El pensamiento antiguo de Oriente y
las letras contemporáneas en Occidente pueden entrelazarse y dar algunas pistas
del laberinto en que ha ingresado Europa, del cual no parece encontrar salida.
No se trata de descontextualizar miradas, autores y argumentos, sino de tender
puentes menos convencionales para, con los límites obvios de tiempo y espacio,
hacer lecturas más diversas, alternativas o complementarias, sobre la
actualidad del viejo continente.
Comencemos por el pasado y el mundo
del Islam. Ibn Khaldun (1332-1406), historiador, sociólogo, filósofo,
economista, demógrafo y estadista tunecino del siglo XIV, quien según Arnold
Toynbee había forjado una filosofía de la historia que constituía "el
trabajo más grande que jamás haya sido creado", nos ha legado una notable
reflexión que, en tiempos agitados, aporta al entendimiento de la evolución
humana, así como de las formas colectivas de organización.
En la que quizá sea su obra más
trascendental, el Muqaddimah (o Prolegómenos) a su Historia Universal (Kitab
al Ibar), Ibn Khaldun narra, entre otros, los ciclos que atraviesan
tribus, dinastías y civilizaciones. En su minucioso estudio, analiza el proceso
de auge y caída de pueblos, gobiernos e imperios. Destaca cinco fases que
cubren tres generaciones. En una primera instancia -que coincide con una
primera generación- se manifiesta, con vigor y esfuerzo, la búsqueda del
ascenso, que culmina en la obtención del éxito. En un segundo momento se administra
el logro alcanzado y se reafirma la energía para preservarlo. Luego se produce
el goce de la riqueza acumulada, tiende a revelarse el ocio y se debilita el
poder conseguido. En un cuarto estadio, la laxitud conlleva al contentamiento y
el conformismo. En la quinta y última época predominan la desproporción, la
disipación y el malgasto.
Un hilo conductor recorre el ascenso
y el declive de familias, naciones y culturas: la asabiyah , que es la
expresión de la solidaridad, de la fortaleza de la cohesión, de la identidad de
intereses, del sentimiento de pertenencia. En el comienzo y el apogeo es la
existencia de la asabiyah la que cimenta y moviliza a los grupos humanos
(y los Estados) para alcanzar el pináculo (de poder y bienestar); en la
decadencia, su ausencia acelera la pérdida (de influencia y prosperidad) y el
colapso final.
Ibn Khaldun, que vivió y experimentó
la turbulencia que marcó el complejo declinar del mundo islámico, explica
históricamente los cambios de la vida social, política y económica mediante un
conjunto de observaciones que procuran ser universales, tanto espacial como
temporalmente. Comprende las limitaciones que impone el ambiente (interno y
externo), así como la relevancia que tienen los factores materiales. Pero al
fin le asigna a la asabiyah un lugar decisivo. Ello remite al mundo de
los valores: su presencia, vigencia y carencia son esenciales para que en toda
época y lugar las sociedades se organicen, se desarrollen o se desintegren.
En estos tiempos, la última novela
policial del griego Petros Márkaris, Con el agua al cuello , se centra
en una serie de asesinatos en Atenas en medio de la tremenda crisis que padece
Grecia. En un pasaje de su atrapante texto, se produce una tensa conversación
entre un comentarista y una conductora griegos y un señor holandés, Henrik de
Moor, quien trabaja en la agencia de calificación de riesgo Wallace and Cheney
(y quien después será uno de los asesinados). El comentarista comienza el
reportaje y asevera que la sociedad del bienestar griega ha adoptado medidas de
ajuste muy dolorosas. Entonces, De Moor le responde: "¿La sociedad del
bienestar? ¿Qué sociedad del bienestar? Europa descubrió la sociedad del
bienestar después de la Segunda Guerra Mundial bajo la influencia de los países
comunistas. Estos hablaban continuamente de esa sociedad y Europa occidental
adoptó la idea para contener el avance del comunismo. Las sociedades del
bienestar se vinieron abajo en 1989, señor Galanópulos, y créame, no se ha
perdido nada? Las sociedades del bienestar no existen? Sólo existen los grupos
de presión. Empresarios que luchan para defender sus intereses, trabajadores
que luchan por los suyos? La sociedad a la que usted alude es un invento".
Y continúa: "A mí me parece lógico que los que más invierten, los que crean
empresas y los que generan puestos de trabajo obtengan mayores beneficios y
privilegios. Nos guste o no, son los poderosos los que impulsan a la sociedad y
los débiles los siguen? Para concluir, diré que uno de los factores que
provocaron el desmoronamiento de su país es su incapacidad para asentar sobre
unas bases sólidas las relaciones entre los distintos grupos sociales". Y
realmente concluye, ante una pregunta final: "Por eso le he dicho, señor
Galanópulos, que la sociedad a la que usted alude no existe. Si existiera,
sería la Unión Europea".
Probablemente sin proponérselo, el
griego y occidental Márkaris -traductor, dramaturgo, guionista y narrador
nacido en Turquía de padre armenio y madre griega- ponía en palabras del hombre
de negocios holandés aquello que el tunecino y oriental Ibn Khaldun había
discernido como fundamental para explicar el auge y la caída de familias,
naciones, Estados y civilizaciones: la existencia o la pérdida de la asabiyah
.
Si Europa supo, a fines de los años
40 del siglo XX y después de una desgarradora experiencia bélica, que el
secreto de su nueva paz y de su prosperidad en ciernes estaba íntimamente
vinculado y directamente fundado en la solidaridad, en la cohesión, en la
identidad de intereses, en el sentimiento de pertenencia -en la asabiyah -,
la Europa de hoy, ensimismada en su laberinto, parece no darse cuenta de que ha
sido el abandono de aquélla lo que la trajo hasta esta encrucijada.
Márkaris, a través de las palabras
de Henrik de Moor, sitúa en la fase final de la terminación de la Guerra Fría
el desmantelamiento más acelerado del Estado de Bienestar en Europa. La última
generación de europeos en los recientes cinco lustros ha ido adoptando
políticas que han agrietado los pilares de aquello que le dio su mayor fortaleza:
una sociedad solidaria y cohesiva, con más protección social y menos
desigualdad económica.
En ese sentido, una parte no
irrelevante de las decisiones de la Unión Europea (UE) después del fin de la
Unión Soviética ha sido errada: entre otras, aisló a Rusia, se subordinó más a
Estados Unidos y siguió cobijada bajo el paraguas de la OTAN, sin procurar
autonomía militar; prefirió expandirse en número antes que profundizar
cualitativamente su proceso integrador; en aras de asegurar una voz en Occidente
-que resultaba cada vez menos audible-, careció de una estrategia coordinada
hacia China y los países emergentes; burocratizó sus estructuras
institucionales en vez de democratizarlas; se concentró más en los negocios que
en los ciudadanos; confió en exceso en las virtudes del mercado en desmedro del
Estado; abandonó políticas industriales activas y toleró burbujas temporales
nada productivas; proyectó una política exterior y defensa común que jamás
existió en los temas sustantivos; creó una moneda, el euro, pero en el marco de
esquemas de soberanía política tradicionales; se lanzó -en la mayoría de los
casos, sin suficiente consenso interno- a aventuras militares (unas belicosas,
otras humanitarias) equívocas de las que viene pagando costos domésticos, humanos,
diplomáticos, simbólicos y geopolíticos, y pretendió limitar (especialmente
Francia) un redespliegue de una Alemania asertiva después de la unidad derivada
del derrumbe del bloque soviético y descubrió tardíamente que el eje económico
europeo no pasa por muchas capitales sino por Berlín.
Nadie le impuso a Europa esas
decisiones; Europa se las autoadministró. En el camino, se agrietó la
solidaridad, se debilitó la cohesión, se resintió la identidad y se afectó la
pertenencia. En otras palabras, si el ideal original de Europa, luego
refrendado a través de la UE, era conformar un gran Arca de Noé fraterna,
incluyente y equilibrada, el último cuarto de siglo ha mostrado el eclipse de
ese ideal y, con ello, una consecuencia no planeada: la sustitución de aquel
navío plural y protector por la creciente consolidación de una nave insignia,
Alemania, que sobre-determina el destino y el contenido de la flota europea.
Dos ejemplos muy recientes
simbolizan el estado de cosas en Europa. Un (¿otro?) caso de decisión económica
disciplinante y notablemente influida por Berlín fue la celebración de un
tratado internacional -que entraría en vigor el 1° de enero de 2013- para
consagrar el principio de austeridad en la Unión Europea: nada de revitalizar
la capacidad industrial, generar más empleo, elevar la inversión
científico-tecnológica, asistir a los más desprotegidos. Otro caso inquietante,
desde la política, fue que representantes de la ultraderecha se reunieron en
Viena en el palacio imperial de Hofburg para llevar a cabo un baile? en el Día
Internacional en Memoria del Holocausto: unos 3000 manifestantes protestaron
contra la realización del evento.
Deterioro económico y regresión
democrática van, cada vez más, de la mano; algo que no es privativo de Europa
ni de Occidente y que nos debe servir de lección en América latina, en general,
y en la Argentina, en particular. Sin embargo, en el viejo continente reflejan
algo más hondo que trasciende la cuestión del "modelo económico" que
ha ido imperando en los últimos tiempos o los "vicios del
progresismo" que no supo, en el gobierno, hacer algo muy diferente de los
conservadores y las derechas: se trata de una decadencia que ha ido madurando
por años y que tiene en la manipulación y transformación de valores una pista
muy interesante para explorar y polemizar. Ibn Khaldun y Petros Márkaris nos
ofrecen ciertas luces: si no las vemos, es asunto de nuestra ceguera.
© La Nacion- Ed Impresa, Febrero 22 de 2012.
Nota 1: El autor es profesor de Relaciones
Internacionales de la Universidad Di Tella. Buenos Aires, Argentina
Nota 2: Los resaltados en negrita son míos para facilitar la lectura del texto en el blog.
10 comments:
A medida que la miseria crece la democracia disminuye.
Eso está clarísimo.
Besos.
Opino que la crisis europea y la de USA tiene mucho que ver con las políticas financieras más que especulativas, usureras y corrompidas de endeudamiento descontrolado. En Islandia se está dando un tratamiento muy distinto a este problema y ya hay banqueros acusados y listos para un juicio. En la medida que los entes especuladores de la banca europea e internacional salgan de las decisiones políticas el panorama cambiará sustantivamente.
Puntos interesantes toca el articulista como tema de discusión.
Esperemos que la crisis sea más corta de lo previsto.
Un abrazo Myr!!!
Buen día Abupordos :)
De política internacional nada sé, soy apartidaria y de izquierda.
¿Donde está la derecha, donde está la izquierda? con tantos movimientos utilizados por lxs candidatxs en mi país, una no sabe para qué lado correr.
Solo algo negativo veo en la prensa española -los diarios-, insistentemente hablan mal de nuestra Presidenta.
La voté, los otros candidatos no ofrecían nada concreto. Estoy enojada con ella, no soy lambemedias: desastre del tren, docentes.
Me informo mejor a través de blogs.
Abrazos, España saldrá adelante, a poner en funcionamiento la imaginación. Justamente estoy leyendo un libro 'Y ellos se fueron' de Viviana Rivero: es una novela que relata la historia de gentes del Algarrobo (España) en 1906.
No no vemos mucho más allá. Mucha manipulación a través de los medios principales de información es lo que lo impide.
La situación no pinta bien y hay, existen corporaciones, gente poderosa que no le interesa, de momento, que la cosa cambie. Se han inventado una crisis que no existe..., y no se trata de derechas o izquierdas, creo que va más allá de lo que a simple vista parece...
En fin, yo confío en el nuevo despertar, cada vez son más personas que están abriéndose a una nueva conciencia, porque esto ya no se sostiene...
Un abrazo
mj
Hola Myriam, gracias por el aporte tan completo de información.
A pesar de todo soy positivo y creo que saldremos, no sin esfuerzo, de la crisis.
Abrazo. Jabo
Es como un bucle...que se repliega en si mismo.Riqueza-miseria y vuelta a empezar-Muy interesante¡
Un abrazo
Muy interesante reflexión y análisis. Gracias por colgarla...
Un abrazo
Como sabes, vengo meditando sobre esto en mi blog porque es algo que, además de apasionarme, considero que está en el núcleo de la crisis actual en Europa.
Europa ha dejado de creer en Europa y se ha lanzado a un neoliberalismo sin medida y sin contrabalance. Europa, sin humanismo y sin esa cohesión social solo provoca lo que ya hemos tenido en la historia del continente: crisis y conflictos. Y algunas guerras (muchas).
Excelente entrada, Myriam.
Besos.
Nunca entendere los motivos por los que el hombre no es capaz de aprender de la Historia...
Todo esta ya inventado, todo lo importante...
Pero no aprendemos...
Un abrazo mas, amiga
Desgraciadamente nuestra ceguera continua dando el resultado previsible.
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