Todo empezó cuando estaba en la fila para tomar el avión: tenía una sensación extraña, como con una especie de entre nausea y mareo y un incipiente dolor de cabeza, pero como no deseaba quedarme en tierra, puse cara de "aquí no pasa nada", mostré mi pasaporte y el pasaje y embarqué. Miré mi reloj: eran las 12 y 20 del mediodía del 4 de junio de 2015. Viajar en avión para mi es tan rutinario que no le presté mayor atención a mi malestar y, con toda la paciencia del mundo, esperé a que los pasajeros que me precedían fueran acomodando su equipaje de mano y se fueran sentando, lo cual a veces puede ser muy caótico. Nos preparamos para el despegue y la azafata dio las instrucciones reglamentarias: que la máscara de oxígeno, que el chaleco salvavidas, que patatín patatán y yo, entre el ronroneo de los motores y la monotonía de su voz, fui entrando en un sopor con pinceladas de sueño, pero como habían puesto el aire acondicionado a todo lo que daba (manía que tienen ciertas aerolíneas para que el personal de cabina no transpire y trabaje cómodo, no importa que los pasajeros nos volvamos azules por la hipotermia, castañeteemos los dientes y tiritemos de frio) lo que me quedaba después de tocar el timbre de llamada a la azafata sin que me prestaran atención era el de quejarme con mi vecino de asiento, así que me giré hacia él y le dije en inglés -la lingua franca en los viajes-: "¿Cómo se encuentra Ud, Señor?" Me miró y esbozó una pequeña sonrisa y dijo algo que no llegué a comprender y a modo de saludo, muy respetuosamente inclinó su cabeza. Lo miré atentamente y tomé registro mental instantáneo: sexo masculino, de entre 45 a 55 años, cabellos oscuros y tiesos y algo grisáceos, ojos penetrantes, bigote fino y alargado, nariz y orejas medianas, cuello rígido, ni grueso ni flaco, piel entre cetrina y cítrica y entonces pensé: "me va que es oriental, ¿pero de adonde?" Comencé por lo más obvio a descartar probabilidades para no meter la pata, cosa a la que soy habitualmente propensa: japonés no era, coreano tampoco, tailandés o filipino, menos. Me pareció que era chino o tibetano. Incliné también la cabeza, esbocé una sonrisa y lentamente acentuando las palabras pregunté: _¿Ud. haaablaaa Innnglés, frannnncés, o españññoool? Y al fin, me respondió en inglés: _Si señóla, hablo inglés. "¡Bueno! - suspiré pensando para mis adentros- ya nos podemos comunicar". Ahí fue cuando se me ocurrió la brillante idea, de esas que me refulgen como oro bruñido de tanto en tanto, de preguntarle: _¿De dónde es Ud?" _Plimelo, mi nomble es Xuanzang, ¡encantado Señola!. y el mio es..... ("fulanita-tierra tragame, ¿no te enseñaron educación en casa?") contesté apresurada, inclinando la cabeza y comiéndome las palabras, mientras que sentía como se sonrojaban mis mejillas. Las presentaciones estaban hechas, luego, sonrió con dulce indulgencia y me dijo con voz suave como la seda que regresaba a su casa a Chang´an, al Reino del Centro, a la corte del Emperador Taizong, y después de un par de segundos en que me miró con curiosidad, agregó que volvía de un muy largo viaje en el que había estado en los reinos indios aprendiendo todo sobre los vedas, hinduismo y budismo y traduciendo textos antiguos del sánscrito al chino _ ¡Un momento!_ exclamé y continué enseguida algo desconcertada: _Su nombre es igual al de un monje budista, viajero y traductor, del Siglo VII y el del Emperador Taizong, que acaba de mencionar Ud. me suena como que es de la Dinastía Tang ¿qué está pasando aquí?. Justo en ese momento entramos en un pozo de aire y la máquina se movió como un barquito de papel en alta mar, sólo que estábamos muy, muy arriba en el Cielo y...
...sonaron los parlantes: "por favor, Señores pasajeros, vuelvan a sus asientos y ajústense los cinturones" y de pronto, empezamos a descender varios kilómetros y en seguida a elevarnos para volver a caer y volver a elevarnos; yo podía sentir como mi estómago y mis orejas se pegaban al techo del avión o quizás a una nube, mientras que toda yo descendía con la nave; habíamos entrado en "un cumulonimbus capillatus incus", según la explicación del piloto: una gran nube con vientos fríos y cálidos como una espiral, pero que a pesar de descender - dijo con voz grave y serena- que no nos preocupáramos porque él mantendría la altitud. Los pasajeros gritaban, casi todos, menos el monje y yo, incluso algunos se pusieron a rezar en latín, otros en hebreo, también se oían los llantos de varios niños. _¡Ay, Dios mío!, gritó una. Otro largó una retahíla de floridos insultos. Xuanzang y yo nos miramos _¡tome mi mano y cierre los ojos!_ me dijo y agregó _no tenga miedo y respire profundo, retenga el aire y... ahora exhale, profundo.... y exhale..., prooooofundooo...
Abrí los ojos: estábamos montados en elefantes en una caravana que iba serpenteando por las laderas de una cresta montañosa, Xuanzang gritó desde el suyo gesticulando hacia mi _¡son los Himalayas, Señola! estamos yendo hacia Nalanda. Rápidamente traté de recordar de donde me sonaba esa palabra...Nalanda.... Na....landa..... al cabo de un rato le pregunté creo que retóricamente porque estaba más concentrada en mantenerme en la silla del elefante que en escuchar su respuesta: _ ¿el famoso monasterio en el norte de la India que tiene una escuela budista?
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Nota: La primera foto de esta entrada es mía. Las otras dos, de la red.
...sonaron los parlantes: "por favor, Señores pasajeros, vuelvan a sus asientos y ajústense los cinturones" y de pronto, empezamos a descender varios kilómetros y en seguida a elevarnos para volver a caer y volver a elevarnos; yo podía sentir como mi estómago y mis orejas se pegaban al techo del avión o quizás a una nube, mientras que toda yo descendía con la nave; habíamos entrado en "un cumulonimbus capillatus incus", según la explicación del piloto: una gran nube con vientos fríos y cálidos como una espiral, pero que a pesar de descender - dijo con voz grave y serena- que no nos preocupáramos porque él mantendría la altitud. Los pasajeros gritaban, casi todos, menos el monje y yo, incluso algunos se pusieron a rezar en latín, otros en hebreo, también se oían los llantos de varios niños. _¡Ay, Dios mío!, gritó una. Otro largó una retahíla de floridos insultos. Xuanzang y yo nos miramos _¡tome mi mano y cierre los ojos!_ me dijo y agregó _no tenga miedo y respire profundo, retenga el aire y... ahora exhale, profundo.... y exhale..., prooooofundooo...
Abrí los ojos: estábamos montados en elefantes en una caravana que iba serpenteando por las laderas de una cresta montañosa, Xuanzang gritó desde el suyo gesticulando hacia mi _¡son los Himalayas, Señola! estamos yendo hacia Nalanda. Rápidamente traté de recordar de donde me sonaba esa palabra...Nalanda.... Na....landa..... al cabo de un rato le pregunté creo que retóricamente porque estaba más concentrada en mantenerme en la silla del elefante que en escuchar su respuesta: _ ¿el famoso monasterio en el norte de la India que tiene una escuela budista?
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Nota: La primera foto de esta entrada es mía. Las otras dos, de la red.
16 comments:
Vaya empezar de viaje que tuviste, pero con el tiempo se iba realizando como un sueño.
Espero leer la continuación, un abrazo
Debe ser tremendo sentirte zarandeado -arriba y abajo,- como bola de granizo, dentro de una gigante y tormentosa nube. No está mal escapar de ella mediante la sofrología o la hipnosis, técnicas evasivas complicadas de llevar a efecto en una situación tan estresante como aquella; pero posibles gracias a la magia de la literatura.
Un saludo.
TRuviste suertecon la compañía, si soy yo, me pongo histérica perdida.
! Que ganas tengo de leer la continuación! Perdida por las nubes camino de la India y volando hacia China, me estoy poniendo histérica solo pensando en verme en esa situación.
Besos Myriam
Solo se me ocurre que al menos se te ha olvidado lo que te dolía la cabeza al iniciar el viaje.
(no tardes en continuar)
Un cordial saludo
Ya sabes: todo viaje es diferente, a la vez que enseña.
Un comenzar diferente...quizás difícil, pero emocionante...
Besos
:)
Besos y salud
Qué maravilla de relato. Comienza moderno y nos adentra en todas las ensoñaciones de oriente. Gracias.
Besos.
No quisiera encontrarme en ese avión, lo más seguro es que, en lugar de chillar, me quedase sin respiración ¡qué pánico!
Mi intención es la de agradecer las letras que me has dejado en mi espacio.
Mil gracias por tu cariño y apoyo.
Abrazos.
kasioles
Espero el siguiente capítulo,¡Ya!
Besos
Yo francamente le tengo pavor a los aviones, solamente viajo en ellos cuando es estrictamente necesario. Tu relato me puso los pelos de punta, esperemos a ver que pasa.
Un abrazo.
Guau, vaya viajes que haces...
Y vaya con las nubes de la imagen... De cine...
El relato de tu trànsito nos pinta una sonrisa. Besos Myriam...no sé cómo te llamas en tu nueva vida.
El relato de tu trànsito nos pinta una sonrisa. Besos Myriam...no sé cómo te llamas en tu nueva vida.
Un aventura inolvidable pero de verdad, qué nubes y qué ratos pasaste. :-)
Un abrazo y feliz día, con viajes en el horizonte :-)
Me sorprende el final (hasta donde he leído) de pasar de la angustia de los vaivenes del avión a estar en lomos de un elefante. Yo creo que le cogería una fobia a volar de esas de decir ¡una y no más!
Seguiré leyendo la II parte...
Bss.
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