Hacia el año 1626, cuando Portugal y España cuando estaban unificados, Baltasar Gómez Figueira, (su padre) natural de Óbidos y
segundón de una familia acomodada, marchó a Sevilla con intención de
ingresar en la carrera militar, pero acabó ganándose la vida en el
taller del pintor Francisco Herrera el Viejo donde se ocupaba de hacer las pinturas y preparar las telas.
En Sevilla se casó con Catalina de Ayala Camacho (su madre), naciendo siete hijos de este
matrimonio, entre ellos una niña, Josefa, bautizada en la parroquia de
San Vicente el 20 de febrero de 1630, siendo apadrinada por Francisco de Herrera el Viejo.
El matrimonio regresa a Portugal a raíz de la restauración de la
independencia nacional, pero Josefa permanecerá seis años más en Sevilla
junto a su padrino, teniendo así oportunidad de entrar en contacto con
el mundo del arte y dar muestras tempranas de unas dotes pictóricas que
fue desarrollando de manera autodidacta.
A los catorce años se instala en Óbidos
junto a sus padres. A los dieciséis, ingresa en el convento de Santa
Ana de Coímbra con la intención, a lo que parece, de profesar. Tres años
después recibe el encargo de realizar algunos grabados para una edición
de los Estatutos de la Universidad de Coímbra. A estos grabados se deberá su fama inicial.
En 1653 Josefa abandonó el convento, por causas que se desconocen,
regresando a la casa paterna. Y, cosa completamente inusual para una
mujer de su época, decide dedicarse a la pintura. Poco tardarán en
lloverle encargos de conventos e iglesias. Hay obras suyas, por ejemplo,
en el monasterio de Alcobaça o en el monasterio de los Jerónimos de Lisboa; así como peticiones para que realice retratos, entre ellos los de la familia real, por los que se hizo muy famosa.
Nos han llegado más de cien de sus obras entre las que merecen
destacarse sus cuadros de flores y las naturalezas muertas que forman la
serie llamada «de los Meses». En su producción, tanto estilística como
temáticamente, se nota una fuerte influencia de Zurbarán matizada por un personal estilo ingenuo.
Josefa murió en Óbidos en 1684, a los 50 años. Fue enterrada en la iglesia de San Pedro de esta localidad.
Entusiasmos aparte ante la contemplación de estas obras, hay que reconocer el coraje y el mérito de esta mujer en tiempos tan complicados para dedicarse a su afición en medio de tantas dificultades y de tantos hombres.
ReplyDeleteUn abrazo, Myriam.
Sigues homenajeando a mujeres, pintoras en este caso y es merecedora de tu tiempo me encantaria ver sus pinturas en vivo pero parece que son buenas. Un abrazo
ReplyDelete¡¿Pero de dónde sacas tanto mujer extraordinaria y tanta belleza?!
ReplyDeleteMusu handi bat.
Sin duda bellos cuadros y esas mujeres que merecen un puesto de honor en el arte de la pintura ..Un saludo .
ReplyDeleteTe agradezco que hayas decidido traernos a pintorAs a tu blog, pues en otros ámbitos son las grandes ausentes. Ésta me parece muy buena, esa Sta. Teresa y esos Bodegones.
ReplyDeleteGracias.
Una vida corta, aunque en aquellos tiempos el promedio era corto...
ReplyDeleteBesos y salud
Rescatas a mujeres extraordinarias. Qué gusto que compartas
ReplyDeleteUn abrazo