Los personajes egoístas, crueles torturadores o sádicos abusadores, carentes totalmente de empatía:
Dn Diego:
"Don Diego cantaba y tenía otras habilidades, que ocasiona la ociosidad de los mozos ricos y sin padres que los sujeten; y las veces que se ofrecía, daba muestras de ellas en la calle de doña Inés. Y ella y sus criadas, y su mismo marido, salían a oírlas, como he dicho, creyendo se dirigían a diferente sujeto, que, a imaginar otra cosa, de creer es que pusiera estorbo al dejarse ver."
"Don Diego cantaba y tenía otras habilidades, que ocasiona la ociosidad de los mozos ricos y sin padres que los sujeten; y las veces que se ofrecía, daba muestras de ellas en la calle de doña Inés. Y ella y sus criadas, y su mismo marido, salían a oírlas, como he dicho, creyendo se dirigían a diferente sujeto, que, a imaginar otra cosa, de creer es que pusiera estorbo al dejarse ver."
Ni aún sabiendo Dn Diego que había sido engañado por la "tercera" dejó en paz a Dña Inés, sino que sin entender ni escuchar que "no" es "no" -y que la dama es fiel a su marido- siguió peor que antes, arremetiendo con más fuerza: "Con lo cual don Diego quedó embelesado, como los que han visto visiones, y corrido de la burla que se había hecho de él, y aún más enamorado de doña Inés que antes."
(...) y don Diego más perdido que antes, volviendo de nuevo a sus pretensiones, paseos y músicas, y esto con más confianza, pareciéndole que ya había menos que hacer, supuesto que la dama sabía su amor, no desesperando de la conquista, pues tenía caminado lo más"
¿Cómo podía creer él que Dña Inés no lo quería?, inflado su ego como balón a punto de reventar, al punto tal de falsear las evidencias, dando vuelta la tortilla a conveniencia: "Y lo que más le debió de animar fue no creer
que no había sido doña Inés la que había
gozado, pues aunque se averiguó la verdad con tan
fieles testigos, y que la misma tercera la confesó,
con todo debió de entender había sido fraude,
y que, arrepentida doña Inés, lo había
negado, y la mujer, de miedo, se había sujetado a
la pena".
Y Dn Diego acosa a Dña Inés, quien por activa y por pasiva le deja bien claro que nada quiere con él, siendo ella mujer honesta y casada (Ver más adelante el apartado de ella) Don Diego enferma con este rechazo frontal (por causa de su orgullo de macho herido) y busca entonces la asistencia de "un nigromante moro" para conseguir por la fuerza, lo que no obtiene de Dña Inés por las buenas.
Cuando se descubren los manejos perversos de Dn Diego, "mandó el Corregidor poner a don Diego en la cárcel a buen recaudo".
La "tercera":
"Al principio negó don Diego su amor, por no fiarse de la mujer; mas ella, como astuta, y que no debía de ser la primera que había hecho, le dijo que no se lo negase, que ella conocía medianamente su pena, y que si alguna en el mundo le podía dar remedio, era ella (...)"
Una mujer manipuladora y totalmente sin escrúpulos, que es capaz de mentir en la cara a Dña Inés y de engañarla, con el único interés de ganar unos dineros. Finalmente confiesa al Corregidor y demás testigos su embuste y es condenada: "granjeando de la burla doscientos azotes por infamadora de mujeres principales y honradas, y más desterrada por seis años de la ciudad"
El hermano, Dn Francisco:
Después de descubrir los manejos de Dn Diego con el encantamiento y abuso de su hermana, exteriormente finge piedad: "Don Francisco, mostrando en exterior piedad, si bien en lo interior estaba vertiendo ponzoña y crueldad, la levantó y abrazó, teniéndoselo todos a nobleza"
"Don Francisco se recogió a la suya, loco de pena, contando a su mujer lo que pasaba; que, como al fin cuñada, decía que doña Inés debía de fingir el embelesamiento por quedar libre de culpa; su marido, que había pensado lo mismo, fue de su parecer, y al punto despachó un criado a Sevilla con una carta a su cuñado, diciéndole en ella dejase todas sus ocupaciones y se viniese al punto que importaba al honor de entrambos, y que fuese tan secreto, que no supiese nadie su venida, ni en su casa, hasta que se viese con él"
Después de descubrir los manejos de Dn Diego con el encantamiento y abuso de su hermana, exteriormente finge piedad: "Don Francisco, mostrando en exterior piedad, si bien en lo interior estaba vertiendo ponzoña y crueldad, la levantó y abrazó, teniéndoselo todos a nobleza"
"Don Francisco se recogió a la suya, loco de pena, contando a su mujer lo que pasaba; que, como al fin cuñada, decía que doña Inés debía de fingir el embelesamiento por quedar libre de culpa; su marido, que había pensado lo mismo, fue de su parecer, y al punto despachó un criado a Sevilla con una carta a su cuñado, diciéndole en ella dejase todas sus ocupaciones y se viniese al punto que importaba al honor de entrambos, y que fuese tan secreto, que no supiese nadie su venida, ni en su casa, hasta que se viese con él"
La cuñada, víbora ella, metió ponzoña; típica persona (personaje) que tira la piedra y esconde la mano (como cuando fue enjuiciada).
El marido, Dn Alonso, siguió a pie juntillas las indicaciones de su cuñado y regresó a la casa sin ser visto ni oído. No hizo caso del Juicio del Corregidor que ya había impartido Justicia, y acata la decisión de sus cuñados y entre los tres traman en connivencia la terrible venganza engañando a Dña Inés, haciéndole creer que para evitar el que dirán, se irían a Sevilla a vivir, ciudad a dónde esta historia no había llegado a oídos de nadie.
Con odio y un sadismo descomunal, le prepararan una horrenda tortura. En la casa recién adquirida, los tres confabulados emparedan a Dña Inés, que apenas puede quedar de pié, a oscuras, con un agujero mínimo por dónde le pasan comida y agua hasta que muera una muerte lenta y dolorosa. Y esto hubiera sucedido de no ser por las vecinas que la rescataron al borde de la muerte, seis años después.
La condena de los torturadores por parte del Arzobispo y El Asistente: "
al punto los mandó a todos tres poner en la cárcel
con grillos y cadenas, de suerte que no se viesen los unos
a los otros, afeando a la cuñada más que a
los otros la crueldad, a lo que ella respondió que
hacía lo que la mandaba su marido. [...] "El Asistente sustanció el proceso de los reos, y averiguado
todo, los condenó a todos tres a muerte, que fue ejecutada
en un cadalso, por ser nobles y caballeros, sin que les valiesen
sus dineros para alcanzar perdón, por ser el delito
de tal calidad. A doña Inés pusieron, ya sana
y restituida a su hermosura, aunque ciega, en un convento
con dos criadas que cuidan de su regalo, sustentándose
de la gruesa hacienda de su hermano y marido".
Las salvadoras:
La dueña que dormía en el cuarto que lindaba con la cárcel de Dna Inés, que había escuchado sus lamentos, y la Sra de la Casa, que llamó de inmediato al Arzobispo y luego cuidó de Dña Inés, con caridad cristiana hasta que sanó:
"La señora
que dio el aviso, junto con la buena dueña que lo
descubrió, que estaban presentes a todo, rompiendo
la pared por la parte que estaba doña Inés,
por no pasarla por la calle, la llevaron a su casa, y haciendo
la noble señora prevenir una regalada cama, puso a
Inés en ella, llamando médicos y cirujanos
para curarla, haciéndole tomar sustancias, porque
era tanta su flaqueza, que temían no se muriese. Mas
doña Inés no quiso tomar cosa hasta dar la
divina sustancia a su alma, confesando y recibiendo el Santísimo,
que le fue luego traído. Últimamente, con tanto
cuidado miró la señora por ella, que sanó;
sólo de la vista, que ésa no fue posible restaurársela".
Los investigadores Corregidor, Arzobispo y testigos legales:
El corregidor investiga el asunto de "la Tercera", y llega a la conclusión luego de la confesión completa de la mujer de que esta había cometido delito y la condena por ello: "granjeando de la burla doscientos azotes por infamadora de mujeres principales y honradas, y más desterrada por seis años de la ciudad", quedando igualmente certificada la inocencia de Dña Inés.
Después del episodio del encantamiento y consecuente investigación, una vez más el Corregidor (quien encarna la autoridad legal) asegura a la sufriente Dña Inés su inocencia:
"-Sosegaos, señora,
que vuestro delito no merece la pena que vos pedís,
pues no lo es, supuesto que vos no erais parte para no hacerle".
El nigromante moro: desapareció. Ser encontrado equivaldría a la condena en la hoguera, después de una buena dosis de tortura por parte del Tribunal del Santo Oficio.
El Arzobispo de Sevilla y su Asistente: que liberaron a Dna Inés fueron testigos de su estado, condenaron a los tres torturadores al cadalso.
La víctima:
Doña Inés, con esposo incluido, desde el inicio es inocente pensando que los romances que canta Dn Diego no van dirigidos a ella sino a otra mujer: "Alabó doña Inés, y su esposo, el romance, porque como no entendía que era ella la causa de las bien cantadas y lloradas penas de don Diego, no se sentía agraviada; que, a imaginarlo, es de creer que no lo consintiera" (...)
Después de probarse el engaño y viendo Dña Inés que Dn Diego seguía insistiendo, lo rechaza rotundamente una vez más: "Sintió
tanto doña Inés entender que aún no
estaba don Diego cierto de la burla que aquella engañosa
mujer le había hecho en desdoro de su honor, que al
punto le envió a decir con una criada que, supuesto
que ya sus atrevimientos pasaban a desvergüenzas, que
se fuese con Dios, sin andar haciendo escándalos ni
publicando locuras, sino que le prometía, como quien
era, de hacerle matar."
Pero entonces, sucedió lo del encantamiento y aunque el Corregidor probó su inocencia, Hno, Cuñada y marido torturaron a Dña Inés durante 6 años, hasta que las vecinas la salvaron, que sino hubiera sido hasta morir: "En un aposento, el último de toda la casa, donde, aunque hubiese gente de servicio, ninguno tuviese modo ni ocasión de entrar en él, en el hueco de una chimenea que allí había, o ellos la hicieron, porque para este caso no hubo más oficiales que el hermano, marido y cuñada, habiendo traído yeso y cascotes, y lo demás que era menester, pusieron a la pobre y desdichada doña Inés, no dejándole más lugar que cuanto pudiese estar en pie, porque si se quería sentar, no podía, sino, como ordinariamente se dice, en cuclillas, y la tabicaron, dejando sólo una ventanilla como medio pliego de papel, por donde respirase y le pudiesen dar una miserable comida, por que no muriese tan presto, sin que sus lágrimas ni protestas los enterneciese. Hecho esto, cerraron el aposento, y la llave la tenía la mala y cruel cuñada, y ella misma le iba a dar la comida y un jarro de agua, de manera que aunque después recibieron criados y criadas, ninguno sabía el secreto de aquel cerrado aposento".
En este estado lamentable la encontraron las vecinas: "En primer lugar, aunque tenía los ojos claros, estaba ciega, o de la oscuridad (porque es cosa asentada que si una persona estuviese mucho tiempo sin ver luz, cegaría), o fuese de esto, u de llorar, ella no tenía vista. Sus hermosos cabellos, que cuando entró allí eran como hebras de oro, blancos como la misma nieve, enredados y llenos de animalejos, que de no peinarlos se crían en tanta cantidad, que por encima hervoreaban; el color, de la color de la muerte; tan flaca y consumida, que se le señalaban los huesos, como si el pellejo que estaba encima fuera un delgado cendal; desde los ojos hasta la barba, dos surcos cavados de las lágrimas, que se le escondía en ellos un bramante grueso; los vestidos hechos ceniza, que se le veían las más partes de su cuerpo; descalza de pie y pierna, que de los excrementos de su cuerpo, como no tenía dónde echarlos, no sólo se habían consumido, mas la propia carne comida hasta los muslos de llagas y gusanos, de que estaba lleno el hediondo lugar. No hay más que decir, sino que causó a todos tanta lástima, que lloraban como si fuera hija de cada uno"
La Señora vecina la cuidó como he dicho en el apartado de las salvadoras y cuando estuvo totalmente restablecida, aunque ciega, fue trasladada a un Convento en donde vivió holgadamente con las rentas de Su Marido y Hno y en donde hizo vida de Santa, lejos claro, de la maldad humana.
Pero entonces, sucedió lo del encantamiento y aunque el Corregidor probó su inocencia, Hno, Cuñada y marido torturaron a Dña Inés durante 6 años, hasta que las vecinas la salvaron, que sino hubiera sido hasta morir: "En un aposento, el último de toda la casa, donde, aunque hubiese gente de servicio, ninguno tuviese modo ni ocasión de entrar en él, en el hueco de una chimenea que allí había, o ellos la hicieron, porque para este caso no hubo más oficiales que el hermano, marido y cuñada, habiendo traído yeso y cascotes, y lo demás que era menester, pusieron a la pobre y desdichada doña Inés, no dejándole más lugar que cuanto pudiese estar en pie, porque si se quería sentar, no podía, sino, como ordinariamente se dice, en cuclillas, y la tabicaron, dejando sólo una ventanilla como medio pliego de papel, por donde respirase y le pudiesen dar una miserable comida, por que no muriese tan presto, sin que sus lágrimas ni protestas los enterneciese. Hecho esto, cerraron el aposento, y la llave la tenía la mala y cruel cuñada, y ella misma le iba a dar la comida y un jarro de agua, de manera que aunque después recibieron criados y criadas, ninguno sabía el secreto de aquel cerrado aposento".
En este estado lamentable la encontraron las vecinas: "En primer lugar, aunque tenía los ojos claros, estaba ciega, o de la oscuridad (porque es cosa asentada que si una persona estuviese mucho tiempo sin ver luz, cegaría), o fuese de esto, u de llorar, ella no tenía vista. Sus hermosos cabellos, que cuando entró allí eran como hebras de oro, blancos como la misma nieve, enredados y llenos de animalejos, que de no peinarlos se crían en tanta cantidad, que por encima hervoreaban; el color, de la color de la muerte; tan flaca y consumida, que se le señalaban los huesos, como si el pellejo que estaba encima fuera un delgado cendal; desde los ojos hasta la barba, dos surcos cavados de las lágrimas, que se le escondía en ellos un bramante grueso; los vestidos hechos ceniza, que se le veían las más partes de su cuerpo; descalza de pie y pierna, que de los excrementos de su cuerpo, como no tenía dónde echarlos, no sólo se habían consumido, mas la propia carne comida hasta los muslos de llagas y gusanos, de que estaba lleno el hediondo lugar. No hay más que decir, sino que causó a todos tanta lástima, que lloraban como si fuera hija de cada uno"
La Señora vecina la cuidó como he dicho en el apartado de las salvadoras y cuando estuvo totalmente restablecida, aunque ciega, fue trasladada a un Convento en donde vivió holgadamente con las rentas de Su Marido y Hno y en donde hizo vida de Santa, lejos claro, de la maldad humana.
La moraleja
que se deduce es que si a una mujer sin mancha ni culpa le pasa esto,
que puede esperar una mujer que no sea tan pura y casta como esta, por lo que deben cuidarse mucho más y defenderse a sí mismas.
Finalmente, quiero recalcar que el secretismo con que actuaron y como el Hno Dn Francisco fingió compasión por la hermana frente al Corregidor y como despidieron a los criados en Sevilla para que no fueran testigos, evidencian que él sabía muy bien que lo que iban a hacer era un acto de maldad pura donde darían rienda suelta a los instintos más oscuros emergentes. Bien podrían haber empezado todos, como familia, una nueva vida en Sevilla, dónde nadie conocía la historia de Dn Diego, pero no. Hacen una elección y esa elección, producto del libre albedrío del hombre renacentista y barroco (contra el medieval), pero por sobretodo patriarcal, va a tener consecuencias legales: por su crimen, los tres son condenados al cadalso. Las personas que cometen a sabiendas actos depravados al juntarse y actuar en connivencia, por un lado diluyen la responsabilidad individual y por otro, potencian la maldad. La desestructuración de la víctima, su dolor, produce en ellos una sensación de placer, de goce sádico, y fortalece el sentimiento espúreo de superioridad que infla sus egos (que esconde en sí, un sentimiento de inferioridad).
Sobre la víctima, Dña Inés, también quiero decir unas palabras finales: Es una mujer fuerte. Primero, rechaza de cuajo al acosador y busca el amparo de la Ley. Luego, soporta la tortura aunque llora y se queja; si en un primer momento creyó que merecía castigo, luego de que el Corregidor le asegurara que estaba libre de culpa, toma conciencia de la maldad de su hermano y compañía, tal como dice a la vecina Dueña que la descubre: "-Pues si así es, señora mía
-respondió doña Inés-, que no eres de
la parte de mis crueles verdugos, no te puedo decir más
por ahora, porque temo que me escuchen, sino que soy una
triste y desdichada mujer, a quien la crueldad de un hermano,
un marido y una cuñada tienen puesta en tal desventura". Cuando se recompone, encuentra la paz en el Convento, pero también la iluminación: tras la agonía sufrida, hace vida de Santa.
Y las mujeres del Sarao que escuchan esta y las otras historias: Toman nota de estos ejemplos. Y la enferma Lisis en torno a la que se reunían, al final, decide cancelar su compromiso y tomar los hábitos, siendo el Convento un lugar más seguro que el matrimonio en el que la mujer es considerada una cosa, propiedad del marido, pasible de ser usada, torturada y hasta asesinada.
Contribución a la lectura colectiva
virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su
blog: La Acequia © Myriam
GoldenbergY las mujeres del Sarao que escuchan esta y las otras historias: Toman nota de estos ejemplos. Y la enferma Lisis en torno a la que se reunían, al final, decide cancelar su compromiso y tomar los hábitos, siendo el Convento un lugar más seguro que el matrimonio en el que la mujer es considerada una cosa, propiedad del marido, pasible de ser usada, torturada y hasta asesinada.
"La inocencia castigada": una muestra, "un botón" de novela escrita por una mujer que denuncia la violencia de género, en especial la que sucede en el ámbito familiar; de avanzada para la época, y lamentablemente actual aún hoy, en el S. XXI. Y lo seguirá siendo mientras la mujer continúe siendo considerada propiedad del marido o un objetivo de Guerra ( por ej: caso Boko Haram, de los muchos que podrían nombrase pero que exceden el límite de este trabajo).
8888
Todas las negritas -y marroncitas gorditas- son mías.
En marrón inclinado y fino, citas del texto de María de Zayas. Versión enlazada en la primera línea, al inicio del último párrafo y aquí también.
9 comments:
Lástima no haberte conocido 40 años atrás, cuando, en el instituto, tenía que hacer trabajos como este :-)
Me hubieses sido de gran ayuda. :-)
Musu handi bat.
He repasado la entrada anterior y ahora esta, muchas gracias por toda la informacion que nos das, aprendemos muchas cosas y reflexionamos sobre ellas. Un abrazo
En la más pura línea de la novela didáctica, con sus enseñanzas y sus moralejas.
Un abrazo, Myriam.
Definitivamente es una novela actual...Hemos avanzado muy poco, casi nada...La violencia de género sigue tenido mirada complaciente de algunos...
Besote
Qué barbaridad, menudas entradas tan trabajadas, seguro que te cuesta un rato; yo me tiraría meses, o sería incapaz de acabar. Me ha gustado la moraleja, me parece muy buena.
Besos Myriam.
Querida Myriam:
Extraordinario análisis el que has hecho a la obra de María de Sayas y Sotomayor; terrible la historia de Doña Inés en la "Inocencia castigada" y que, como bien tú lo dices, es un tema que tristemente sigue siendo de actualidad. Acá en Suecia, a pesar de que la ley sueca se aplica, el crimen para "lavar la afrenta al honor de la familia" es la espada de Damocles que pende sobre las mujeres de origen musulmán. Fadime Sahindal, de familia kurda, fue una de las tantas víctimas del salvajismo de quienes se creen dueños de un ser humano y vigilantes fanáticos de "las tradiciones y cultura de sus pueblos". Fadime fue asesinada por su padre en la ciudad de Uppsala el año 2002.
Hay que seguir luchando para que en las sociedades del hombre moderno, en unas más o mucho más y en otras menos, se le respete a la mujer, por fin, su dignidad de ser humano.
Te felicito, con mucha admiración, por esta bien expuesta reseña sobre la obra de María de Sayas y Sotomayor.
Recibe un gran abrazo.
Que barbaridad, cuanta bestia humana anda suelta, porque ahora es igual o peor en ciertos lugares... :(
Besos y salud
Ahora que ya hay pistoletazo, comentaremos a la Zayas.
Besos, Myriam.
Un magnífico análisis.
Como vemos, incluso en aquella sociedad hubo quien pudo expresarse sobre esta violencia.
Un beso.
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