Lo intangible puede no ser menos cierto, digo yo, como los fantasmas a los que el mexicano Juan Rulfo (1917-1986) da vida -símil de los que él mismo lleva adentro-, que relata cumpliendo una promesa hecha en el lecho de muerte de su madre Juan Preciado, hijo de Dolores Preciado, una de las mujeres de Pedro Páramo con quien se había casado por dinero y que ésta luego abandona con su hijo a cuestas. También hay otras voces que cuentan desde su punto de vista la vida de las gentes en la aldea Comala y en la estancia Media Luna, propiedad del cacique Pedro Páramo, padre de Juan -y de muchos otros hijos- en el estado de Colima en el occidente mexicano, colindante con el de Jalisco en dónde nació nuestro autor. "Un lugar con mucho magnetismo", según me relata mi hermana residente en el país y que ha visitado Comala. "Comala te va a encantar", afirma. (Desde entonces, sólo veo fantasmas en mis sueños ;-)).
Antes de seguir adelante, quiero decir lo mucho que me gustó esta lectura que tenía pendiente desde hacia tiempo y a la que me adentré completamente virgen, siguiéndola hasta el final de un tirón, dejándome llevar por la mano de Juan Rulfo a ese lugar mágico en el que pasado y presente se mezclan con vivos y muertos, más muertos que vivos, porque al final, resulta que todos están muertos pero no por eso, callados. Ecos del ayer cobran vida entre las polvorientas calles del pueblo y ataúdes enterrados. Almas en pena que no han gozado de la salvación que otorga la iglesia católica; almas irredentas y atrapadas en lo que ahora es un pueblo yermo, como yerma lo es también la tierra que ha dejado de cultivarse.
"Nadie entra en su propia tragedia y sale indemne", dice Pedro, nuestro profesor. Juan Preciado, el personaje central de esta novela y primer relator, llega a Comala, como he dicho, cumpliendo el mandato de su madre, mandato que expresado en lecho de muerte tiene una carga tremenda para el receptor y además, como si eso fuera poco, la madre le pide que vengue lo que su padre les hizo a ambos. El mismo Juan Nepomuceno Perez Rulfo Vizcaino -al que le pusieron los nombres como si de "un racimo" familiar se tratara, según sus propias palabras, Juan Rulfo para los amigos y la posteridad- cuando tenía 10-11 años, en 1928, vio como habían colgado de los pies a su abuelo asesinado, a su padre acribillado y a sus tíos también asesinados, con sus cadáveres colgando de los postes del Telégrafo. Juan Rulfo ha crecido rodeado de fantasmas, producto por la Guerra Cristera (1926-29) provocada por una Iglesia Católica Apostólica y Romana que se negaba a perder sus privilegios, los cuales habían sido aparcados o disminuídos por el Gobierno Civil de aquella época. Una guerra, después de otra (la de la revolución mexicana de 1910-1917) que provocó, según las cifras que se han estimado, alrededor de los 250.000 muertos. Una guerra que es mencionada en Pedro Páramo. El autor ha dicho en contadas ocasiones que no hay nada autobiográfico en este escrito suyo ni en ningún otro, pero mi hipótesis es que sí, aunque de forma inconsciente si se quiere. Sus personajes están todos muertos como lo están sus familiares y él mismo, ha crecido entre fantasmas (y obsesiones), como he dicho antes.
Para mi la propia tragedia del autor, trasunta literaturizada en esta obra en la que destacan el tiempo circular del mito y las oposiciones entre silencios y murmullos, como los expertos han tan acertadamente señalado. En la búsqueda por la reconstrucción de la historia personal del personaje Juan Preciado, está inmersa la del propio autor que busca encontrar -es de suponer- algún sentido a tanta violencia desatada en la que sus propios valores religiosos se tensan, cuestionan y revientan en la hipocresía del cura, el Padre Rentería, que no obtiene la absolución de sus propios colegas por haberse vendido al Poder. El personaje Juan Preciado sucumbe a su propia tragedia en esa búsqueda y por lo tanto es un héroe trágico. Ni después de muerto obtiene todas las respuestas para armar su propio puzle personal. Y no las obtiene porque no puede haberlas. No hay ni explicación ni justificación alguna para tanto dolor y tantas muertes, para tanta esterilidad, venganza y tierra yerma; para tanto odio, tanta maldad. Todos llevan su dolor a cuestas", tal como han dicho otros que han escrito sobre esta obra. Y yo afirmo, también lo hace el propio autor, también él lo lleva y escribir, para él, ha sido una necesidad..
Juan Rulfo desparrama su propio dolor entre sus personajes fantasmales, almas en pena, parlanchinas a quien más, pero que al final, no podrán narrar lo inenarrable. La producción literaria innovadora de Juan Rulfo se concentra en tres títulos: "El llano en Llamas", "Pedro Páramo" y "EL gallo de oro". No puede haber más porque eso sería por un lado, revivir el trauma insuperado, -aliviado, sí, pero no superado o trascendido- escarbar en la herida abierta -incluso, llegar a regodearse morbosamente en el dolor- y por otro, Juan Rulfo no es amigo ni de las redundancias ni de las repeticiones; su lenguaje es poético, local y conciso. Ha depurado el texto al máximo, a lo puramente esencial y eso da mucha más fuerza a su vibrante prosa. Esta novela en la edición no comentada que manejo tiene sólo 115 páginas.
"Allá me oirás mejor (....)"
"Allá hallarás mi querencia -le dice Dolores Preciado a su hijo- El lugar que yo quise. Donde los sueños se enflaquecieron. Mi pueblo, levantado sobre la llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos. sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad. El amanecer; la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del aire. Allí, dónde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida".
El recuerdo idealizado de la madre, esa visión edénica, va a colisionar y desintegrarse en la realidad vivida por su hijo, Juan Preciado, quien sin poder retornar al paraíso prometido por la madre, tampoco es capaz de respirar; le faltó el aire: "tuve que sorber el propio aire que salía de mi boca (...)"; a quien los murmullos de Comala terminaron matando, tal como dice el ánima de Juan a Dorotea en el sepulcro: "Me mataron los murmullos. Aunque ya tenía retrasado el miedo. Se me había venido juntando, hasta que ya no pude soportarlo. Y cuando me encontré con los murmullos se me reventaron las cuerdas".
Quizás la gran diferencia entre Juan Rulfo y su personaje Juan Preciado sea esta: que el autor siguiera en el mundo de los vivos, redimido -aunque lo fuera parcialmente- por el poder de ejercer la literatura como vía de sublimación que frena o impide la autodestrucción y la locura. En cambio, Juan Preciado sucumbió al drama de su vida convirtiéndose indiscutiblemente en un héroe trágico.
Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog: La Acequia © Myriam Goldenberg
Fotografías: por Juan Rulfo, tomadas de la red
"Pedro Páramo" de Juan Rulfo, Ed. Eterna Cadencia, Argentina, 2016.
"Nadie entra en su propia tragedia y sale indemne", dice Pedro, nuestro profesor. Juan Preciado, el personaje central de esta novela y primer relator, llega a Comala, como he dicho, cumpliendo el mandato de su madre, mandato que expresado en lecho de muerte tiene una carga tremenda para el receptor y además, como si eso fuera poco, la madre le pide que vengue lo que su padre les hizo a ambos. El mismo Juan Nepomuceno Perez Rulfo Vizcaino -al que le pusieron los nombres como si de "un racimo" familiar se tratara, según sus propias palabras, Juan Rulfo para los amigos y la posteridad- cuando tenía 10-11 años, en 1928, vio como habían colgado de los pies a su abuelo asesinado, a su padre acribillado y a sus tíos también asesinados, con sus cadáveres colgando de los postes del Telégrafo. Juan Rulfo ha crecido rodeado de fantasmas, producto por la Guerra Cristera (1926-29) provocada por una Iglesia Católica Apostólica y Romana que se negaba a perder sus privilegios, los cuales habían sido aparcados o disminuídos por el Gobierno Civil de aquella época. Una guerra, después de otra (la de la revolución mexicana de 1910-1917) que provocó, según las cifras que se han estimado, alrededor de los 250.000 muertos. Una guerra que es mencionada en Pedro Páramo. El autor ha dicho en contadas ocasiones que no hay nada autobiográfico en este escrito suyo ni en ningún otro, pero mi hipótesis es que sí, aunque de forma inconsciente si se quiere. Sus personajes están todos muertos como lo están sus familiares y él mismo, ha crecido entre fantasmas (y obsesiones), como he dicho antes.
Para mi la propia tragedia del autor, trasunta literaturizada en esta obra en la que destacan el tiempo circular del mito y las oposiciones entre silencios y murmullos, como los expertos han tan acertadamente señalado. En la búsqueda por la reconstrucción de la historia personal del personaje Juan Preciado, está inmersa la del propio autor que busca encontrar -es de suponer- algún sentido a tanta violencia desatada en la que sus propios valores religiosos se tensan, cuestionan y revientan en la hipocresía del cura, el Padre Rentería, que no obtiene la absolución de sus propios colegas por haberse vendido al Poder. El personaje Juan Preciado sucumbe a su propia tragedia en esa búsqueda y por lo tanto es un héroe trágico. Ni después de muerto obtiene todas las respuestas para armar su propio puzle personal. Y no las obtiene porque no puede haberlas. No hay ni explicación ni justificación alguna para tanto dolor y tantas muertes, para tanta esterilidad, venganza y tierra yerma; para tanto odio, tanta maldad. Todos llevan su dolor a cuestas", tal como han dicho otros que han escrito sobre esta obra. Y yo afirmo, también lo hace el propio autor, también él lo lleva y escribir, para él, ha sido una necesidad..
Juan Rulfo desparrama su propio dolor entre sus personajes fantasmales, almas en pena, parlanchinas a quien más, pero que al final, no podrán narrar lo inenarrable. La producción literaria innovadora de Juan Rulfo se concentra en tres títulos: "El llano en Llamas", "Pedro Páramo" y "EL gallo de oro". No puede haber más porque eso sería por un lado, revivir el trauma insuperado, -aliviado, sí, pero no superado o trascendido- escarbar en la herida abierta -incluso, llegar a regodearse morbosamente en el dolor- y por otro, Juan Rulfo no es amigo ni de las redundancias ni de las repeticiones; su lenguaje es poético, local y conciso. Ha depurado el texto al máximo, a lo puramente esencial y eso da mucha más fuerza a su vibrante prosa. Esta novela en la edición no comentada que manejo tiene sólo 115 páginas.
"Allá me oirás mejor (....)"
"Allá hallarás mi querencia -le dice Dolores Preciado a su hijo- El lugar que yo quise. Donde los sueños se enflaquecieron. Mi pueblo, levantado sobre la llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos. sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad. El amanecer; la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del aire. Allí, dónde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida".
El recuerdo idealizado de la madre, esa visión edénica, va a colisionar y desintegrarse en la realidad vivida por su hijo, Juan Preciado, quien sin poder retornar al paraíso prometido por la madre, tampoco es capaz de respirar; le faltó el aire: "tuve que sorber el propio aire que salía de mi boca (...)"; a quien los murmullos de Comala terminaron matando, tal como dice el ánima de Juan a Dorotea en el sepulcro: "Me mataron los murmullos. Aunque ya tenía retrasado el miedo. Se me había venido juntando, hasta que ya no pude soportarlo. Y cuando me encontré con los murmullos se me reventaron las cuerdas".
Quizás la gran diferencia entre Juan Rulfo y su personaje Juan Preciado sea esta: que el autor siguiera en el mundo de los vivos, redimido -aunque lo fuera parcialmente- por el poder de ejercer la literatura como vía de sublimación que frena o impide la autodestrucción y la locura. En cambio, Juan Preciado sucumbió al drama de su vida convirtiéndose indiscutiblemente en un héroe trágico.
Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog: La Acequia © Myriam Goldenberg
Fotografías: por Juan Rulfo, tomadas de la red
"Pedro Páramo" de Juan Rulfo, Ed. Eterna Cadencia, Argentina, 2016.
14 comments:
Pedro Páramo, creo recordar, fue la primera novela que me introdujo en el realismo mágico.
Todavía conservo un enorme recuerdo.
Musu handi bat.
Imprescindible. Esta obra la trabajé varios años con mis alumnos del antiguo COU (hoy el equivalente sería el 2º de Bachillerato), puesto que era una de las de lectura obligada en el examen de selectividad para el acceso a la universidad. En aquellos tiempos -hará de esto entre dieciocho y veinte años-yo era un profesor de la enseñanza privada (luego saqué las oposiciones para la pública) e impartía dos materias en COU, Literatura e Historia Contemporánea. Las oposiciones las gané en la especialidad de historia.
Una gran novela. Hay que ser un genio para construir un relato donde los protagonistas son los muertos. Al principio, uno cree que el lector es el interlocutor de Juan Preciado. Nada más lejos de la realidad. Es Dorotea, su compañero de tumba. La obra es importante, además, porque creó escuela. Fue la pionera de otras muchas que vinieron después.
Buen análisis el tuyo.
Un abrazo, Myriam.
Me suena de algún trabajo escolar con mi hija, pero no recuerdo demasiado, miraré porque debe estar en casa. Gracias por la "reseña" abrazos
Una novela que me marco en mis tiempos de estudiante, Juan Rulfo un hombre triste... El suyo es un viaje al origen y al núcleo duro. Un viaje en dos libros "Pedro Paramo" y "El llano en llamas" que reconstruyen un mundo mítico y perdido, hecho de algunos recuerdos y de mucha ficción, de lo poco que le contó su tío y de lo mucho que leyó en los libros, de todo lo que vio y pisó, porque era un gran fotógrafo y un gran caminante.
:)
Besos y salud
Está novela y cien años de soledad me adentraron al realsmo mágico, que tanto disfrute en mi adolescencia...Esperando estuve como Pedro :D
Besote
De un tirón y sin atragantarte. Las que valen valen...
Lo leí cuando iba al instituto pero apenas recordaba la historia. Gracias por traérnosla.
Besos, Myriam.
Impresionante tu tremenda reseña mi querida MYR!
Siempre me asombra lo concienzuda, prolija y minuciosa que eres en el análisis literario de lo que nos regalas aquí, verdaderos estudios dignos de guardar y releer para aprender.
Pero Páramo es una maravilla que te enreda en la "no vida" del pueblo de Comala. Compleja, no es nada fácil de leer, al menos no para mi... está llena de simbolismo, es casi una obra poética en prosa, difícil de leer y de comprender pero una vez te has metido dentro disfrutas muchísimo aun en su inmensa desesperanza ...
Gracias bonita! siento mis ausencias, uno de os muchos motivos es que en esta Galicia de lluvia impenitente de pronto esta primavera se hizo el sol en el cielo y no nos abandonó, siendo yo medio lagartija mientras hay sol fuera, lo siento pero no entro en casa jajaja en fin, ha vuelto la lluvia, el frío y por eso he vuelto a acurrucare entre vuestras letras ... ( si me lo permitís; )
Un beso inmeeenso MYR y de verdad enhorabuena!
Eres mejor que muchas porfis de literatura que conozco ; )
Ya me ha entrado gran curiosidad por leer esa novela, tiene que ser impresionante al tener de protagonistas a personas que ya han pasado a la otra vida. Algo original y fuera de lo común.
Te acabo de ver mientras hacía un comentario, y me ha faltado tiempo para venir y dejarte un fuerte abrazo.
Kasioles
De un tirón como una valiente.
Yo también creo que hay mucha autobiografía en la novela, viajó a su Comala y encontró lo que encontró; la desolación y los murmullos de los muertos. Ulises vuelve a Itaca. Rulfo vuelve a Comala, Sayula o Apulco, da igual.
Un buen trabajo el tuyo.
Besos Myriam.
He leído esta obra tres veces en tres épocas de mi vida... la última, la mejor, una gozada.
bss
Pues mira sinceramente yo no la he leído, así que habrá que hacerlo cuando tenga un rato.
Besos
Excelente perspectiva desde el propio autor. Es evidente que pone en la obra los temas que lo obsesionan y lo marcan, como una catarsis. De la que no se sale indemne, desde luego. Gracias, Myriam.
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