Ya he contando antes que no canto por muy desafinada, culpa de la profe de música de primaria que me
obligó un día a cantarle a la clase, ¡con la vergüenza que tal cosa
me daba!."¡Goldenberg!" me dijo abriendo la boca como un bacalao "a ver
si es voz primera o segunda" .... del susto que yo tenía y la
vergüenza que el hecho de pararme frente a la clase me daba, caí en voz
quinta, que no había para niñas, algo así más bajo que un barítono, o
sea, bajo, bien bajo, digamos que de Ultratumba, "¡Goldenberg!"
volviéndose hacia mí graznó como un cuervo, ahora ¡Tiene cero!"
"¿Cero?" pregunté casi tartamudeando, "Sí, Goldenberg, cero ¿ve?" y
señalando con el dedo marcó la forma de sus labios de bacalao abiertos.
Desde entonces, Goldenberg o sea yo, leyó, leí o leímos, durante las
horas de clase, historia y teoría de la música, biografías de músicos y
pentagramas varios (sin llegar a partituras completas) como ese de la
Marcha Turca de Mozart, la misma que seguro el loro de Don Perfecto
Reboiras (de La Saga/fuga de J.B. de Don Torrente Ballester), entonaba mejor que yo, que ya no cantaba, ni volví a cantar
jamás; exonerada por siempre de sumarme a algún coro. Por eso, cuando llegue al cuento Nro 14 de Oscar Esquivias "El arpa eólica", ambientado en el romántico París de finales de 1823, me chisporrotearon los ojos de alegría porque la vida de Héctor Berlioz (comp. fr. 1803-1869) es fascinante. Este cuento formó parte de Steampunkt: Antología retrofuturista (Ed. Feliz Palma; Fábulas Albión, 2012). Al leerlo, me trajo reminiscencias torrenteanas ballesterosas ¿Recuerdan mis compañeros de lectura a Don Torcuato del Rio cuando desde el Balcón del ayuntamiento proclamó el Cantón Federal e Independiente de Castroforte del Batalla? ¿Y el homenaje Tubular con el concierto de humos multicolores? ¿Y cómo iba creciendo su artilugio con tres tubos cada año? ¿O cuando a la mitad del andante Cantabile los de La Tabla Redonda no pudieron aguantar más y penetraron en la casa hallando a Don Torcuato sentado en un alto taburete, con la chistera puesta, mano y pies accionando un sistema complicado de cuerdas y palancas que movía con agilidad de organista, mientras que su cuerpo entero marcaba el ritmo? ¿Y cuando les explicó que aquellas cuerdas actuaban sobre un sistema de tapas de pucheros instalados en el sótano, en los que se producían químicamente humos de los colores fundamentales, y que la cosa consistía en tapar y destapar siguiendo la inspiración del momento? Más adelante verán porque.
Con gran maestría, ironía y humor Oscar Esquivias mezcla realidad y ficción en un relato desopilante de principio a fin en que se ríe de todo, hasta de la estética pasional y tenebrosa del romanticismo:
"Después de esta escena en el cementerio, podría completar mi cuadro romántico con nuevas pinceladas y asegurar que desencadenó una tormenta eléctrica sobre París mientras un tenebroso carruaje nos traslada a Madame Rusconi ( fiambre inventado que había sido cantante de ópera al que Berlioz hace desenterrar y sustrae del cementerio para recuperar su voz usando sus artilugios instrumentales) al señor Cherubini (florentino, personaje real, director del Conservatorio, mañoso, alérgico a todo, de corazón noble y maravilloso compositor, aunque de mal carácter, inflexible y con capacidad para corporizarse por dónde menos se lo espera, sigiloso casi con el don de traspasar paredes o por el contrario, de anunciar su presencia con potentes estornudos como salva de artilleria) a Berlioz (de 20 años, el esbelto gladiolo demasiado abotonado) y a mi (el viejo relator afinador homo Maurice Pons, personaje ficticio) hacia el barrio de la Sorbona. Se desataron grandes ventoleras; truenos y relámpagos cerraron el cielo, las fachadas torvas se iluminaron con cada exhalación. Un cortejo de gatos negros, lechuzas, ratas cornejas y murciélagos precedió nuestra marcha. El cochero prorrumpía en blasfemias y horrísonas carcajadas cada vez que hacía restallar el látigo. Los sepultureros se bebieron todo el dinero que el joven Berlioz les había entregado y después ultrajaron a las novicias del convento de la Adoración Perpetua, sin embargo, mentiría si escribiera tales cosas pues no sucedió nada de esto".
El relator ficticio del cuento es el anciano afinador de pianos, músico frustrado, con "invariable amor por la juventud" que nunca ha negado
"protección a aquellos muchachos que, indefensos cual gorriones, vienen a
París a buscar fortuna, pese a que suelen ser veleidosos e ingratos" nos introduce de forma muy gráfica y sucinta (al tiempo que hace referencia a sus fantasías homosexuales) al protagonista como "a un joven estudiante esbelto como un gladiolo y demasiado abotonado" por el que ha sido indefectiblemente cautivado (y firmemente rechazado), una descripción certera, por cuanto el compositor Hector Berlioz ha sido caricaturizado así:
En el fantástico supuesto encuentro entre el Señor Luigi Cherubini y Héctor Berlioz, Oscar Esquivias, en unas pocas pinceladas nos presenta la personalidad de Berlioz de manera sorprendente y, para mi, adorable: Exagera los rasgos megalómanos del joven y virtuoso Berlioz hasta el
paroxismo, pone en evidencia su amor-pasión por la música, su
genialidad y la idea grandilocuente que muy probablemente el propio y real Berlioz
guardaba de sí mismo que "ajeno a todo" "ni siquiera se inmutó cuando el señor Cherubini (al que todos los alumnos del Conservatorio temían y respetaban) avanzó a trancos hacia él, dando grandes pisotones sobre la tarima, y se situó a sus espaldas", "absorto" como estaba "en su labor de escribir música". Lo que en realidad el verdadero Berlioz habría estado escribiendo para presentar a su profesor Lesueur sería, en todo caso, La Misa solemne que Héctor Berlioz compuso en 1824, a sus imberbes 20 años, y que estrenó al año siguiente en 1825 en la Iglesia La Roche y presentó dos años después en la Iglesia de Santa Eustaquia:
Esta temprana virtuosidad y originalidad de Berlioz le valió el comentario de su maestro Lesueur: "Ud. no va a ser ni médico ni farmaceuta sino un gran compositor, porque Ud. es un genio. Esta es la pura verdad". Pero Oscar Esquivias aquí, en cambio, nos pasea en un dialogo jocoso entre Director y estudiante, por el corto oratorio "El paso por el mar Rojo" que Berlioz, el verdadero, compuso, creo , allá por 1850; un diálogo en el que uno puede llegar a destornillarse de risa con El faraón cantando en un latin glu, glu, glusiado, mientras se va ahogando en el Mar Rojo. Y la sorpresa de Cherubini , en este relato, al observar que Berlioz utiliza "cuatro solistas, una orquesta generosa y doble coro".
A propósito de esto existe una anécdota real: El rey de Prusia había oído que Berlioz componía para orquestas de 500 hombres pero Berlioz le respondió al ser interrogado por este al respecto "Su majestad se equivoca completamente, pero a veces escribo para 480"
No todo el mundo comprendía a Berlioz, el verdadero, como lo hacía su maestro Lesueur, Rossini -que pasó unos años en Paris- o Cherubini, por ejemplo, no lo hacían y Esquivias lo resalta en el diálogo que su Berlioz mantiene con su Cherubini que le pregunta sorprendido su edad y si estaba componiendo una cantata, a lo que Berlioz le responde que un oratorio, "El paso por el mar rojo"; al mirar las hojas el director le critica el contrapunto, los instrumentos normales como mandolina, órgano, y los extravagantes como "un arpa eólica" o "el guitarrocorno" que ni siquiera sabe que es (yo tampoco, tendríamos que preguntarle a Don Torcuato del Rio o a Les Luthiers); lo mismo critica sus conocimientos de Historia Sagrada, lo considera un modernoso jovencito al que le dice que no caiga en extravagancias ni organice aquelarres. Al final se miran ambos como dos esfinges, hasta que Berlioz "humilla la cabeza" ( menos mal, porque ya me lo veía decapitado).
Berlioz, el de carne y hueso, hacía experimentos con instrumentos para conseguir efectos musicales inusitados y eso es algo que muchos caricaturizaron por ejemplo, en esta imagen y texto aquí en: La costruzione dell´armadura.
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Esquivias lo planta en la buhardilla del edificio en dónde vivía en la que tiene su laboratorio de artilugios musicales e incluye un balde con cadáveres de animales disecados. En realidad, Berlioz tenía repulsión por la disección, fue justamente esto lo que lo apartó definitivamente de la carrera de Medicina (al principio, trató estudiar medicina para cumplir con las expectativas paternas al tiempo que estudiaba música en secreto). Su padre lo quería médico, como él y en un momento posterior hasta lo apoyó con lo de la música en paralelo, pero luego al ver como su hijo se endeudaba con La Misa Solemne, le retiró el apoyo. En el cuento de Esquivias es el afinador quien le presta dinero. El doctor Jean Zulema Amussat (personaje real) era el director del Hospital de La Piedad y Berlioz , el joven de Esquivias, va a verlo por el tema de las mensualidades que su padre le enviaba directamente a él, sospechando que su hijo no estudiaba. Y este le propone un trabajo: el de traer al hospital cadáveres frescos para hacer autopsias, que siempre andaban necesitando. Esta que sigue es una carta que el verdadero Berlioz le envía al Dr Amussat, invitándolo a una ópera, años más tarde, en 1841:
Cementerios, aquelarre y necroflia muy a tono con los románticos: El Berlioz de Esquivias le había dicho a Cherubini "me conmueve la idea de que los muertos acompañen a los vivos en su peregrinar por la vida, Estoy convencido de que podemos oír la voz de los difuntos, que su presencia flota entre nosotros" y luego se le ocurre lo del Cementerio Pere Lachaise que comenté antes. Necrofilia-de-soprano, la ficticia Mme Rusconni, (que bien podría tener una voz muy parecida a la de María Callas, del S XX, cuyas cenizas, de hecho, reposaron en el Pere Lachaise, hasta que volaron al Egeo) ¡todo sea por la música y esa increíble voz, que sin la intervención de Berlioz, se perdería para siempre! (En la primera mitad del Siglo XIX, recordemos, aún no se habían inventado ni las grabaciones ni los grabadores).
El verdadero Berlioz compuso en 1830, a los 27 años, su "Sinfonía Fantástica (aquí completa)", en la que en la música programática con observaciones del propio Berlioz, en sus cinco movimientos tenemos reflejadas las pasiones desbordantes del músico en su amor hasta el momento no correspondido por la actriz Anglo-irlandesa Harriet Smithson en el primero, hasta el aquelarre en el quinto. Como a ella, con quien termina casándose y separándose unos siete años después, no la conoció hasta 1827 (cuando ella viajó a Paris para actuar en el rol de Ofelia, en Hamlet, de Shakespeare) no entra en este cuento, ni su posterior amor Marie Moke, por la que el temperamental Berlioz casi comete un disparate monumental, pero que abandona a medio camino cuando se da cuenta de lo ridículo de la situación; historias que podrían ser otros cuentos para ser escritos por el increíble Esquivias.
Tumba de Hector Berlioz en el Cementerio de Montmartre.
Oscar Esquivias: nacido en 1972, es escritor burgalés del que ya hemos leído y analizado su trilogía de 1- Inquietud en el Paraíso, 2- La Ciudad del Gran Rey y 3- Viene la Noche en este club de lectura .
Notas:
Contribución a la lectura colectiva
virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su
blog: La Acequia ©Myriam
Goldenberg
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La verdad es que es un placer leerte y disfrutar de tu erudición, yo he tenido que consultar mucho la wikipedia y así he descubierto que algunos personajes son reales.
ReplyDeleteEl cuento me ha resultado muy divertido y veo que a ti también. Lo de ahogarse farfullando latín es muy original y la forma de explicarlo con detalles y onomatopeyas es para reírse un buen rato.
Un placer leerte y aprender contigo.
Acertada entrada. Son muchos lo que identifican romanticismo con amores pasionales y no con buenos cementerios, galernas, furiosas olas azotando los acantilados y, por supuesto, dramas personales. Lo digo por Berlioz. Y también por Espronceda, Bécquer...
ReplyDeleteUn saludo.
Dejar el canto a quienes sean dotados, a mi tampoco nunca se me ha dado.
ReplyDeleteBuen post del que haces recordar personas celebres de la música.
Que tengas una buena Pascua.
Yo tomo buena nota mental, me siento interesado, mucho... :)
ReplyDeleteBesos y salud
Leo y disfruto: de tu entrada, que deja bien clara esa magnífica forma de tratar la música y a los músicos, una constante del autor. Música que siempre es parte de la forma de entender el mundo de los personajes y que vertebra la estructura de alguno de sus cuentos.
ReplyDeleteQué maravilla.
Besos.
He leído tu entrada ahora...Ayer estaba de guardia (espero por el cambio)
ReplyDeleteLa música me gusta, pero tengo dos oídos derechos (o izquierdo según se vea)...Como refieren antes, muchas veces, la música estructura el relato. Y hace que se disfrute mucho la lectura.
Besos. Ayer fue la fiesta del Purim. Felicidades
Hay profes que matan la ilusión de los alumnos. Pero a ti no te quitó la curiosidad en torno al mundo de la música. Se nota que tienes una buena cultura musical.
ReplyDeleteYo también me acordé de las locuras tubulares de aquel personaje de la Saga Fuga. Como también me acuerdo del doctor Frankestein, el Berlioz tiene un poco de él. Aparte de ser un genio, que lo era. ¡Veinte años!
Besos Myriam
Una de las ventajas de seguir a Óscar en las redes sociales es que te mantiene al día de las novedades musicales tanto como de las literarias. Es un auténtico dos por uno.
ReplyDeleteEn el cuento "El misterio de la Encarnación" se cita un "spectre de la rose berlioziano". Se refiere a la canción que te enlazo aquí, querida Myriam, como regalito por tus generosas palabras sobre el relato de Berlioz (me alegra mucho que te haya gustado y divertido). Es una grabación ya antigua (bueno, de 1972, el año que nací yo... Ay, creo que me acabo de llamar a mí mismo "antiguo". El caso es que canta Janet Baker, que es una artista maravillosa). Espero que te guste y mil gracias por tus comentarios. https://www.youtube.com/watch?v=kJzvqX_phcE
ReplyDeleteMuchas gracias, Oscar, ¡muy linda, no la conocia!
ReplyDeleteBesos
Ya he terminado de leer los cuentos de Andarás perdido.. y este último, creo que es demasiado romántico, no obstante tu visión, me hace plantearme el volverlo a leer. Mi minicuento lo había enlazado con el poeta Cloleridge y su poema " El arpa eólica" y con tu paisano Borges y su relato " El sueño de Cloredidge". De la música me he ido a la poesía, al fin y al cabo no me he desviado tanto puesto que yo las considero hermanas.
ReplyDeleteUn abrazo
Luz