Si bien es cierto que el tema de "El laberinto" se repite a lo largo de toda la Sonata de Otoño como leitmotiv (a tal efecto ver los Capítulos -o en las Entregas si vamos al formato original en que Valle publicó sus sonatas a principios del S.XX- Nros 3, 6, 9, 13, 16, 21, 24, 26 , sobre un texto de 27 capítulos) en forma del laberinto de los Jardines de Palacio o en el de los corredores internos del Palacio es en tres lugares de la obra que Valle nos muestra con precisión quirúrgica, los laberintos personales de Concha y el Marqués.
En el Capítulo 16 (Ps 81, 83) Concha y el Marqués están en el mirador del Jardín. Concha se duerme en brazos del Marqués y tiene un sueño. Un sueño, con la aparición del Arcángel de la Muerte, y aviso de que moriría. Un sueño que el Marqués ahora recuerda vagamente y en el que "Concha estaba perdida en el laberinto". "EL laberinto era el pecado en que Concha estaba perdida y el agua de la fuente eran todas las lágrimas que había de llorar en el Purgatorio" nos aclara el ahora otoñal y compungido Marqués.
Del Marqués:
En el Capítulo 21 (P. 98) están nuevamente en el Jardín de mañana. Concha pasea con su prima Isabel y las hijas de Concha juegan en la Terraza, aquí es el Marqués quien se extravía en los laberintos de sus propios pensamientos: "mi pensamiento iba extraviándose por laberintos oscuros, y sentía el sordo avispero de que nacen los malos ensueños, las ideas torturantes, caprichosas y deformes, prendidas en un ritmo funambulesco"
Hay una marcada diferencia entre los laberintos de ambos:
El laberinto de Concha tiene que ver con un cándido y siempre vivo amor por el Marqués en el que ella se desnudaba como lo hacía con las flores del Jardín, Capítulo 9 (Ps 58. 59 ). Y sí, -me dirán que era una mujer casada- pero con un hombre muy mayor al que no amaba y con el que se había casado por obligación, según las costumbres de la época. Un señor apenas mencionado en la Sonata como un muy lejano eco. Su laberinto -aunque Concha a estas alturas se pusiera "el mundo de montera"- está relacionado con la lucha interna entre lo que siente por el Marqués y la culpa de estar cometiendo un pecado mortal y es, románticamente trágico.
El laberinto del Marqués es más tenebroso, más oscuro pero también muy humano, porque así es el mundo de los sentimientos en el que nada es blanco o negro y en el que tan frecuentemente nos perdemos por sus recovecos. Nada es obvio. Nada es claro. Los antiguos egipcios lo sabían tan bien que hasta Anubis, que era poseedor de las llaves de todos los misterios del Universo y era el encargado de conducir a las almas de los muertos por el Laberinto hasta su centro, no podía hacerlo sin un hilo conductor. Tampoco -y menos aún podría el humano y vivo héroe Teseo- llegar hasta su centro a matar al mítico minotauro, sin el hilo conductor que le proporcionara Ariadne. Valle Inclán lo sabía, quizás porque más de una vez él mismo se habría perdido en los corredores oscuros de su alma, como nos ha pasado a todos.
Es muy frecuente quedarse -al leer las Sonatas de Valle- con la imagen de un Marqués don donjuanesco: seductor, mujeriego y libertino, algo que a mí se me hace una lectura superficial -quizás por deformación profesional, lo reconozco- ¿Por qué digo ésto? La clave la encuentro en el Capítulo 25 (Ps 112-113). Aquí, un Marqués horrorizado por la muerte de Concha en sus brazos, corre a la alcoba de la prima Isabel para darle la noticia, pero ésta está dormida. El llega a la cabecera de su cama y grita con "la voz embargada" "Isabel, Isabel" desde este punto y hasta el final del capítulo, paso a paso nos guía Valle por los laberintos de la relación de Isabel con el Marqués, lo que él quiere -comunicarle la muerte de su prima- se ve anulado por la interpretación errada que Isabel hace de la entrada del Marqués a su alcoba, que incapaz de contrariar "las sospechas de su prima" a la que "hubiera sido tan poco galante desmentirla", siendo -según sus propias palabras- "un santo varón que ama siempre que está triste" no pudo por esa flaqueza suya que Concha conocía muy bien, dejar de sucumbir a las tentaciones que le ofrecía su prima Isabel en cuerpo y alma -que en el fondo ardía de deseo por el Marqués de Bradomín- tanto que hasta mal interpreta el estremecimiento de espanto que recorre el cuerpo del marqués a la exclamación de Isabel "¡Temo que aparezca Concha!".
Sí, un Don Juan que se pierde, porque también es perdido por las mujeres que - a su manera- lo aman entre culpa y pecado. Un Don Juan incapaz de comprometerse afectivamente con ninguna mujer en profundidad (intimidad emocional) porque por su naturaleza no puede hacerlo o desconoce como hacerlo: Al no haber desvelado el Marqués los enigmas de su interior, carece de la madurez emocional requerida para que ésto sea posible.
Un Don Juan que -también a su manera- quiere a todas sus mujeres, aunque de diferente forma y en distinta intensidad, desde luego, que además, como todo ser humano necesita afecto y aún más cuando está triste, pero un Don Juan capaz de dar lo que puede, como fue capaz de estar al lado de Concha -y hacerla feliz- hasta su muerte, porque no fue el marido de Concha sino el Marqués de Bradomín quien sintió temblar, sacudido por el mortal aleteo, el cuerpo de Concha aprisionado en sus brazos.
En suma, un Don Juan modernista hasta la médula, pero también muy actual.
Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog La Acequia.
Nota 1: Para este trabajo me he servido de la Ed Austral 2009, prologada por Leda Schiavo.
Nota 2: Laberintos. El más antiguo que conocemos a través de historiadores de la Antiguedad como Heródoto o Strabo es el construido en la época del Emperador Amenemhat III , Dinastía XII (1860-1814 a. JC) en la ciudad antigua de Hawara excavado por Sir W. M. Flinders Petrie en 1888. Este inspiró a los Griegos, en que según la leyenda Dedalus lo construye para que el Rey Minos de Creta y fundador de la Civilización Minoica, escondiera ahi al Minotauro - monstruo fruto de la infidelidad de su mujer con un toro blanco, regalo de Poseidón a Minos. Excavaciones en el Knossos de Creta por Sir Arthur Evans de forma masiva desde comienzo del 1900.
En Europa y Asia Menor se conocen otros laberintos: uno en las ruinas de Jericó ( S. XIV a JC), otro ruinas de Pompeya en la Villa Diomeda, uno en Italia del S.VI En la Iglesia San Vitale de Ravena, Cinco siglos más tarde se encuentran dos más en Italia en Placencia ( en la Basílica de San Savino) y en Pavía ( San Miguel Mayor) y otros dos también del siglo XI en Alemania en Colonia. Recién a partir del SXII florecen los laberintos en muchas catedrales, de los cuales el más grande es el de la Catedral de Chartres en Francia. Existe incluso, un laberinto de 679 piedras en la isla de Visby en Suecia.
Para ver los formatos de los Laberintos generalmente circulares de 11 anillos, divididos en cuatro cuartos, aunque también los hay cuadrados u octogonales pulsar en este enlace. No importa la forma, no importa el tamaño, simbolizan siempre el combate entre el bien y el mal. El mal -el demonio o los demonios internos o externos- debe ser derrotado para que el iniciado pueda -siempre con la guía de un hilo conductor, sea cual fuere, salir del laberinto a la luz del día, vivo (al estilo griego) o su alma pueda elevarse después de muerto desde su centro (al estilo egipcio).
15 comments:
Una entrada exhaustiva, completa y rica en matices que nos eenseña la forma de guíarnos por los laberintos que cada cual tiene.
Al fin y al cabo la vida está llena de laberintos que se van interponiendo en nuestro camino. Laberintos en los que a veces nos perdemos y a veces conseguimos encontrar la salida.
Un beso.
Las sonatas de Vallen Inclán las devoré cuando llegaron a mis ojos, porque pulsaban la rica estética, el misticismo y un estilo que me atraparon. Interesante la diferencia entre los laberintos del Marqués y de Concha...Me quedé pensando en mis propios y particulares laberintos, algunos los veo y siento tan insondables, que de sólo atisbar su nacimiento recaigo en el abismo.
Un beso Myriam
Cuando viene uno esta casa y te lee, siempte se lleva uno algo interesante. Es un regalo que nos haces con estas disertaciones.
Yo te dejo un beso agradecido.
La esencia misma del laberinto es circunscribir en el espacio más pequeño posible el enredo más complejo de senderos y retrasar así la llegada del viajero al centro que desea alcanzar.
Concentrarse en sí mismo a través de los mil caminos de las sensaciones, suprimiendo todo obstáculo a la intuición pura y volver a la luz sin dejarse coger en los vericuetos de los caminos. La ida y venida de los laberintos sería el símbolo de la muerte y resurrección espirituales.
Excelente tu análisis laberíntico, querida Myriam. Y, sí, por lo menos Brado le hizo feliz a Concha en sus últimos días. Besotes, M.
Así es, el donjuanismo de Bradomín llega a su cumbre en ese capitulo. Acaba de morir una prima y se acuesta con la otra. Es que se siente triste y necesita esa medicina, algo patológico...Tú lo ves como profesional y como buena amante de la literatura.
Besos, Myriam.
Reconozco que pese a haber escuchado su nombre, jamás le había prestado demasiada atención.
Una entrada bien detallada y didáctica. Gracias por compartir.
Besos.
HD
Concienzuda entrada
casi una enciclopedia en blog
Un placer para leer e ilustrarse.
(Te dejo mis huellas para que
encuentres el camino hasta mi casa)
Tamally maak
Cómo me ha gustado tu análisis. Tienes razón: cada uno carga con su propio laberinto en la obra. Y el Marqués pierde y se pierde.
Excelente.
Besos.
El marqués y su laberinto....siendo el protagonista de otros laberintos y sin llegar a la intimidad afectiva,bordeando en los vericuetos del amor---qué maravilla¡¡¡¡,tengo ganas de volver a leerlo y eso solo tu lo haces posible.
Un abrazo grande
Impresionante y muy elaborada entrada con el tema de los laberintos de los amantes.
Al margen de los laberintos físicos (no he resistido la tentación de leer sobre Amenemhet III y su laberinto, descubriendo que el papiro Rhind, creo que la fuente de conocimiento de matemáticas egipcia más antigua, se escribió en su reinado) cada uno tiene los suyos, suelen ser cambiantes, desesperantes, y encima no siempre encontramos la salida.
Un abrazo.
José Manuel.
No me lo he leído. Algún día me incorporaré a esas lecturas vuestras!
Besos.
Hola, amiga:
Excelente entrada de un tema q. da mucho para reflexionar; y comentar yo creo que el infierno lo crea nuestra mente ... puede dominarnos y hacer de nuestras vidas un infierno; podemos llegar a ser nuestra peor enemiga y sobre lo del pulgatorio al final Jesús siempre nos perdona tanto qué ha dado su vida para darnos una segunda oportunidad.
Besos.
Qué buen análisis sobre el tema laberíntico has hecho. Es muy bueno.
Saludos.
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