Wednesday, March 26, 2014

De amores y relaciones en “Dejar las cosas en sus días” de Laura Castañón, Ed. Alfaguara, Madrid, España, 2013 (5)




La relación sentimental de Aida y Bruno:

La relación entre ambos se inicia a partir de una entrevista que Aida, periodista, le hace a Bruno, actor,  por asuntos laborales, es decir, enviada por su periódico. Ella le envía a Bruno por correo electrónico  fechado Ago 17 de 2007, Asunto: “lo prometido”, es decir, la entrevista que le hizo  y fotos de la misma, que tomó su fotógrafo y expareja Asier.  Ambos  Aida y Bruno,  a juzgar por lo que escribe Aida se sintieron cómodos en ese encuentro. “Nunca dedico tanto tiempo a una entrevista y si lo hice, te lo aseguro, fue porque me sentía cómoda”  (30) y sigue escribiendo Aida en esa carta “me dijiste que hablabas conmigo como si me conocieras de mucho tiempo atrás”(30, 31).  En la misma carta Aida se sorprende de que Bruno conociera la historia de Aida Lafuente, que pocos conocen fuera de Asturias (31).

La respuesta de Bruno a esa carta es de alegría por el establecimiento de  la comunicación. “Temía que no me escribieras (….). Me maldije porque dejé al azar (y a tu voluntad) la posibilidad de mantener la comunicación” (44).  Durante la función sí que la vio y estuvo a punto de “amorcillar”  y enviarle un mensaje desde el escenario,  que al final no hizo.  Pero  ahora que tiene su dirección de correo electrónica  tal como él lo expresa “existe un pasadizo secreto que comunica mi castillo con el tuyo” (44). Y aún hay más,  la mirada de los ojos azules de Aida le daba a Bruno “la sensación de estar volviendo a casa” (44).  (A cuantas mujeres les habrá dicho lo mismo?, tal como parece un discurso estudiado y repetido como un guion).

Aida había ido  a ese encuentro laboral sin ganas, con mal humor, porque hubiera preferido entrevistar a Sabina y Serrat (53) pero su ánimo  de fastidio se mezcla con una  extraña nostalgia (55) a medida que se va acercando al lugar del encuentro.  Ya yendo hacia el hotel para la entrevista con Bruno,  la sola evocación de su nombre abre “la caja de esencias que era el pasado”,  de cuando lo veía de niña en Estudio 1, junto con su abuela y su madre y él era joven (54) y un muy guapo (55),  “un jovencísimo actor de voz inconfundible y gesto a medio camino entre la entrega inquebrantable y el desdén voluntarioso” (54).  Esa voz inconfundible va a hechizar a Aida, como veremos más adelante. La emoción invade a Aida en el primer encuentro no bien  ve a Bruno salir del ascensor “una extraña sensación de alegría, de calidez y de vuelta a casa (….)  (55)

Ya en el cuarto correo de Bruno a Aida, le brinca el corazón y lo deja sin abrir un rato, centrándose en otros, para demostrarse que controlaba la situación ante el “connato de pánico” que le suscitaba el  dejar que le brinque el corazón, es decir dejarse ganar por las emociones, dejando de lado la razón (59).  Hasta que abre el mensaje (61). Las frases escritas  en esa carta “con una aparente (sólo aparente) falta de intención”  “se convertía en la conquista de un territorio  de geografía incierta”.  Aquí vemos como Bruno,  también la hechiza a Aida con la palabra, no sólo con  el tono de voz.

Al comienzo de la relación y en la etapa de lo que yo llamo “el enamoramiento fenormónico”  entre ambos surge comodidad, buena comunicación y Bruno se erige como “encantador de serpientes” y ella en hechizada hasta el punto de dejarse  dominar de tal manera que aquel “extraño alboroto” amenazaba  con convertirla en “una mezcla lamentable de fan desmelenada y torpe periodista” (55).

Vamos a ver ahora que pasa después, como sigue avanzando la relación, siempre por correo electrónico, se cuentan cosas.  Aida le confía  en el correo fechado Sept 7 de 2007,  o sea 22 días después del primer contacto con  Bruno, su obsesión por la búsqueda de los restos de su abuelo represaliado “Objeto primordial de mi existencia”, le dice (66) y le cuenta que cenará en Felechosa,  una localidad al sur de Asturias, con Pablo y un amigo suyo de la ARMH.   Aida, no sabe porque le cuenta todo esto, cuando en realidad quería sólo agradecerle a Bruno todos los correos que le enviaba, “que a una, que ya tiene una edad y mucho callo en las vísceras” le lleguen correos como los suyos, “no deja de ser uno de esos pequeños milagros que convierten los días en especiales”.   Además  de tomar como milagro el correo de Bruno, Aida muestra su  interés por él: “te diría que molas tú, pero igual… no sé…A ver si voy a parecer una fan o algo…” (67).  Bruno le responde  ese mismo día inmediatamente,   interesado por saber que le pasa a su abuelo y le dice “Todo lo que me cuentas me importa (…) me importas tú (..)” “y yo no suelo hacer ese tipo de confesiones, te lo aseguro” (67)  A vuelta de correo, Aida le cuenta a Bruno que a su abuelo lo mataron en el año 37, justo después de entrar los nacionales en  Asturias, etc., etc.  Y cierra la carta con un “¿De verdad te importo?” (68),  (mostrando con esta pregunta  su inseguridad o sorpresa de  que alguien como Bruno, muestre interés por ella), a lo que Bruno le responde inmediatamente “me importas” pero  muestra su irritación por  “tener que asegurar lo que dice” y,   lamentando la distancia entre las casa de ellos, le pregunta si lo llevaría con ella  a esa cena en Felechosa (68)  a lo que Aida le responde que sí que lo llevaría con ella  (supuestamente en viaje imaginario, charlando por el móvil a manos libres), y agrega que la próxima “para evitar este trasiego de correo va, correo viene” mejor abren una sesión de Messenger, que Aida ya sabe que Bruno  no domina demasiado,   pero que no tiene más que preguntarle a su padre  nonagenario que, por lo visto es un genio en informática (69).  Aquí se ve que ya han hablado de  estos temas, pues Aida los da por comentados. 

En el correo fechado  Sept 8 (Pags. 87-88)  Bruno  se muestra comprensivo, primero, sobre la necesidad de Aida de encontrar los restos de su abuelo y se abre a ella, contándole de su familia materna y lo  mucho que ignora de la paterna y lo poco que sabe de su padre. “no puedo evitar pensar que hay una parte de mi historia que desconozco” También reconoce Bruno que “es la primera vez que lo menciona a alguien”, Bruno se sincera: igualmente reconoce que tiene muchas manías y que es “un tipo insoportable”. “Tanto que me pregunto muchas veces  cuánto tiempo mantendrás conmigo esta extraña relación sin que salgas corriendo dispuesta a borrarme lo antes posible de tu memoria”.

Aida se da cuenta de que está cambiando a partir de la relación con Bruno, dejando que la emoción se apodere de ella  y eso “no quería creerlo del todo” y le daba “miedo “porque eran muchos años, mucho callo en el corazón, una abultada suma de desamores en el inventario de la decepción” (94) .

En este punto de la narración Bruno  ya tiene urgencia en escribir la historia del padre antes  de que el supuesto Alzheimer del padre borre toda la memoria y piensa en Aida, porque él es incapaz de sacarle una palabra al padre (107)  necesidad que se manifiesta no bien el neurólogo da el diagnóstico y Bruno vive esa situación “Como si el mundo de pronto se hubiera vuelto del revés” y necesita bucear en el pasado del padre (48-50).  

Aida, por su parte, está pasando por un momento de intenso trabajo con su nuevo cargo, charlas con Bruno por teléfono hasta muy tarde y por ende poco sueño, sumado a la enfermedad de la tía abuela Paloma a quien cuida, instalando incluso, su despacho en la habitación de al lado con el portátil y conexión a internet.  Un período de mucho estrés: “una esquizofrenia a tres bandas”, “una bomba de relojería” (117).

Bruno confiesa  a Aida por correo electrónico (124-127),  que se siente un actor que  siempre está interpretando un papel, algunas veces le pagan por ello, otras no. Y que “daría  algo bueno por ser uno de los  personajes que ha interpretado a lo largo de los años”, con tal de no ser el mismo y que se siente un fracasado en todos los aspectos y le cuenta de su vida, su relación con su padre, sus ex, sus hijos.

La comunicación fluía entre ambos,  Aida y Bruno, pero siempre a distancia, a la vez que cobraba  más relevancia: (hasta ahora se habían  visto una sola vez)  y en la cena con sus amigas (132-137)  Aida no les cuenta de Bruno,  tendría que entender ella misma antes, esa sensación extraña que le producía, “Bruno le gustaba de muchas maneras, hablaban durante horas se escribían correos, se enviaban mensajes al móvil” y hablaban sí,  de “la posibilidad de  cenar juntos un día de éstos”, “riesgo que Aida no estaba segura de querer asumir” (134). Sin embargo, ambos se abrían, se contaban   sus historias vitales, y había entre ellos intimidad emocional, porque se contaban  confidencias, “hablaban de sus soledades y sus miedos” (135), intercambiando vulnerabilidades,  y Aida, no tenía idea de lo que le pasaba, de lo que es el amor “nunca me había pasado una cosa así “, dice a su amiga Jimena, quién- dicho sea de paso-  le recuerda que Bruno es un actor (136).

Finalmente,  Bruno y Aida se encuentran cuatro días en Madrid, aprovechando que Aida iba a Diputados por  el Debate sobre la Ley de la Memoria Histórica.  Aida  no había arreglado antes el encuentro, sino que  lo llama desde el hotel (146).

Bruno acepta con agrado el encuentro.  “A Bruno le apetecía mucho ver a Aida para convencerse de lo que llevaba sintiendo (desde el primer y único encuentro de ellos) era cierto porque Bruno era muy dado a inventarse vidas para compensar la que tenía (…)”(151). “Muchas mujeres habían ido sucediéndose en su cama sin hacer nunca parada en su corazón” (153).  No creía en el amor verdadero que tantas veces había tenido que interpretar, eso “era una impostura” y además, tenía tendencia al sarcasmo para ocultar el dolor, como cuando (se) rompe la relación con Esmeralda,  su última conquista, “quien se había largado con viento fresco” (155).

Aida disfrutó mucho de ese encuentro que le pareció mucho más largo de cuatro días y así se lo hace saber  a Bruno en un correo electrónico  fechado Nov 4 de 2007 (163).

Sigue mañana:  La  Continuación de la rel.  sentimental  de Aida y Bruno.


Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog La Acequia.   ©  Myriam Goldenberg

8 comments:

Genín said...

:)
Besos y salud

Pedro Ojeda Escudero said...

La relación se teje, sobre todo, con sobreentendidos y palabras cruzadas, en efecto. La importancia de estos correos electrónicos es, por lo tanto, emocional y argumental. Excelentemente visto.
Besos.

Tatiana Aguilera said...

Las redes sociales están copadas con este tipo de situaciones, donde es fácil dejarse atrapar por el anzuelo de lo inesperado o mágico. Si bien Internet cumple la maravillosa función de acercarnos en la distancia, también es terreno fértil para cautivar corazones solitarios que no saben, que pueden ser dañados por almas no tan santas pero si muy experimentadas.
Un abrazo querida Myriam.

LA ZARZAMORA said...

Me siento molesta al comentarte esta serie porque aún no leí el libro.
Pero el personaje de Aida de la Fuente lo conozco muy como te conté. Y es una de las bases de la historia familiar que también la guerra acabó por destruir en el caso de la familia de María, mi mejor amiga desde la infancia.
Así que sé que sabrás disculpar mis ausencias, pero me reservo estas entradas para cuando lo vaya leyendo, porque sé que siempre abordas todos estos temas con gran esmero y mucha seriedad.

Besos, Myr.

Colotordoc said...

Y de está relación profesional, habrá algo más personal?

Besote guapa

Abejita de la Vega said...

Y ya de paso, como eres especialista en el pasado, escuchas a mi padre, que yo no tengo paciencia, cariño. Así es Bruno, qué majo, diríamos por aquí.

Besos

pancho said...

Conocía al personaje de Aida precisamente por la canción de Tejedor con Nuberu que enlacé en una entrada. Lo escuché hace unos años por un programa de Radio3 que solía sintonizar los domingos: La Tarataña se llamaba.
La pareja de actor veterano y de periodista más joven está bien escogida, como tantas otras cosas de la novela, como dice Pedro: parece mentira que sea la ópera prima.
Un abrazo.

Paco Cuesta said...

Contratipo del concepto tradicional de pareja.
Besos