Convocatoria de Dorotea del blog Lazos y raíces
Dorotea que nos convoca esta semana nos da a elegir
de entre una serie de personajes y escenarios posibles.
La condición: que el personaje elegido no se encuentre en su hábitat natural.
Mi elección: El padre Brown en el desierto.
Comenzó a toser nerviosamente y a secarse el sudor que corría con gotas pesadas desde debajo de su sombrero. Limpió con el pañuelo sus gafas empañadas, pero no sirvió de mucho. El fuerte sol apuñalaba sus cansados ojos acostumbrados a la niebla londinense y al mal tiempo. El padre Brown trataba de entender lo que pasaba. No tenía idea de cómo había llegado hasta esa duna de arena dorada en medio de la soberana nada. Bueno, nada como nada... lo cierto es que nadaba en un mar de arena.
El prelado no tenía por costumbre perderse y aparecer por lugares impensados u olvidarse de a donde era que debía llegar. Esa era una distintiva cualidad de Gilbert Keith Chesterton, creador de su personaje, pero definitivamente no suya. Así que, además de rezar como se debe e implorar clemencia al Cielo, recordó de pronto que fue en el confesionario de la Parroquia de San Patricio en la Plaza del Soho de Londres, que escuchó a un hombre de mediana edad y complexión regular -esto es, ni gordo ni flaco, ni alto ni bajo- con muy marcado acento extranjero contarle algo realmente extraño.
- In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti....
- Absuélvame, Padre porque he pecado.
- Adelante, hijo, alivia tu corazón, te escucho- le dijo mientras miraba, aburrido, las uñas de su mano izquierda y ahogaba con disimulo un bostezo leonino.
- Resulta, padre, que me encontré con el druida Portobellanus de la tribu celta de los Trinovantes que me dio una infusión de Filipendula ulmaria porque tenía dolor de estómago y también una infección urinaria. Tras lo cual me entregó una abultada bolsa con monedas de oro del tesoro de la Tribu para que lo protegiera del ataque romano que pronto sería un hecho.
- Pero hijo- los Trinovantes que apoyaron a la Reina Boudica en contra de las tropas del Comandante romano Gaius Suetonious Paulinus, hace tiempo se extinguieron. Todos ellos forman parte de la Historia. Estamos en el Siglo XX. En el siiii-ggglo XX ¿entiendes?
- Eso es lo raro, padre. ¡El druida hablaba en presente!
No más decir eso.... el confesionario dio una sacudida como el corcoveo de un caballo durante la doma. ¡Ah... Sí! sí...y ahí fue cuando aparecí aquí en medio del desierto del Sahara con el pecador arrepentido a mi lado -quien resultó ser un bereber cristianizado- sosteniendo imperturbable y con firmeza, la gruesa bolsa con las monedas de oro.
- Pero hijo- los Trinovantes que apoyaron a la Reina Boudica en contra de las tropas del Comandante romano Gaius Suetonious Paulinus, hace tiempo se extinguieron. Todos ellos forman parte de la Historia. Estamos en el Siglo XX. En el siiii-ggglo XX ¿entiendes?
- Eso es lo raro, padre. ¡El druida hablaba en presente!
No más decir eso.... el confesionario dio una sacudida como el corcoveo de un caballo durante la doma. ¡Ah... Sí! sí...y ahí fue cuando aparecí aquí en medio del desierto del Sahara con el pecador arrepentido a mi lado -quien resultó ser un bereber cristianizado- sosteniendo imperturbable y con firmeza, la gruesa bolsa con las monedas de oro.
Elegí un camello, en realidad dromedario ya que tiene una sola giba (ese que marco con la flecha carmín) y el bereber que me traje de Londres (o que me trajo) eligió otro, por su puesto él cazó a ambos porque yo, ni jota. ¡Pobre de mi! no tenía la menor idea de como montarlo y la sotana se me enredaba entre las piernas, mientras que trataba de sostener con una mano mi sombrero para que no se volara y con la otra las riendas para no ser yo el que volara de la grupa. Por suerte, no sufro de vértigo pero he de reconocer que el fuerte olor del animal me hacía fruncir la nariz y a veces me producía arcadas que suavizaba con un oportuno Ave María.
Todo esto era un gran misterio que yo era incapaz de resolver por más que me devanaba los sesos: Boudica, los trinovantes, los romanos, el druida, el bereber, el tesoro y yo montado en un dromedario en el medio del desierto no se si en el pasado o en el presente, sin saber a dónde dirigirme. Me atormenta la idea de despertar convertido en un caramelo de menta en la boca sedienta de Gilbert Keith Chesterton o al paso que vamos, pueda que Dorotea, anfitriona de este sarao, me invite a un baile de Carnaval.
Nota: las imágenes son tomadas de internet.
La sacudida del confesionario, ¡menudo susto!
ReplyDeleteSaludos
Francesc Cornadó
Sin perder tu costumbre, la historia y los personajes te han cabido perfectamente, siempre es un lujo leerte, hoy me has hecho sonreir. Abrazos
ReplyDeleteUna monada de texto. Con ese pobre sacerdote ahí perdido en el desierto. Me ha encantado, porque además, documentas muy bien los escenarios y objetos.
ReplyDeleteUn abrazo y por las mezclas imposibles. O no.
Un placer leer este relato, además de sorprendente lo has clavado en informes lo cual es como leer una novela que no sabes a dónde te llevará ..Muy bien, estupendo relato maravillosamente escrito ,,gracias cielo ..genial.
ReplyDeleteAbrazos.
Muy ocurrente el confesionario como máquina del tiempo.
ReplyDeleteY mejor, en efecto quedar a lomos de un camello que convertido en uno de ellos. Jejeje.
Un abrazo, Myriam.
¡Qué buen relato, Myriam! Lo que he disfrutado leyéndote. Con ese estilo tan natural nos coges de la mano y nos vas llevando por interesantes épocas de la Historia, donde no podía faltar una gran reina, que las hubo, aunque la historia se cuente de aquella manera. Y esa chispa divertida con la caracterización del Padre Brown... Todo un lujo.
ReplyDeleteUn abrazote, preciosa.
Me ha gustado mucho. Y creo que se se quedó dormido :D ...
ReplyDeleteBesote guapa
Espero que se despierte en el mismo confesionario y no en uno alojado en Laponia ni le persiga un oso polar... Gracias por participar y un abrazo
ReplyDeleteY es que quien se mete en un confesionario...me imagino toda la historia y no puedo dejar de sonreir. Muy bueno, besos.
ReplyDeleteComo Jesús en el desierto... a este le vino un viaje bajo el sol y por sacudida. Si es que la magia hay que atarla bien :-) La historia me ha gustado. Es divertida, entran los personajes y comulgan, nunca mejor dicho. Hay cierta ironía y lo he disfrutado mucho. Me hacía falta una sonrisa y la he hallado en tu texto.
ReplyDeleteUn beso muy grande, Myr.
<me encantó ti historia, está muy bien argumentada.
ReplyDeletePreciosas imágenes que afianzan el texto en lo verídico.
ReplyDeleteMe suelo alejar de Altares y reclinatorios.
Les veo algo malvado..
Y me acaba de dar luz son agujeros oscuros en el tiempo..
beso signorina
S
Me imagino el gran desconcierto del padre al verse asi en medio de la nada, con calor agobiante, sobre lagiba de un dromedario y sin el té de las cinco jaja. Cuando. lei que sudaba pense que se habia contagiado del coronavirus, pero parece q las monedas esas trasmiten otro tipo de mal aunqie con igual fiebre :-). Un abrazo Myriam
ReplyDeletePobre sacerdote. Le has hecho las mil y una. SEguro que cuanod cruzaba el desierto ya pensaria que habia bajado a saludar a LUucifer. Me has sacado la sonrisa, primero y la carcajada después. Un abrazo
ReplyDeleteJajaja! Pobre cura, intentando subir al dromedario con sotana de por medio. Me lo imagino diciéndose a sí mismo "¿Pero, no estaba yo en mi confesionario escuchando la retahíla de aquel pobre pecador? ¿que hago aquí?" jajaja y me parto de risa.
ReplyDeleteBss.