Viene de aquí
Los
padres de Bruno, Andrés y Piedad, se casaron cuando ella tenía 27
años (Pag. 86), si bien no había sido un matrimonio particularmente enamorado, “todos tenemos un tiempo, (piensa Bruno) y el
tiempo de su padre se llamaba Piedad” (207)
y las fotos del álbum familiar se interrumpen a la muerte de Piedad,
su madre, cuando él era bachiller,
después del viaje que hicieron a Paris, poco antes de su muerte (207). Bruno no
conoció a sus abuelos paternos, ni siquiera sabe sus nombres (87) sólo convivió
con la familia materna que eran de “derechas”,
“relativamente burgueses”, “gente de orden”, “una farmacia y rentas”, con casa
en la Calle Serrano, en Madrid (86). Su
padre, nonagenario, rígido, exacto, lúcido cinéfilo, brillante conversador, as de la informática, que físicamente se parecía
Gregory Peck, pero con ojos azules (48, 49) “tan guapo, tan camelador” (207) llegó a la familia sin un duro pero con mucha
iniciativa, conquistó a la madre y se
casaron, aunque siempre guardó el
silencio más absoluto sobre sus propios padres, los abuelos de Bruno, y que
éste jamás conoció, ni siguiera sabía sus nombres (87). Así mismo, Bruno desconoce el rol que su padre
tuvo en la guerra (309). Por eso, porque
Bruno desconoce esa parte de su historia familiar, que hacen a su propia
biografía, a partir del diagnóstico (errado,
por ej. en P. 517, volveremos sobre esto
más adelante) de Alzheimer de su padre (50), Bruno siente la necesidad imperiosa y
urgente de bucear en el pasado que tan bien esconde su padre (48,
49, 107, 309) “Bruno, acostumbrado a que la edad de su padre fuera
un desafío a los calendarios, (…) a su “racionalidad”, “su lucidez
incontestable”, “a la rigidez y
exactitud con que nombraba las cosas y cuadriculaba el universo (…)” “vivía
aquella situación nueva y terrible cómo si el mundo de pronto se hubiera vuelto
al revés” (49). Pide a Aida –
confiando plenamente en su capacidad profesional- que entreviste a su padre para que le cuente, lo que él mismo nunca había conseguido que su padre hiciera (87).
Cuando Bruno le propone que Aida lo entreviste, al padre le da risa (187),
risa y también algo de pena y culpa (330) y se niega. Finalmente, Andrés accede a que Aida lo entreviste (191,
257, 508), incluso graba el mismo, archivos en el ordenador (190, 256, 257, 330-332,
etc) – a pesar de ser un as de la informática (49, 50)- olvida la contraseña de unos (191) y
otros archivos los deja grabados para Aida (534)
encontrando luego de todas sus ambivalencias ("quería y no quería", 186) entre recordar y olvidar (109, 110, 140, vs 188) “una
satisfacción casi masturbadora en grabar redimiendo el olvido” (237).
La
relación entre Andrés Braña y su hijo
Bruno, es tensa y está llena de
lagunas –o mejor dicho silencios, secretos-
como hemos visto. Bruno siempre vivió a la sombra del padre (206)
y tratando de huir de él y de ser su opuesto, y cuánto más lo hace, más se parece a él, más
llega a su esencia (208). El padre
considera a Bruno de pensamiento volátil, excéntrico, tanto como para adoptar
una hija china y ponerle el nombre de una bruja celta, (y a sus nietos mayores,
“un par de gillipollas”, P. 258 o “pedazos de siesos”, aburridos, P. 331), Andrés tiene una sensación de extrañeza con
Bruno quien le parece más bien un marciano (288), incluso carente de sentido
común (216) o "gaznápiro", tonto (109), o sea que Andrés lo vive desvalorizando. El lema. mandato paterno, del padre de Andrés, abuelo de Bruno, que a la vez Andrés repite con Bruno, en una clara transmisión multigeneracional, era “cuando
tú vas, yo estoy de vuelta” (330, 331). Como vemos aquí, Andrés solía repetirle a su hijo Bruno: "A medida que te hagas mayor irás entendiendo cuánta razón tenía tu padre" (208). El padre siempre tiene que
mantener el control y el poder sobre el hijo (492) y el hijo le teme (236). Bruno por su parte, se siente un fracasado
como hijo, como padre, como marido, como actor (124). Dejó la
carrera de derecho por la de actor, fallándole así al padre, además la DGS se
lo llevó por rojo una vez. Bruno siente “no hay absolutamente nada que yo haya
hecho que a mi padre le haya parecido medio bien” (126). Incluso tuvo un mal
rollo con drogas una vez a los 20 (127). O sea que Bruno siente que su padre lo
percibe como “rojo, cómico, maleante, drogadicto” (127), tal como Bruno le resume en un correo a Aida.
Y le confiesa, que daría lo que fuera por ser otro, cualquiera de los personajes que interpreta
(126), como ya hemos visto antes. Bruno
necesita comprender las lagunas, los secretos,
la historia de vital del padre
que él ignora, por eso, recurre a
Aida (48-50) y confía en su profesionalidad – “en la
maestría”- de ella para sonsacarle al
padre lo que él nunca ha podido (309). Bruno cuando estaba con su padre,
era otro, pudo observar Aida y eso le producía a ella ternura y sorpresa
(508).
La relación
de Bruno con sus hijos: Los hijos mayores- Ya hemos dicho antes que estos hijos -y su madre- desangraban al padre en lo
económico (73). Ambos Lisis
de 30 años y Oscar de 28, optaron
por pertenecer al mundo del espectáculo,
algo con lo que el padre estuvo de
acuerdo antes (de hecho, la hija se llama como el personaje de una obra de
teatro , Pag. 76, y ambos padres soñaron
cuando nació, que la niña fuera actriz,
Pag. 75) pero ahora Bruno desearía que
hubieran sido “funcionarios de cualquier ministerio, o que hubieran estudiado
una carrera, la que fuera (…), algo que garantizara que su existencia
(75); se sentía muy a disgusto con
que le hubieran salido “poco
inteligentes”, con “espantosos
resultados académicos” , “muy listos no eran”,
carentes total de sentido de
humor, ironía o siquiera, sarcasmo(75) . Los padres los habían criado en
la libertad y el temperamento artístico, y
en especial Bruno había despotricado mucho del sistema
educativo oficial, “sembrando en
ellos el germen del desconcierto y de la desgana” (75). Lisis era actriz “pero muy mala” y se ganaba la
vida siendo la amante de personajes de la farándula, casados, y protagonizando
escándalos que después aireaba en la
tele (76, 77). La última de ella era querer entrar en un Reality
Show, cosa que a Bruno le molestaba mucho (172). Bruno
veía a Lisis muy poco, menos estando en casa de su abuelo, porque
éste no había tenido empacho en decirle “que lo que ella hacía tenía un
nombre” y Lisis, se había sentido ofendida
por eso (77). Pero Lisis
sí, solía pasarle al padre
(supuestamente por teléf.) informaciones
negativas respecto del hermano (77); en
las pocas veces que visitaba al padre “comía como una lima” (78); en una de
esas visitas, Bruno le dijo a la hija
que en “esa tesitura” (por los hombres
con los que andaba y siendo que ella usaba apellido como apellido
artístico “San”, Pag. 77, un acortamiento de su apellido materno
Sánchez) se le ocurrió a Bruno decir que
“si alguien la veía con él podía pensar que tenían un romance” y hasta usar eso
en un par de programas para beneficio económico
de ambos y desmentirlo luego,
tratándose de su hija. Lisis le responde
entonces “No digas tonterías papá, a ti no te conoce ni Dios” (79). (Vemos que la desvalorización en esta
familia es evidentemente multi-generacional).
Oscar, es guitarrista, compositor y cantante,
cuasi-fracasado (77), que tiene fases eufóricas y depresivas que se
sucedían con rapidez (77), vive
pidiéndole al padre dinero y
manipulándolo con que se quiere suicidar, cosa que se evapora cuando recibe una transferencia (también una manera -no la mejor- de demandar afecto, más allá del dinero). Bruno le cuenta a Aida en un correo, que
trata de cerrar el grifo, pero que no puede porque es su hijo y quisiera verlo feliz (172). Cuando el hijo lo llama llorando al
contarle lo enferma que estaba su madre y que la habían ingresado en el
Hospital, lloraba, y Bruno, tal como le cuenta a Aida en un
correo, “no he sabido muy bien que
decir” (214). Y esto no es extraño,
puesto que Bruno muestra dificultad para
resolver situaciones emocionales. Quiere
ser buen padre, al menos con los hijos
grandes, pero no sabe cómo.
De su relación con la pequeña hija Morgana,
de 7 años, de su segundo matrimonio, poco
sabemos, en realidad, Bruno no había
querido adoptarla sino Macarena, su mujer de entonces (120-122). El
regresando de China con “su hija” sintió
“un vértigo inexplicable, cómo si los acontecimientos lo hubieran desbordado.
Iba a adoptar a una hija china con una mujer a la que sólo quería a medias y
toleraba cada vez menos” (122).
El miércoles y jueves veremos: La relación sentimental de Aida
y Bruno.
Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog La Acequia. © Myriam Goldenberg
7 comments:
Uno de los personajes para mi interesantes de la novela es Andrés, del que se atisba algo nuevo tras conocer que posee un libro dedicado de Lorca.
Besos
GUILLERMO ELT comnenta:
Yo te voy a hablar de un personaje que se llama Guille y.... Jajajajajajaja. Naaaa, notasustes. Mandarte un Besibrazo enorme y que sepas que soy,a pesar de todo, de los de "siempre"
Tomando nota, que es gerundio.
Besos y salud
Me gusta este personaje de Andrés
Interesante reflexión del hijo...Tiene su tiempo y se llama Piedad.
Besote guapa
Estoy pensando en que no me voy a comprar el libro. Leer tus artículos creo que es bastante mejor.
:)
Un beso.
Tengo en cuenta todo. Hoy he empezado a leer el libro.
Un beso
La relación de Bruno con su familiar es la de un hombre que no puede establecer sólidos lazos afectivos permanentes con nadie quizá, precisamente, por la actitud del padre. Guardar un secreto tan profundo siempre marca la personalidad y le convierte a alguien en un huérfano de su propia historia.
Besos.
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