Friday, November 13, 2020

De Egipto hasta Roma y más allá; transporte de obeliscos. Art por Francesc Cervera

 

La fuente de los Cuatro Ríos en la famosa plaza Piazza Navona de Roma está coronada por la copia romana de un obelisco egipcio, proveniente del Circo de Majencio. Foto: Istock


Según relata Plinio el Viejo, en el año 10 a.C., por orden de Augusto, se transportaron a Roma dos obeliscos de Heliópolis (al nordeste de El Cairo). El primero se colocó en la espina del Circo Máximo, y el segundo sirvió de marcador para el monumental reloj de sol que se construyó en el Campo de Marte. Para Augusto, primer emperador de Roma, fue también un símbolo con el que celebrar su victoria sobre Antonio y Cleopatra.

Cincuenta años después, en el año 40 d.C. Calígula imitó a su divino antepasado: se llevó a Roma un obelisco de 25 metros del templo de Karnak, en Tebas, y lo instaló en el Circo Vaticano. Plinio refiere que tanto la nave usada por Augusto como la empleada por Calígula, causaron asombro entre los romanos, de manera que fueron amarradas, la primera en el antiguo puerto romano de Ostia y la segunda en Nápoles, para que el pueblo las pudiera visitar.

Años más tarde Claudio hundiría la nave de Calígula, que remolcó desde Nápoles, llenándola con cajas de cemento, para asentar el faro del nuevo puerto de Ostia. De hecho algunos restos de esta nave fueron descubiertos en 1959 por el arqueólogo Otello Testaguzza, quien propuso que el casco de la nave tendría unas medidas de 104 por 20 metros. Sin embargo el hecho de que el obelisco de Calígula midiera solo 25 metros de altura, ha hecho sospechar a investigadores más recientes de que la nave no superaría los 50 metros de largo.


Transporte de una de las Agujas de Cleopatra desde Alejandría, Egipto, hasta Nueva York a bordo del SS "Dessoug" en el verano de 1880. Foto: Cordon Press

 

La moda de los obeliscos

La iniciativa de estos primeros emperadores fue muy popular, de modo que, a lo largo de los siglos siguientes, se importarían más obeliscos antiguos, se encargarían nuevos ejemplares e incluso se harían copias en la propia Roma. El obelisco de mayor envergadura (32 metros y 455 toneladas de peso) fue trasladado desde Karnak por Constancio II, hijo de Constantino, en el 357 d.C.

Según comenta Plinio, el barco de Calígula estaba dotado de un amplio velamen: el mástil de fresno era tan grueso que se necesitaban los brazos de cuatro hombres para rodearlo. Amiano Marcelino, por su parte, afirma que la nave de Constancio II se impulsaba con 300 remeros. Se supone además que ambas embarcaciones dispondrían de un conjunto de remolcadores, para ayudar en su maniobra y navegación.

Ante la parquedad de datos que nos proporcionan las fuentes, el método concreto con el que se transportaron los pesados obeliscos, desde tan lejos y con la tecnología de la época, continúa siendo una incógnita que los arqueólogos luchan por descubrir.

 

El complicado transporte de los obeliscos

Así pues ¿cómo podría haber sido el transporte de un obelisco, desde su lejano templo o cantera hasta Roma? Primero se bajaba el monumento hasta un trineo especialmente diseñado, con ayuda de poleas y un armazón de madera para evitar su rotura. El siguiente paso era la excavación de una trinchera al lado del Nilo, en la que se construía la barcaza de transporte. Era entonces el momento de arrastrar el obelisco hasta el río, con ayuda de leche y mantequilla como lubricantes, y subirlo a su medio de transporte. Llegada la crecida del Nilo, la trinchera se convertía en un canal, con lo que la barcaza flotaba, y se remolcaba río abajo hasta Alejandría mediante pequeñas embarcaciones.

Ya en la costa el obelisco era trasladado a una nave de transporte de mayor envergadura y calado. A su llegada a Ostia, el obelisco era reembarcado en una segunda barcaza fluvial, tirada por yuntas de bueyes Tíber arriba. Al llegar a Roma sería descargado y transportado hasta su lugar de destino mediante un trineo, para finalmente ser arrastrado por un conjunto de grúas sobre una rampa de tierra hasta descender su base al pequeño pozo donde encajaba.

¿Tres naves?

En el año 2000 el historiador Armin Wirsching afirmó que el transporte se habría realizado por tres barcos unidos: dos embarcaciones de unos 37 por 5 metros unidas con vigas sostendrían el obelisco entre sus cascos, mientras que un trirreme situado delante se encargaría del remolque.

Wirsching basó su estudio en la reinterpretación de ciertos murales egipcios, como los de la tumba de Hatshepsut, y otras fuentes que describen naves paralelas usadas para transportar bloques de piedra. Además, según él, no existía la tecnología para crear un barco tan grande, por lo que se tendrían que haber usado otros más pequeños. Así mismo, afirma en su investigación que el transporte sería más estable si el obelisco se mantenía a nivel del agua.

 

Después de los Césares

El Renacimiento avivó de nuevo el interés por los obeliscos: numerosos conjuntos esculturales -como la fuente de los cuatro ríos de Bernini- fueron levantados para servirles de soporte, se restauraron algunos que habían caído e incluso se volvieron a realizar copias. Precisamente en este período cuando se movió el obelisco de Calígula desde las ruinas del Circo Vaticano hasta la nueva plaza de San Pedro. Para moverlo, al igual que en tiempos antiguos, se usó una estructura de madera para sostener el peso, mientras que el monumento era bajado hasta unas vías de madera. Los cabestrantes tirados por caballos sustituyeron las grúas de rueda romanas, y en vez de un trineo se usaron troncos para transportar rodando los enormes bloques por los raíles de madera. El traslado por tierra fue tan lento que se avanzaba a poco más de 30 metros al día.

No será hasta el siglo XIX, con la llegada de los nuevos barcos de vapor, que volverán a transportarse obeliscos por vía marítima. Deseoso de romper con el poder otomano y estrechar sus vínculos con occidente, Mehmet Alí, el nuevo valí o gobernador de Egipto, decidió regalar algunos monumentos antiguos.

 

Obelisco  en la Plaza de Concorde de Paris. Foto: iStock

 

Francia fue el primer país en beneficiarse de ello. Champollion en persona se encargó, en 1830, de escoger uno entre todos los del templo de Luxor. Al año siguiente un vapor de fondo plano especialmente construido para la ocasión, y apropiadamente llamado Louxor, partió hacia Egipto. Tras ser remolcado por el Mediterráneo, remontó el Nilo hasta Tebas, donde cargó el obelisco, llegando a París en 1833, después de dar la vuelta a España y navegar Sena arriba. Este obelisco se levanta hoy en la Place de la Concorde.

Por su parte ingleses y americanos también recibieron sendos obeliscos en la segunda mitad de siglo, popularmente conocidos como las Agujas de Cleopatra, Cleopatra’s Needles en inglés: el obelisco americano se halla hoy en Central Park, delante del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, mientras que el inglés se puede ver en Londres, en los jardines del Victoria Embankment al borde del Támesis.

 

 Art. por Francesc Cervera  publicado originalmente aquí 

 

Más sobre obeliscos aquí 

 

 

19 comments:

Carlos Augusto Pereyra Martínez said...

La arquitectura independiente se observa (aunque algunos elementos guardan relación con los de internalidad), si se atiende a tus crónicas tan bien informadas, dataeadas, a los obeliscos, en su mayor parte para destacar la gloria generada por las conquistas, o para emplazar objetos como los relojes. Cuánta épica denota su post, frente a los obeliscos, que engalanan y exornan las plazas de armas, o avenidas, con una mayor hermosura que la misma torre de babel. Un abrazo. Carlos

Campirela_ said...

Preciosa arquitectura , además he de decir que la conozco personalmente y cuando la vi me impresionó tanto belleza.Grandiosos obeliscos que dan todavía si cabe más la grandeza. Un placer leerte . Muakisss.

Ester said...

La primera vez que fui a Roma lei mucho sobre los obeliscos y su traslado, luego me fije en las uniones, tambien se trasladaron templos, hay ingenieros muy hábiles en estos menesteres. Es un tema interesante. Abrazos

Francesc Cornadó said...

Imagino la proeza del transporte. Hay trabajos que requieren mucha inteligencia y gran decisión. Después del transporte de los obeliscos traídos de Egipto, tenían que colocarlos perfectamente aplomados y asegurar su estabilidad y esto tampoco es fácil.
Perdona que relate una experiencia propia que por haberla vivido me permite apreciar el gran valor que tienen estos trabajos.
Tuve que dirigir las obras de colocación de un transformador enorme sobre la azotea de un edificio de 27 plantas situado en el centro de Barcelona y aquello que no es nada comparado con el trabajo que hicieron aquellos antepasados, costó lo suyo. Además de las grúas, los caminones, el corte de tráfico y los medios de seguridad -actualmente muy estrictos- tuve que calcular el refuerzo de la estructura del edificio, considerar la carga puntual y las vibraciones y construir las jácenas de apeo. Disponiendo hoy de unos medios técnicos incomparables muy superiores a los de entonces, me constó muchas horas de sueño, no solo a mí sino a todo el equipo de profesionales.
Salud
Francesc Cornadó

Neogeminis Mónica Frau said...

Muy interesante como siempre, Myriam. Pensar en esas proezas de traslado con una tecnología tan limitada y a puro ingenio nos llena de asombro aún hoy en día. Ahora, el hecho que un monumento creado por una cultura luego sometida fuera trasladada por la potencia dominante a su propio territorio para adornar sus calles y monumentos nos habla de esa característica tan humana de querer humillar al vencido.
Un fuerte abrazo

Gabiliante said...

yo, lo queveo mas complicado estumbarlo y volverlo a levantar, porque supongo que los trasladaban de una pieza)
cuando se piensa en las obras de ingenieria que hicieron los antiguos, con aque¡llos medios,,,
y nosotros nos creemos que somos, con la tecnica a nuestra dispodicion...
Besosss Myriam

Jorge M said...

Hola amiga Myriam siempre son tan interesantes y educativos tus artículos, siempre aprendo algo nuevo y eso es genial y se te agradece.
Cuídate mucho y pasa buen fin de semana

Albada Dos said...

Parece increíble que se movieran, esas moles tan inmensas, hasta llevarlas hasta donde fuera. El ser humano siempre nos deja boquiabiertos, ante el ingenio que ya ha brillado.

Un abrazo, y gracias por compartir.

Cayetano said...

Ya sabía Obélix que sus menhires iban a ponerse de moda con el tiempo; eso sí: más estilizados, pulidos y esbeltos.
Un abrazo, Myriam.

manouche said...

Il est vrai que les modernes" œuvres d'art" en caoutchouc gonflé ou plastique coloré sont plus faciles à transporter !!

Javier Rodríguez Albuquerque said...

Los tatarabuelos de los cohetes espaciales :-)
Musu bat.

Maripaz said...

Que interesante tu aportación, Myriam. Realmente una proeza la de estos hombres de aquella época. Me maravilla ver las obras de ingeniería con tan pocos medios de entonces.
He visitado Roma tres veces y he podido observar de cerca el de la Plaza San Pedro, el de Flaminio en Piazza del Popolo y alguno otro. Una maravilla.
Abrazos.

Charly said...

Es un milagro como podían construir y mover esas maravillas gigantescas
Sin duda los barcos hicieron posibles muchos viajes de monumentos.
La estatua de la libertad es un ejemplo.
Un placer leerte
Besos

Bertha said...

Hola estimada Miryam:

Es una gran alegría saber que aun seguis alimentando estos rinconcitos donde vuestras reflexiones son un aliciente para seguir visitando . Nunca te acostarás sin aprender nada nuevo.

Los obeliscos esas señas de identidad de un pueblo que desde que el hombre ha pisado la tierra tiene siempre necesidad de perpetuar su paso.

La verdad que construirlos era un triunfo pero desmontarlos eso es una hazaña y sobre todo estamos hablando de una época que todo era manual y gracias a estas cabezas pensantes hoy en día podemos saber muchos secretos de esa ingenieria...

Un abrazo enorme y tengo que confesarte que he entrado tres veces y no me ha aceptado el comentario...

Beauséant said...

Así es el ser humano, tanto dinero y vidas humanas gastadas en mover un cacho de piedra que, en realidad, sólo sirve para "hacer bonito"...

Marta Alicia Pereyra Buffaz said...

Me encantó tu artículo sobre los obeliscos tan bien documentado. Te confieso que siempre me interesó el tema porque nunca le vi el objetivo a los obeliscos ni la belleza de su erección desde tiempos inmemoriales.
Siempre leí sobre ellos y, tal vez, conozcas la interpretación sicológica o, quizás freudiana, que son símbolo de la virilidad masculina. Los varones poderosos del pasado remoto o del más cercano o del presente planten estos símbolos erectos de su poderío o de su reafirmación de su masculinidad.
¿Será por mi interpretación que me resulta interesante su historia, pero sin encontrarle la belleza como obras artísticas? No sé la respuesta...

¿Los tótems de los pueblos primitivos de América y de algún otro sitio no serían algo similar a obeliscos?
La historia de la cultura humana es cautivante porque seguimos siendo iguales a nuestros ancestros humanos primitivos. No cambiamos mucho.

Un abrazo gigante y muchas gracias por tu visita y comentario en mi blog que me hizo emocionar tu emoción al leerme. También me releí y encontré algunos errores porque lo escribí un poco apurada.

Gracias por tu amistad de tantos años y tu lealtad.

Pedro Ojeda Escudero said...

Son hitos perdurables. Sigue la moda, pero ahora ya no tienen demasiado sentido: no somos tan altos como antes.
Besos.

Colotordoc said...

En España tenemos el Templo de Debot. Un obsequio del gobierno egipcio al español, por su ayuda, durante el traslado del templo que quedaría bajo las aguas de la represa de Asuán.

Ya sabes que somos algo narcisista, con las ciudades y si vemos algo que gusta en una, la entonces "dueña" del mundo, no podía ser menos.

Besote

Tais Luso de Carvalho said...

Olá, Myriam, que show de postagem, amiga, imagino o transporte de obelisco! A viajem complicada que deve ter sido. Uma escultura das mais belas!
Obrigada pela partilha tão trabalhosa e bela que você nos passa.
Uma ótima semana, beijo,
cuide da saúde.