Viene de aquí
Aida, la protagonista de esta
novela, es una periodista, Lic en Historia
(93), de poco más de
40 años, que resultan ser 47 años, nacida en Guijón, Asturias,
España, como hija única, con padre
sindicalista (324, 355) ausente
la mayor parte del tiempo (337) trabajando en el astillero, la clandestinidad (cuando ella
era niña) , y el bar (57), una madre roja, rayana en el fundamentalismo, Inés, (324, 356) ,
una abuela, Claudia, que
nunca se llegó a casar con su abuelo Ángel, por causa de la guerra civil
que los separó y bajo cuyo mito de héroe
creció Aida, una abuela que parió y educó a su hija Inés, sola ella en Guijón (175). Todas las relaciones sentimentales de Aida han colapsado y dejado “mucho callo en las vísceras”
(67), “mucho callo en el corazón”( 94) “mucho callo ya en los asuntos sentimentales”
(443) y desde la relación de amor adolescente
que la desbarajustó dejándola en “un caos sentimental y la vida vuelta al revés” (92), con Asier,
fotógrafo del periódico en donde ella trabaja,
ha tenido “una retahíla” de
relaciones y mucho sexo, sin contar con ninguna “especial”(21). Con Asier guarda una amistad que le permite contarle, por ejemplo, cómo va
su relación con Bruno (411, 412) incluido tener sexo con él de vez en cuando, incluso una vez estando ya
con Bruno cuando la relación de ellos no andaba bien (289), eso sí, pensando en
Bruno (290). Una relación ésta última en “la que se había dejado querer”
hilvanando lo cotidiano (443) y desarrollando la relación en la distancia
(465 km. para ser exactos, Madrid- Gijón) con encuentros de tanto en
tanto y el uso asiduo de las tecnologías
modernas. Una relación en la que ella había creído al principio “que había
poseído las claves de la situación” (443) a pesar de que ya en el primer encuentro “pensaba”, “sabía”, que Bruno era egocéntrico (443) -diferente al resto de mujeres de la vida de
Bruno- no se había tragado el elogio suyo, elogio que había contemplado con distancia
emocional ( en virtud de su profesión y
de sus callos, por más de que se sintiera orgullosa) (443) Aun así, se
dejaba querer por él, arrullada “por aquella marea de palabras bonitas que le
regalaba desde la distancia”, sin sentirse “dueña” ni del amor, ni de la
“voluntad” de aquel hombre “a cuyo amor se
había ido entregando sin remedio”, sin
perder de vista, que Bruno era uno más “en las cuentas del rosario de su
historia sentimental, y eso tenía un precio”. (443). Lo
veremos más adelante en detalle y veremos si las cosas son así.
De Aida también llegamos a saber que en la
adolescencia tuvo dudas sobre su sexualidad, soñando con una profesora de la
que la volvía loca su perfume (337). Aida
por lo general se vio atraída por
hombres más jóvenes irresponsables por
lo que Bruno fuera mayor, era toda una novedad que, aunque a veces el fuera más
crío que ella, le gustaba, eso de tener a su lado “un hombre mayor y protector”
(411) .
Aida siente
una necesidad muy grande no sólo de recuperar la Memoria Histórica, sino también
de entender las lagunas y los mitos de su propia biografía (174), por eso indaga en la historia familiar en el
pueblo de Bustiello, en la casa de Pomar, dónde creció su abuela materna, y busca los restos de su abuelo materno
represaliado -toda una obsesión- con su amigo Pablo, de la Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Es dinámica, eficiente como profesional, poco asertiva frente a determinadas
personas (498) y se responde ella misma que eso es porque no sabe decir no (499) (como no puede
decir “no” al pedido de Bruno de entrevistar a su padre que “era de derechas a
rabiar”) (499). Aida es comunicativa
(480), cuando se pone nerviosa o no sabe qué dirección tomar, hacer orden la salva,
la mantiene “cuerda” (93, 195, 196) de forma un poco obsesiva, tiene la manía
de guardarlo todo y es muy curiosa (243).
Su nevera casi siempre
está vacía (91, 381), muchas veces, su
casa, era “una estación de paso” (381) cuyo silencio no soportaba muchas veces
por lo que la tenía que llenar de ruido de la tele y/o la radio (92). De ojos azules
(44), físicamente muy delgada, a veces se sentía “fea, vieja, flaca” y acomplejada (136). Aida, es empática, compasiva (hasta un cierto
punto) (399); sabe muy bien actuar y
tiene una gran capacidad para fingir (499, 500) cuando lo necesita, sobretodo
en su trabajo, para lograr que la gente se abra y así obtener buenas
entrevistas, incluso las veces que
sentía crecer la ira por dentro y a punto de estallar, “lograba
disimular con su perenne sonrisa y cara
de niña buena”, casi angelical (499). Es
adicta al teléfono móvil tanto en lo personal como en lo laboral (430). Comienza
una relación sentimental con Bruno, a quien conoce personalmente en una
entrevista enviada por su trabajo (53) pero que ya había visto en la
pantalla, incluso en Estudio 1, junto con su abuela y su madre, por lo
que este hecho la conecta con su pasado, sus recuerdos, sus emociones y
sensaciones (54). Se reúne cada tanto
con sus amigas “las guerrilleras” de las cuales Jimena, supuestamente médica,
es la mejor amiga suya y la que cumple
la función de poner en orden el desorden
sentimental de Aida (382). Sus abuelos
paternos están ausentes también, ella recuerda una confusa discusión con sus padres viajando a Badajoz al entierro del
abuelo, que Aida no había conocido, en
el Renault azul, que su padre sindicalista había comprado y por el que se
avergonzaba, no fuera a creer que en el pueblo pensaran que era rico (424).
De su
familia viva queda sólo, además de su madre y posiblemente su padre, (siempre ausente,
pag. 336, no sabemos si sigue vivo o no, como no pincha ni corta, posiblemente
por ahí ande en su limbo sindical y/o bar), su tía-abuela Paloma, con quien Aida tiene una muy buena relación y que
cuida hasta la muerte. Aida creció sin demostraciones de afecto: “eso de
los besos y abrazos era un exotismo emocional, una debilidad insólita, directamente
no existía” (268). Tampoco celebraba las
Navidades con sus padres, sólo después
de que muriera el segundo marido de la tía abuela Paloma, Aida pasaba las
navidades con ella (354). Aida a veces
se sentía sola y echaba de menos no tener hermanos, primos, etc, (425).
Ser feliz eral algo que ”le daba como
vergüenza” (336), la felicidad era un concepto devaluado para ella (67) y disfrutaba de la “serenidad que le
proporcionaba conducir en soledad” y del placer “cromático” de los árboles
y de la música en su equipo al manejar el auto sola (146). Su madre,
que se le cuela en el coche a propósito
del Debate en el Congreso de Diputados, para aprobar el proyecto de Ley sobre la
Memoria Histórica”, oportunidad que Aida aprovecha para un encuentro con Bruno,
la agobia, hablándole a ella de
viejas historias que Aida se sabía de memoria (147), historias de “vencidos”,
“agravios y pesares”, “dolor y desgarro” con las que había crecido, mientras ella pensaba conduciendo, si
se iba depilar o no (148).
Al crecer Aida, con padre ausente y abuelo represaliado, -al que no conoció, pero que es un
héroe, un gran un mito- carece de figuras masculinas significantes y modeladoras concretas, desde
su más tierna infancia, por lo que el arrullo del actor Bruno en la tele, cuando ella era niña durmiéndose
en las faldas de la abuela, cobra
especial relevancia y es relatado de manera sublime por la autora. La madre con
su carácter extremo, ofuscado,
fundamentalista y anclado en el resentimiento y el dolor, sumado
al poco afecto que le ha brindado a su hija, podrían haber hecho de Aida una mediocre, resentida-amargada,
sin embargo, no lo es, lo cual muestra
su capacidad interna, su potencial; hace una carrera brillante, incluso es ascendida
en su puesto, también tiene vida social (amigas, amigos compañeros de trabajo) El
desnivel lo vemos en el plano afectivo
relacionado con hombres y asuntos sentimentales, va a fallar, -lo raro sería
que no lo hiciera- En primer lugar elije mal las parejas,- ya sea
inmaduros o varones como Bruno con clara incapacidad para manejar todo lo
emocional, que hasta incluso llega a ser
cerrado o desconectado y con una vida propia hecha un lío- luego, les demanda lo que no pueden darle, incluso personas
que no tuvieran las dificultades de Bruno, ningún hombre podría rellenar las
carencias afectivas que viene arrastrando desde la infancia, con más razón Bruno. Pero esto lo veremos más en detalle al
analizar la relación de pareja de Aida y Bruno.
Bruno, de 58 años (Pag. 73), actor, hijo único, tiene una prima Aurora (207), trabaja y vive en Madrid, en casa de su padre nonagenario desde hace
unos meses, porque en la euforia
inmobiliaria vendió su casa “por una pasta, harto de la sangría y voracidad” de
sus dos exmujeres y tres
hijos: “ “aquella familia extravagante”, “múltiple”,
hasta “exótica”, según qué momentos, la única que ha sido capaz de
formar (73). Es dos veces divorciado: con la
primera mujer, Marisa, alcohólica
que pasaba temporadas en rehabilitación
(77), tiene una hija, Lisístrata (Lisis), de 30 años y un hijo, Oscar de 28. De la segunda mujer, Macarena, tiene
una hija adoptiva china, Morgana, de 7 años. También para Bruno, “La felicidad está sobrevalorada”, “es una entelequia”, no está muy seguro de su
definición (152), igualmente, no cree en el “amor total”, “el amor
verdadero”, al que considera una
impostura (153). Y ve a la vida como un
asumir el hecho el vivir en soledad, algo que le produce “un sedimento de amargura
tenue” (153). Detesta su vida y tanto daría por ser otro,
cualquiera de los personajes que interpreta (126), que ignora
hasta dónde es él mismo o cualquiera de ellos,
o varios a la vez (152), Sufre, vive
atormentado por la mala relación con sus ex y con sus hijos grandes sumido “en un alud de
preocupación, de cansancio, de angustia, de hastío, de irritación,
de culpabilidad,” etc, etc (74)
que le producía muchas veces, insomnio
(74, 124)”. Ver más adelante, el apartado sobre los hijos y su
relación con él, igualmente ver el de La relación con su padre, que siempre lo ha
desvalorizado y dominado. Ha tenido
además muchas relaciones de pareja y amantes (73, 123,
153, 154) antes de iniciar esta con Aida,
11 años menor que él (411). Y ha sido un marido infiel, por ejemplo, cuando “se tiraba noche si y
noche también a la Lisístrata de la obra” (76)
que sí consiguió el papel (que no pudo
Marisa, que era actriz y estaba entonces embarazada de
5 meses, aunque hubiera ido a la audición fajada, por la que su primogénita lleva el nombre). Esa infidelidad Marisa nunca la supo “como tantas otras cosas que formaban el
catálogo inagotable de mentiras de Bruno” (76). Sin embargo, cuando ésta enferma de cáncer
de páncreas, él la cuida con esmerada dedicación (322, 347, 348). Macarena,
la segunda mujer, era muy emotiva,
muy llorona por lo que fuera,
“con inocencia medio hippy” (121).
Bruno
le confiesa a Aida que había sido esa, una
relación “agobiante” en la que “que se dejó llevar” que él en
realidad, no había querido casarse
(120-123), que lo hizo por los papeles
de adopción de la niña (Macarena había querido adoptar, no él) . Cuando Bruno recuerda el inicio de su relación
con Marisa, tan jovencitos ambos,
tiene “una sensación de extrañeza”, no se reconoce, a ese joven “ese que tiene mi nombre es un
personaje de libro que leí hace mucho tiempo y que recuerdo vagamente” (215).
Todas las mujeres de su vida sin excepción concuerdan en que Bruno es egocéntrico (442,
443) Asier, el ex pareja y compañero de Aida ve a Bruno “inseguro, egocéntrico y
seguramente una mierda” que la trata mal.
A ella la ve cambiada desde que está con Bruno, la ve triste (412). Y
ella siente vaivenes sentimentales que van de la euforia al miedo a sentirse sola (422). La amiga de Aida, supuestamente médica, Jimena, lo veía a Bruno “inconsistente”
(“reproduciendo un guion”, “impostura total” (383). Todas las mujeres que habían pasado por la
vida de Bruno coincidían en que “Bruno sólo se quería a sí mismo” “o para ser
rigurosos se quería tan por encima de
todas las cosas que podía llegar a ser cierta la afirmación de que sólo se
quería a sí mismo (…)”, que tenía un
“elevado concepto de sí mismo” y que el
resto de las personas, etc, etc, a su
alrededor “palidecían hasta hacerse
invisibles” (442). En cuanto a la
explicación de por qué esto era así, había distintas interpretaciones entre
ellas dependiendo del amor que sintieron por él y “el grado en que sus
expectativas se hubieran visto defraudadas”. El mismo si tenía que dar una explicación al
respecto, daba una muy confusa (442). El reconoce, sin embargo, haber sido mal marido, o pareja, pero a
algunas mujeres las quiso (127) (Y sí que las quiso, a su manera las quiso y
cuida a Marisa con su cáncer).
Y ahora hago una observación, sobre el tercer párrafo de
la pág 442: “Otra cosa muy distinta era que…Tan suyo que jamás…. de
nadie”. Le he dado muchas vueltas y
no me cierra. La autora nos dice
que la verdad última de que fuera
egocéntrico, cubierta muchas veces por
“una capa de indolencia o aparente desinterés”, llevaba a la errónea conclusión de que Bruno “era un tipo inconsistente en lo
emocional” tomado inconsistente,
se entiende, con la def. que nos proveyó la autora puesta en boca de Jimena
señalada por mí más arriba, (guion, impostura) (383). La autora nos dice que esas personas “que
así lo juzgaban se equivocaban de medio a medio”. Y L.C:
nos da la pista: “quizás el gran problema
a la hora de establecer relaciones
personales tenía que ver, para decirlo de una forma sencilla, con que
Bruno era muy suyo” (egoísta, ególatra).
Y con esto, derrumba, según como
yo lo veo, una caracterización soberbia de la compleja personalidad de Bruno, relegándola a un mero
desajuste en las relaciones por ser un simple egoísta. Una pena. Tampoco es que fuera, desde la psicología, “un inconsistente en lo emocional” completo creándose vidas diferentes a la suya,
y viviendo con una personalidad completamente falsa, hueca, ficticia (pero eso no pueden saberlo las
personas -personajes de la novela- que lo critican, obvio) . Hay puntos dolorosos en su historia vital, que
están muy bien señalados en la obra, y
el dolor hace que se cierre, poniéndose
una coraza, para evitarlo, algo que
lo hace ver insensible o indolente, cuando en realidad es un sujeto sufriente
que no está a gusto para nada con su vida, que daría lo que fuera por ser otro, por ver a sus hijos felices, por tener una buena pareja.
El lunes veremos Los padres de Bruno, la relación del padre con
él y la de Bruno con sus propios hijos
Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog La Acequia. © Myriam Goldenberg
8 comments:
:)
Besos y salud
Gran trabajo en profundidad y de síntesis de los personajes principales y las relaciones que los unen en la novela.
Voy por la mitad de la novela y la mayoría de las cosas que cuentas de después ya se van intuyendo.
Un abrazo.
Excelente análisis con el que coincido plenamente, Myriam. Quizá en la caracterización de Bruno pese excesivamente la mirada de Aida porque, en realidad, nunca le vemos actuar verdaderamente por él mismo.
Besos.
Detallado anàlisis de la obra, te felicito Myriam aunque no puedo decir nada porque no la he leìdo aùn. Besitos :)
Interesante análisis. Ya llevo digerido una parte de la novela ;D
Besote guapa
Con estos trabajos tan intensos, casi nos ahorras la lectura del libro :-)
Un beso.
Aida es un personaje muy bien trazado, fruto de mucho tiempo sin atreverse a publicar, me da la impresión.
Aida necesita completar el puzzle familiar para entenderse a si misma. Bruno es una pintura estupenda del egoísta incapaz de dar amor.
Excelente análisis, Myriam.
Besos
Tras tus comentarios dan ganas de releer la novela.
Besos
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