Como suelo hacer, este análisis lo pienso como si de
personas reales se tratara. Hoy veremos la relación de
pareja de Felícito (Indígena y empresario de 55 años) de Piura, una ciudad al Norte de Perú, con su mujer Gertrudis y el jueves próximo, la de él con su amante Mabel. Felícito tiene, entonces, la casa grande y casa chica (P43), una
costumbre de la que tengo conocimiento, prevalente en algunos países de Latinoamérica
(centro y norte del Sur). Empecemos por
la primera:
Felicito con Gertrudis: relación mueble, en la que no hay
amor, ni atracción sexual, ni erotismo, menos,
pasión; tampoco hay complicidad o
comunicación. Una relación basada pura y
exclusivamente en la obligación y en la culpa.
Los cónyuges se conocieron cuando eran muy
jóvenes y él estaba hospedado en la
Pensión “El Algarrobo” (P54) siendo Gertrudis
la mayor de las hijas de la dueña, que
era la proxeneta de su propia hija. Felícito tuvo relaciones sexuales con ella
“porque sí, porque ella estaba allí y era mujer, no porque la muchacha le
gustara” ¿Qué es Gertrudis para
Felicito desde su relación inicial? Un
mueble, un objeto que sirve pura y
exclusivamente para descargar sus pulsiones sexuales. Estos
pensamientos de Felícito que “pese
a que hacía todo lo posible por olvidar volvía(n)
a la memoria (…) de tanto en
tanto y le malograba (n) el día, algo, que él arrastra desde entonces. Según
Felícito, ella había estado, pues al paso,
al alcance de la mano, pero, ¿gustarle como mujer? “No le gustaba a nadie” porque
ella era “una hembrita
medio bizca, descachalandrada, que olía a ajos y cebolla”.
Si desde el
vamos Gertrudis fue un mueble para Felícito ¿podemos decir que hubo
amor, erotismo o pasión? Claro que no, porque es a simple vista, una relación
de explotación, pero esa relación se le complicó a Felícito, cuando a “resultas
de uno de esos dos polvos sin amor y casi sin ganas, Gertrudis quedó en cinta”.
No obstante ésto, Felícito se consideraba un buen marido porque
había proveído por su familia “rompiéndose
el lomo cada día” y había salido de “pobretón” y no les faltaba
nada material (P44) ni a ella ni a sus dos hijos.
La
madre de Gertrudis lo obligó a casarse con la hija: “lo denunció ante la policía” (por estupro) y en la declaración ante la policía Felícito “reconoció
que se había acostado con esa menor”
pero en sí, aceptaba
casarse “porque le remordía la conciencia de que naciera un hijo suyo sin
ser reconocido “ y “porque se creyó la historia”. Hoy,
ante el reconocimiento de una paternidad, pediríamos un análisis de ADN, por
supuesto.
Después
de nacer ese hijo tan diferente
del padre, Felícito vivió con la sospecha permanente de que ese niño “tan blancón (…)” (P80) no era hijo suyo, pero no lo habló con nadie, viviendo todos estos
años “con la sospecha de que no lo era” (P55). Además de que se casó obligado y por
mala conciencia, esa sospecha fue
instaurándose como un muro que iba aumentando de tamaño con los años.
¿Y Gertrudis? Después de una historia de abusos por parte
de su madre, sin padre, acepta este matrimonio con
este hombre feíto, bajito, menudito,
enclenque, raquítico (P14, 44, 80, 340, 375 etc), por obligación como una
purgación por sus pecados (P302); fue
una mujer “hacendosa y sacrificada
en los años difíciles (…..) y después también” (P55) porque aunque tenían ya buena situación
económica, ella seguía viviendo “Con
la austeridad de los años en que eran pobres (…). Él tenía que insistirle (….)
para que se comprara zapatos o vestido nuevo”(P55). En su
relación con Felícito, Gertrudis era paciente,
“nunca habían tenido una pelea” y
aún más: totalmente sumisa, que aceptaba dócilmente las propuestas de
salir de Felícito, por ej., pero que se
apresuraba a regresar a casa a “sentarse
en su mecedora a orillas del patiecito,
junto a la radio o Televisión en
la que buscaba programas religiosos” (P56) .
A Félicito le parecía que Gertrudis
“se había convertido con los años en una especie de mueble” (P55) y esto no es de extrañar, por
cuanto ella siempre fue tratada como uno, por su madre, por los hombres que contrataron sus servicios sexuales,
por Felícito, que “nunca la había querido como se
quiere una mujer, pero le tenía cariño, mezclado con un poco de lástima”, pues ella no se quejaba de un marido “tan frío y desamorado” (P54).
Gertrudis tampoco tenía amigas y cuando
ya de grandes, los hijos la visitaban de vez en cuando, tampoco mostraba mayor interés por ellos (P56). Ambos
cónyuges habían tenido sexo “expeditivo”
(P45), como un mero trámite,
hasta el nacimiento del segundo hijo, que sí era bien parecido a su
padre (P80), y desde entonces dejaron de
dormir juntos (P56).
Gertrudis deja de ser un mueble
(Ps 299 a 304), después de descubrirse que su hijo mayor había estado detrás del asunto de las cartas y el supuesto secuestro
de la amante de su marido y a instancias
de Felícito, tienen ambos una conversación: ”Por fin, ese atardecer,
después de mucho cavilar, Felícito decidió que había llegado el momento (…) Tenemos que conversar tú y yo a solas, le
dijo”. Ella sin moverse, amorfa,
inexpresiva, embutida en si vestido incoloro, etc, etc, con “las manos
sobre la falda, ceñidas con fuerza, como si estuviera resistiendo un tremendo
dolor de estómago”, “petrificada”,
lo miraba pero no parecía
verlo. Felícito le pide que le confirme que Miguel no
es hijo suyo, ella le gruñe que había creído que sí lo era, hasta que nació. El
sigue con su interrogatorio y ella,
entonces, le vomita todo lo que tenía guardado adentro desde hace tanto tiempo. El detonate fue la pregunta de Felícito “¿Con Cuántos de
la Pensión el Algarrobo de acostabas?” “Con
todos los que mi mamá me metía en la cama”,”ella los escogía y les cobraba
también”. Así sabremos que Gertrudis había querido abortar, pero que la
Madonna (como era llamada la madre-proxeneta), que tampoco Gertrudis había querido casarse con Felícito,
que sabría que a su lado “nunca sería feliz”, pero que la madre
la obligó a hacerlo. Y remata, “yo
he estado pagando mis culpas todos estos años, Felícito (…)Llevando mi cruz
calladita (…)” También sabremos
aquí que Gertrudis sabía de la
existencia de Mabel (la amante) de la
que nunca le dijo nada, porque Felícito la había ayudado a expiar sus culpas, cosa que
ella le agradecía.
También en estas páginas tenemos evidencia de
la calidad del muro de silencio que se había levantado entre
ambos, un muro lleno de “deshonor, vergüenza dolor, verdades amargas”
al que se sumaba la “desgracia que
acababa de ocurrir con su falso hijo y con Mabel” (la amante). Cuando ese muro se derrumba con esta
conversación, ella se retira de la habitación muy ligera “Con una
agilidad que Felicito no le recordaba”, mientras
que él queda hecho pomada, “sumido
en un sopor denso, en una desesperanza, en una tristeza que no lo dejaban
pensar y lo privaban de la energía mínima para ponerse de pie”…. Gertrudis
se aligeró tanto, lo sabremos más adelante, que hasta “parecía cambiada, se había
vuelto más comunicativa y simpática, ahora sonría” (377).
Pero, claro, a ese
cambio de Gertrudis contribuyeron varios factores:
El primero, fue la descarga de
todo lo que tenía atragantado durante tantos años, de
rabia, dolor, culpa. El segundo,
la ruptura de Félicito con la amante, una ruptura definitiva, tajante, rotunda, absoluta, con un círculo bien cerrado (Como veremos más
adelante cuando me refiera a la relación de ambos) el tercero, que Gertrudis ha hecho causa
común con su marido en cuanto a romper con el hijo (que además, recordemos, había sido no
deseado) como surge de sus palabras dirigidas a Felícito: “No
quiero verlo nunca más yo tampoco (…).
Después de lo que te hizo, no podría”(P365) ¿Lealtad? ¿afecto? ¿Amor? En todo caso demuestra que Gertrudis deja de tener una actitud pasiva, de víctima -por todo lo sufrido en el pasado (que sin lugar a dudas fue horrible y muy duro, ¡durísimo!)- como la que había tendido hasta antes de la charla con el marido, al igual que durante todos esos años de vivir siendo como un mueble.
Por su parte, Felícito, había sido golpeado por la tragedia, como su
amiga Adelaida tan bien lo resume: “Tu amante y tu hijo
conchabados (que término más vulgar) para desplumarte. ¡Dios mío las cosas feas que se ven en
este mundo! Menos mal que los enjaularon
a esos dos"(P.360). Felicito ya se estaba haciendo a la idea de que “probablemente
no volvería a hacer nunca el amor con una mujer. Ya no estaba él para buscarse otra querida, ni
para ir en las noches al bulín a acostarse con putas. Y la idea de volver a hacer el amor con
Gertrudis, después de tantos años no se le pasaba siquiera por la cabeza.
Tal vez tendría que correrse una paja de vez en cuando, como churre”
(P359) pero ésto lo pensaba él antes de tomar nota de que su mujer lo
apoyaba voluntariamente, de que ella hacía causa común con él. Gertrudis, ya no era pasiva.
Como como colofón se los ve en el aeropuerto de Lima irse
juntos a Italia a visitar a la hermana de Gertrudis, “perdidos y
asustados, como si fuera la primera vez en su vida que tomaran un avión” (P375, 376), metáfora también de un inicio de relación de pareja
diferente, más madura, en la que ya no hay reproches por el pasado, ni culpas que expiar, ni muros de silencio, ni pasividad por parte de
ella o escapismo, por parte de él. En una relación así obviamente, no puede Ex-nihilo, brotar la pasión que jamás existió, pero sí, -después de haber atravesado una crisis tan grande como la que pasaron Gertrudis y Felícito, haber hablado entre los dos de todo y cambiado los dos ciertas pautas- el afecto (del que sí ha
habido rastros y que he señalado) y el
compañerismo; además estaban acostumbrados el uno al otro.
Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog: La Acequia © Myriam Goldenberg
Nota: Citas del texto en color verde; enlaces en color azul.
9 comments:
Chère amie, je viens te visiter très souvent avec toujours le même plaisir mais je ne peux commenter tes textes remarquables....
Un buen trabajo, pero como no he leído el libro, no he seguido leyendo, por si acaso, que luego creo que lo he leído y le doy prioridad a otros... :)
Besos y salud
Un buen análisis:a veces, estas parejas que comienza una relación de convivencia por razones o presionados por circunstancias.Cuando se sinceran(ambos han dado rienda suelta a sus pesares...).Por el lado de ella; se adivina, que lo estima, no es mal hombre aunque no este enamorada...o en estos momentos lo descubra y vea con otros ojos.Y otro tanto él.Es una mujer fiel y ademas siente que lo han traicionado de una forma vil.
-La forma de sacar a la luz las miserias humanas.De una forma tan objetiva y sobre todo desde tu punto de vista laboral, ya que eres una conocedora de la relaciones de pareja.
Un fuerte abrazo Myr.
Creo que es el único libro de Vargas Llosa que no he leído y es el tercer estudio sobre la lectura del profesor Ojeda que me atrapa. Te felicito por el análisis de los personajes y la radiografía que haces de los personajes y sus actuaciones. Ahora tengo que ponerme a leer el libro antes de que expongáis las conclusiones.
Un placer leerte, como siempre Myriam.
Hola Myriam: he leido el análisis que has hechon de este libro de Vargas Llosa. Aunque no ès mi autor preferixo, voy a seguirte en estos cuatro partes, que vas a comentar con el profesor. Pedro Ojeda, y ver si me reconcilio con este escritor.
Un abrazo y que vivas con ilusión y respecto esta Semana Santa.
Excelente. Subscribo plenamente el análisis, aunque no tengo tanta esperanza final.
Con ganas de verlo completo.
Gran reflejo de los convencionalismos sociales. Por su mediación se conserva lo inconsistente.
Besos
Hola Guapa:
Interesante análisis. Personajes que no son distantes de nosotros con sus mismos problemas laborales, humanos...
Besote
Gertrudis es una mujer mueble, como bien dices. Explotada por su madre, pasa de ser prostituta a la fuerza a ser una impecable ama de casa silenciosa y beatona. No creo, yo tampoco, que este tipo de mujer termine siendo una buena compañera para Felícito.
Un buen trabajo el tuyo, y ameno. Gracias Myriam.
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