, en la península Itálica) aparecen en Grecia otros lugares
donde se practica una medicina religiosa en torno a los santuarios del
divinizado Asclepio. Allí se promete a los enfermos un tipo distinto de
curación, que actúa milagrosamente por la intervención del dios sanador.
Impulsados por su fe, los enfermos acudían a los santuarios y se
sometían a ciertos cuidados y ritos purificatorios, que solían incluir
baños y rezos, y especialmente la incubatio, es decir, el dormir de
noche sobre el suelo del recinto sagrado, donde les llegaba, en sueños,
la voz divina que los aconsejaba o sanaba.
Es asombrosa la fama del culto de Asclepio y de sus santuarios –en
Cos, Epidauro, Atenas y otras ciudades– desarrollada a partir del siglo V
a.EC. y aumentada en época helenística. Asclepio, hijo de Apolo, era un
dios benévolo y de aire compasivo. Las ruinas de algunos santuarios
atestiguan su prestigio y su riqueza, como sucede con el de Epidauro,
con su magnífico teatro. Por otra parte, las inscripciones conservadas
en forma de breves exvotos de los enfermos agradecidos, como los
llamados iámata (ἴαματα) de Epidauro, (1) testimonian múltiples y pintorescas
«curaciones» milagrosas del dios.
Parece que los sacerdotes de esos templos de Asclepio se llevaban muy
bien con los médicos hipocráticos, y puede que algunos les enviaran a
pacientes que creían incurables. En cambio, algunos hipocráticos –como
el autor de "La enfermedad sagrada", sobre la epilepsia– rechazaban
a los rotundamente (por charlatanes e impostores) a curanderos, magos y brujos
que se ofrecían como portadores de remedios mágicos.
En la cabecera del lecho de una mujer enferma aparecen Asclepio, que le impone sus manos, y su hija Higiea. La escena corresponde a un relieve votivo procedente del santuario de este dios en El Pireo, fechado hacia 400 a.EC. Foto por Bridgeman.
La ética profesional
El aprendizaje de la técnica médica estaba ligado a un estrecho
vínculo personal entre discípulos y maestros, tanto en las escuelas como
en la vida profesional. De ahí el interés histórico de un documento
como el denominado «juramento hipocrático», que precisa los deberes del
médico para con su maestro y su familia, y, por otro lado, los del
médico para con los enfermos. El futuro médico jura solemnemente –por
Asclepio y sus hijas Higiea y Panacea– "respetar a su maestro como a su
padre, compartir con él sus bienes, atender a su familia y enseñar a sus
hijos la medicina, si quieren aprenderla, así como a otros discípulos, y
a nadie más». Por otro lado, se compromete a ejercer el oficio
guardando las normas: no dar veneno ni remedios abortivos –ni aunque lo
soliciten los pacientes–, no revelar secretos de los enfermos,
abstenerse de relaciones sexuales en las casas que se visiten, no hacer
operaciones quirúrgicas si no son especialistas...¨"
Los hipocráticos cuidaban mucho la relación de los médicos con los
enfermos; consideraban que la buena disposición anímica del paciente ayudaba
a su pronta curación. Les importaba mucho el prestigio propio, esa buena
fama que el juramento menciona como premio de los cumplidores, frente al
castigo de infamia de los otros. Recordemos que quienes practicaban la
medicina no tenían un título oficial, sino que debían ganarse la estima
de sus clientes –los médicos eran los únicos extraños que penetraban en los
hogares ajenos–, y la confianza era fundamental a la hora de fijar sus
honorarios. Algún texto aconseja no comprometerse tratando a enfermos
desahuciados, de muerte segura. El médico trataba a personas libres y a
los esclavos por igual. Sólo en un pasaje Platón advierte que el médico
debe explicar bien las causas de sus males a los libres, lo que no es
preciso con los esclavos: a éstos bastaba darles las órdenes y las
medicinas, sin explicación.
Hipócrates no dejó su firma en ninguna de las obras del Corpus, aunque
muchas llevan el sello de la escuela de Cos. El único texto del que
conocemos a su autor es el titulado "Sobre la naturaleza del hombre", que
escribió Polibio, yerno de Hipócrates. Este tratado es famoso por una
teoría que se suele atribuir a toda la escuela hipocrática: la de los
cuatro humores. Se trata de cuatro líquidos presentes en el cuerpo:
sangre, bilis, bilis negra y flema, cuyo exceso o falta determina la
salud. Unos pocos textos del Corpus se escribieron en la isla vecina de
Cnido, donde existió una escuela médica rival. Acaso, como es frecuente
en escuelas científicas, se trabajaba en equipo y los asociados no se
preocupaban por dejar su firma en los respectivos textos.
Médico tratando un paciente. Aríbalo de figuras rojas
del Pintor de la Clínica, h. 480-470 a.EC. Museo del Louvre.
De Alejandría a Roma
Algo después, la tradición médica cobró una nueva perspectiva en
Alejandría. Allí, en el Museo, destacaron Herófilo de Calcedonia y
Erasístrato de Ceos, que progresaron en los conocimientos de la anatomía
y el sistema nervioso, influidos por estudios del filósofo Aristóteles
(inventor de la anatomía comparada) y por sus propios análisis, ya que
en Alejandría se practicaron disecciones de cuerpos humanos. En Grecia
no se hacían, por respeto a prejuicios religiosos. Los griegos
diseccionaban sólo animales, especialmente cerdos y monos, pero allí
diseccionaron cuerpos vivos de condenados a muerte, para observar mejor
el funcionamiento de la sangre y los órganos internos.
En Alejandría y en Roma hubo diversas corrientes médicas, con
distintas bases filosóficas: metódicos, empíricos, neumáticos,
eclécticos. Pero todas quedaron superadas por la amplia obra y fama de
Galeno de Pérgamo, que vivió en el siglo II EC. Galeno escribió
muchísimos libros, tuvo una carrera de inmenso éxito y fue médico de
varios emperadores romanos, de Marco Aurelio a Septimio Severo. Sus
obras fueron copiadas y comentadas durante siglos por griegos, romanos,
árabes y cristianos, y el nombre de Galeno ha quedado como sinónimo del
médico por antonomasia.
Los grandes avances de la ciencia médica a partir del siglo XVI,
especialmente en los dos últimos siglos, merced al desarrollo de la
química y de la farmacia, hacen que la antigua medicina helénica nos
parezca muy alejada de la actual. Y, sin embargo, esa concepción
racional de la medicina representa una hazaña de indudable valor en la
historia de las ciencias, y en el tratamiento y cuidado del ser humano.
Para saber más
Tratados hipocráticos I. Introducción de Carlos García Gual. Gredos, 2008.
Therapeia. La medicina popular en el mundo clásico. Luis Gil Fernández. Triacastela, 2006.
La medicina hipocrática. Pedro Laín Entralgo. Alianza, 1982.
Crónica de la medicina. Heinz Schott (dir.). Plaza &; Janés, 1995.
El resaltado en negrita y los enlaces son míos.
(1) Un tipo de las fuentes más importantes para el culto epidaurio de Asclepio son las iamata inscripciones grabadas en los cuatro stelai (estelas) que fueron erigidas en el siglo IV aEC por las autoridades de un Santuario de Asclepio en Epidauro. El cuerpo de los textos que llegaron hasta nosotros contiene aproximadamente setenta cuentos, que son básicamente registros de las curas y 'Terapias médicas' llevadas a cabo por Asclepio
Próxima entrada sobre Arqueología y Medicina: La medicina islámica
6 comments:
La antigua medicina helénica está más cerca de la actual de lo que creemos, al menos en su vertiente deontológica. De allí venimos.
Un abrazo.
Efectivamente hay que saber mirar con perspectiva para darle el valor que se merece a la medicina de aquella época.
Musu handi bat.
Qué interesante artículo! sorprende, hoy, vista a la distancia, la evolución que debió significar el paso de la curación en manos de brujos y sacerdotes hacia la de estos médicos más metódicos y estudiosos. Resulta tan increíble como el avance de los conocimientos astronómicos a partir de la simple y rudimentaria observación.
Un abrazo
Muy interesante, los enlaces geniales, en conjunto para pasar una tarde entretenida y aprendiendo, gracias Myriam
Vaya entrada sobre medicina más espectacular; gracias a aquellos primeros médicos y sanadores, la medicina actual es un reflejo de aquellos talentos. Creo que fue uno de estos geniales maestros de la medicina quien fijo: "Revisa primero la columna que puede ser la causa de muchas de enfermedades.
Besos Myriam.
Una medicina que se correspondía con las creencias y la "tecnologái" disponible entonces. Aun, la forma de ver al paciente en la medicina actual, se correponde con aquella visión. Primum non nocere: Primero no haremos daño...
Besote
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