Querido lector, puede que te preguntes a que vienen estas crónicas que con tanto trabajo y placer te relato (1). Y me lo he preguntado a mi misma una y mil veces, llegando a la conclusión de que los motivos son varios. El primero, entretenerte con hechos que pasaron pero que mi envidioso hermano Procopio te relata desde su perspectiva.... ¿cómo definirla? pues, ya me entiendes.... porque a mi siempre me quedó claro que odiaba a muchos, pero sobretodo a las mujeres. El segundo motivo que me impulsa a escribir es practicar el sagrado arte de la escritura que con tanto esmero aprendí y aprendo de mis maestros. Y el último, el último es quizás el más bizantino -como dirías tú que me lees desde el futuro- y parte de mi convicción de que no importa la época en que vivamos, el ser humano complica hasta lo más sencillo, ya verán los siglos venideros que el hombre que tan superior se cree a los animales de cuatro patas, es cuando poco, botarate. Verán los siglos venideros también que las sociedades se transforman, nosotros la creamos, nosotros las transformamos; ni nacen ni colapsan por generación espontánea, y digo visionariamente que en ese proceso cuenta la acción de cada individuo que suma al todo porque... dime tú ¿de qué se compone el todo sino es de la suma de las partes?; pero a lo que iba: a relatarte desde mi óptica los amores de Justiniano y Teodora y de cómo gobernaban su imperio.
Mi hermano describe al Emperador Justiniano y a su mujer como demonios (2), ¡vaya que es exagerado!. Una de las historias que escribió -con acierto- trata del codicioso de Zenón, nieto del que fuera Emperador romano de Occidente -Antemio- nombrado gobernador de Egipto por Justiniano y ordenado a partir de inmediato a su destino. Zenón, empero flaco caso hizo al Emperador demorando su salida para poder cargar su nave con muchas riquezas en oro, plata y piedras preciosas. Este par de demonios (como mi hermano llamaba a Justiniano y a Teodora) no demoraron en percatarse del suceso, así que ni cortos ni perezosos, sobornaron a los marinos de Zenón, hicieron descargar todo y prender fuego a la nave. Zenón fue informado luego de que perdió la nave en el incendio y el impacto de la noticia con seguridad le provocó un ataque al corazón porque murió súbitamente poco después. ¡Ah, la codicia humana! Los emperadores sin perder tiempo heredaron sus propiedades, porque eran muy hábiles en heredar a sus súbditos, evitando así que las riquezas se esfumaran en manos que no eran las suyas que la invertían en construcciones magníficas que hacían resplandecer el Imperio. Otros historiadores, como Evragio, el escolástico, recalcan que Justiniano se esforzó en achicar la corrupción, en compilar y codificar las constituciones imperiales y demás leyes desde la época del Emperador Adriano; suyo es el Código que lleva su nombre y que es una parte de la obra Corpus Iuris Civilis (CIC) por su gracia compilada . Para esta compilación y ordenamiento Jurídico del CIC, designó a una comisión de juristas dirigida por Triboniano -y de aquí creo que podría emanar la inquina que Procopio le tenía, porque él, siendo jurista, no figuraba en esa lista-. Eran como diez letrados, crema y nata de la profesión, que también escribieron un manual" Instituciones" para la enseñanza del Derecho. Y esto, queridos lectores, será valioso, muy valioso para las generaciones futuras, estoy completamente segura.
Hiperactivo, simpático, de buen carácter, Justiniano muy rara vez se enfurecía, dormía muy pocas horas y comía muy frugalmente, tenía grandes planes para engrandecer el Imperio y su peor error -terrible error- fue el de querer recuperar los territorios perdidos de la parte occidental del Imperio como continuador del Imperio Romano que se veía a sí mismo. El consideraba que su sacrosanta misión era la de restituirle su grandeza de otrora, lo que condujo a guerras sin fin que mermaron y empobrecieron a la población que además fue castigada con cargas impositivas para recolectar fondos para la construcción de todas las obras arquitectónicas de que dotó al Imperio. Era físicamente parecido al Emperador Domiciano y amaba profundamente a Teodora de la que se enamoró antes aún de ser Emperador y ella, una costurera recién llegada a Constantinopla.
Teodora era una mujer brillante, inteligente, ambiciosa, decidida, luchadora, divertida como ninguna, hábil diplomática; una mujer que se hizo a sí misma, emergiendo desde la baja estofa hasta la cabeza del Imperio co-reinando con su marido. Hay distintas versiones sobre su lugar de nacimiento: Unos dicen que en Daman, Siria (y que era hija de un sacerdote monofisita llamado Mijaél), otros que nació en Pafelagonia (actual Turquía) y otros en Chipre, pero los más, coinciden en que era hija de Acacius que era guardián de las bestias de la facción verde (3) del Hipódromo de Constantinopla durante el reinado del Emperador Anastasio I. Cuando aquel enfermó y murió dejó a su mujer viuda con tres hijas Comito, Teodora y Anastasia. La viuda se volvió a casar, pero Asterius, el Jefe de los Verdes, negó al nuevo marido la posibilidad de heredar el trabajo de Acacius, lo que dificultó la supervivencia de esta familia que pasó verdaderas penurias, razón por la cual la madre mandó a sus hijas a suplicar trabajo a la facción azul (3) que conmovidos, contrataron al marido como guardián de sus animales. Teodora jamás lo olvidaría, desde ese momento odió a los verdes y fue azul hasta la médula.
Comito, la hija mayor, se convirtió en hetaira y Teodora comenzó de pequeña como comediante y era extremadamente graciosa, pero fue sometida a maltrato y abusos. Los hombres tomaban a las comediantes como prostitutas sin serlo y las violaban; era la norma. En busca de un mejor futuro, Teodora siguió a Hecébulo, un tirano que la llevó a Pentápolis, donde era Gobernador. El la maltrataba, por lo ella logró escapar de sus garras, llegando primero a Alejandría y luego a Constantinopla, en donde se puso a trabajar como costurera. Fue ejerciendo esa tarea que Justiniano un día la conoció y desde ese mero momento quedó perdidamente enamorado de la moza. En esa época reinaba su tío, el Emperador Justino, y Justiniano sabía que no podría casarse con la plebeya que tanto amaba por lo que la ascendió a rango patricio para poder hacerlo, pero como su tía Eufemia (que había cambiado su nombre extranjero Lupicina porque en Roma sonaba muy mal al asociarse con lupina o prostituta) se negara a aceptar que Justiniano desposara a Teodora, se casaron recién en 525 EC, después de que Eufemia muriera.
Cuando Justiniano y Teodora accedieron al trono en 527, ninguno de los dos olvidó quienes eran sus amigos y quienes sus enemigos. Y estos pagarían. La venganza sería dulce como la miel y siempre servida en plato frio. Los amigos, en cambio fueron reconocidos y recibieron beneficios. Los primeros años del reinado fueron muy difíciles y durante las revueltas de Nika, Teodora salvó el trono imperial rogando a Justiniano que se quedara en Constantinopla (en lugar de huir como él planeaba) y que sofocara, como hizo finalmente, la rebelión. A tal efecto ella argumentó que prefería morir con el sudario púrpura que huir cobardemente.
Teodora era muy amiga de Antonina -mujer de Belisario (cuya historia relaté aquí), uno de los mejores y más leales generales de Justiniano- y Antonina tenía influencia sobre Teodora, que gobernaba junto con su marido con el que en todo estaban de acuerdo menos en un tema: ella defendía a los monofisitas y él a los cristianos calcedónicos.
Teodora era muy amiga de Antonina -mujer de Belisario (cuya historia relaté aquí), uno de los mejores y más leales generales de Justiniano- y Antonina tenía influencia sobre Teodora, que gobernaba junto con su marido con el que en todo estaban de acuerdo menos en un tema: ella defendía a los monofisitas y él a los cristianos calcedónicos.
Teodora jamás olvidó sus orígenes y ayudó a mujeres en problemas para las cuales creó un centro de asistencia y algo que es digno de elogio: impulsó legislación que mejoraba la situación de las mujeres del Imperio: ella logró que se introdujeran en el Código Civil leyes en contra de la prostitución y tráfico de mujeres, leyes que otorgaban mayores beneficios a las mujeres que se divorciaban, etc, etc. Después de su muerte, ninguna otra ley en pro de las mujeres fue introducida en el Corpus Iuris Civilis.
Cuando Justiniano quedó viudo de la mujer que tanto había amado y a quien sobrevivió 17 años, deprimido, perdió interés por todo. Es cierto que Justiniano cometió abusos de los cuales él era absolutamente responsable, no lo voy a negar, pero mi hermano deja una muy mala imagen del Emperador como intolerante, sin tener en cuenta que él reaccionaba a la tendencia general de la época en cuanto a intolerancia de paganos y herejes y que si de intolerantes se trataba la cosa, lo fueron mucho más los emperadores anteriores.
Es cierto que Justiniano tomó medidas represivas, por ejemplo, durante las revueltas de Nika que mencioné antes, pero no fueron excepcionales: de los cientos de senadores que había y de los muchos que participaron en ella, sólo confiscó las propiedades de 18 de ellos. Limitar el poder de la aristocracia y la necesidad de legitimar su reinado, atrajo sin duda el rechazo de los escritores defensores de la élite, como mi hermano lo era, para que engañarnos.
Tomad nota, queridos lectores míos, aquí os traigo un ejemplo: El Emperador Anastasio (que reinó 491-518) también tuvo que lidiar con un imperio en crisis y llegó hasta a vender las magistraturas de los que se oponían a su gobierno, como nos lo recuerda Juan de Antoquia, y por su insaciable deseo de recaudar fondos, vaciaba a las provincias de las unidades militares y las intimidaba de las peores maneras para que le pagaran tributos.
También en temas religiosos y doctrinales, la posición de Justiniano no era muy diferente a la de Anastasio quien depuso y exilió a dos Patriarcas de Constantinopla o la del Emperador Leo I que atacó a los arrianos en la figura de la familia y del propio general Flavio Ardabur Aspar (400-471) a quien hizo matar. Aspar había sido un patricio de familia alana y goda y profesaba el arrianismo, religión que Leo persiguió encarnizadamente. La familia de Aspar había sido muy influyente durante los reinados de Teodosio II, Marciano y del sanguinario Leo I, apodado Makeles, que significa matarife justamente porque hizo matar al aristócrata Aspar, que además había sido quien lo colocó en el poder.
Aspar y su hijo, plato de plata de 434 EC
Tomad nota, queridos lectores míos, aquí os traigo un ejemplo: El Emperador Anastasio (que reinó 491-518) también tuvo que lidiar con un imperio en crisis y llegó hasta a vender las magistraturas de los que se oponían a su gobierno, como nos lo recuerda Juan de Antoquia, y por su insaciable deseo de recaudar fondos, vaciaba a las provincias de las unidades militares y las intimidaba de las peores maneras para que le pagaran tributos.
También en temas religiosos y doctrinales, la posición de Justiniano no era muy diferente a la de Anastasio quien depuso y exilió a dos Patriarcas de Constantinopla o la del Emperador Leo I que atacó a los arrianos en la figura de la familia y del propio general Flavio Ardabur Aspar (400-471) a quien hizo matar. Aspar había sido un patricio de familia alana y goda y profesaba el arrianismo, religión que Leo persiguió encarnizadamente. La familia de Aspar había sido muy influyente durante los reinados de Teodosio II, Marciano y del sanguinario Leo I, apodado Makeles, que significa matarife justamente porque hizo matar al aristócrata Aspar, que además había sido quien lo colocó en el poder.
Justiniano, recordemos, nunca se enojaba y fue capaz de mostrar clemencia contra conspiradores como Artabanes, algo que hasta mi hermano recoge en uno de sus escritos sobre las guerras de Justiniano y esta actitud se contrapone con la furia habitual de Anastasio contra sus ministros que por más importantes que fueran, presas de un miedo profundo, se postraban a sus pies. Y no olvidemos que Justiniano hacía la vista gorda a la protección que su mujer dispensaba a los monofisitas.
Por eso, si vamos a considerar que en el reinado de Justiniano se tendía hacia la intolerancia religiosa, seamos justos en las apreciaciones poniéndolo en contexto. En nuestro Siglo VI los emperadores no podían dejar a la deriva las cuestiones de unidad del Imperio y las cuestiones relacionadas con la fe que consideraban el elemento aglutinante y salvífico. La Iglesia Cristiana se estaba apenas definiendo tal, como los sucesivos concilios lo atestiguan, y seguir el credo correcto llevaba implícita, además, la salvación de las almas (4).
Notas:
(1) Por si aún no lo sabes, relata Procopina de Cesarea: personaje ficticio creado por la editora de este blog, Myriam Goldenberg, como contrapunto a Procopio de Cesarea.
(2) Procopius Of Cesarea, Secret History (La Anécdota)
(3) Las facciones azules, verdes y dos más (los blancos y los naranjas) eran agrupaciones políticas que se enfrentaban en los juegos del Hipódromo.
(4) Aún faltarían unos cuantos años -un par de centurias quizás- para que la Iglesia se expandiera considerablemente, capturara el poder político, acumulara cuantiosas riquezas y estableciera las instituciones legales que aseguraran ese poder contra viento y marea y todo aquel que significara un peligro.
Este relato se basa (además de en el texto de Procopio) en el análisis de Geatrex Geoffrey Perceptions of Procopius in recent Scholarship, 2014, Histos 8, pgs 76-121, ISSN 2046-5963
13 comments:
Es un placer leerte querida Myriam, aprendo un montón con tus entradas.
Un fuerte abrazo.
Buena ocurrencia la de esa voz que relata los acontecimientos históricos como realmente vividos. La verdad es Justiniano se quedó prendado de Teodora y que ella era mucho más inteligente y pragmática que él. Una mujer singular.
Un abrazo, Myriam.
Muchas gracias por renacer todos esos famosos estudiados y olvidados !
Feliz 1er de mayo!
Un placer de lectura y de aprendizaje. Muchas gracias, me pasaré pronto por las anteriores crónicas.
otra entrada interesante y didáctica, muchas gracias :)
Besos y salud
Siempre que te leo, aprendo!
Una entrada entretenida. Me ha gustado mucho tu forma de narrar los acontecimientos. Un lujo aprender contigo.
Besos
Me encanta esta reseña guiada se disfruta mucho más.-Teodora un ejemplo de mujer hecha así misma, que en vez de achantarse lo que hizo fue crecer y sobre todo supo ser agradecida era mucho más reflexiva y Justiniano era de escuchar porque por lo que reflejar era bastante templado; formaban un buen equipo.
Un fuerte abrazo Myriam.
Hola Guapa.
No había pasado por aquí y me ha encantado tu entrada. Está historia demuestra que casi siempre, detrás del éxito del hombre, hay una gran mujer.
Besote
Es un verdadero placer leer esta historia, lo hice con tal avidez que no percibí lo que apuntas del contrapunto de Procopio creado por ti. Yo tuve que leer gran parte de las Instituciones de Justinianeo en mis estudios jurídicos. Ha sido muy ameno y formativo, desde luego el inicio es toda una declaración de intenciones que no es defraudada en la trama y ni siquiera se nota el refrito de datos incluidos en las fuentes primigenias. Lo dicho, una delicia enriquecedora de lectura.
Siempre, porque siempre, al menos, estará la madre.
No sé si Justiniano se enfadaba o no... pero supo cómo le tenían que escribir para pasar a la historia...
Besos.
Un places leer tan bizantina historia. Que no es bizantina y yo ne entiendo a la manera del XXI. Procopina sabe demasiado de la imperial pareja Besos Myr.
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