“El racismo es un antiguo flagelo de la humanidad”. Esta frase la pronunció el genetista italiano Luigi Luca Cavalli Sforza, junto a su compañera Mary-Claire King, genetista estadounidense, delante de un comité del Senado americano
el 17 de febrero de 1993. No se podría sintetizar mejor el legado de
este gran científico, muerto el sábado [31 de Agosto del cte año] a los 96 años en su casa de
Belluno, en el norte de Italia.
Cavalli
Sforza, al que todo el mundo llamaba simplemente “Luca”, nació en
Génova en 1922. Estudió medicina, primero en Turín, y después en Pavía,
cuando su profesor de anatomía Giuseppe Levi –que también tuvo como
alumnos a los tres premios Nobel Rita Levi Montalcini, Salvador Luria y
Renato Dulbecco– fue expulsado de la universidad en aplicación de las
leyes raciales aprobadas por el régimen fascista en 1939. Se licenció en
1944 y, sin embargo, no era la medicina su verdadera pasión. Ya había
comenzado a trabajar en las relaciones sexuales de las bacterias antes
de licenciarse, pero fue la mosca de la fruta, la famosa Drosophila, la que le abrió el camino hacia su verdadera pasión: la genética.
No fue fácil trabajar en esos años –entre 1943 y 1945 Italia no solo
combatía una guerra mundial, sino también una sangrienta guerra civil–
pero Cavalli Sforza tuvo la suerte de encontrar a Adriano Buzzati
Traverso, que se convertiría años más tarde en el primer profesor de
genética de Italia. Empezó a viajar entre Italia, Reino Unido, Alemania y
EEUU, donde, en Stanford, en 1970 acabaron ofreciéndole una cátedra,
que mantuvo más de 40 años, aún sin perder sus contactos científicos y
humanos con el viejo continente.
El poliédrico Cavalli Sforza entendió desde los primeros años de su
carrera que la multidisciplinaridad sería la clave para hacer avances
significativos en la investigación. Consciente de sus límites, se dio
cuenta enseguida de que tenía que aprender matemáticas, y más
específicamente estadística, que se fue a estudiar a Inglaterra con el
más importante en el campo de la época: Ronald Fisher. Y esa fue una de
las decisiones más acertadas de su vida, ya que el campo del cual
devendría pionero, la genética de las poblaciones, se sustancia
fundamentalmente en herramientas estadísticas. Fue de hecho cuando dejó de pensar en las moscas y se enfocó en los
humanos que empezó a emprender esa increíble odisea –le habría gustado
esa expresión, pues Ulises era uno de sus personajes clásicos
preferidos– que le habría llevado a construir el primer atlas genético
de la humanidad.
Empezó estudiando qué factores determinaban la diferente distribución
de los grupos sanguíneos entre las distintas poblaciones humanas –entre
las cuales, estudió especialmente los vascos, que tienen una incidencia
de Rh negativo del 25%, la más alta del mundo– para luego estudiar el
cromosoma Y, el trocito de cromosoma común a todos los varones
biológicos. Gracias a este conocimiento, fue capaz por primera vez de
corroborar desde el punto de vista genético la teoría paleontológica del
“Out of Africa”: el ADN confirmaba que los primeros homínidas dejaron
el continente africano hace 100.000 años para colonizar el resto del
planeta. Para reconstruir el pasado pues era necesario acudir a la
genética. Cavalli Sforza llegó a este extraordinario resultado mucho
antes que se secuenciara el primer genoma humano.
Fue una verdadera revolución. La genética de las poblaciones era
capaz de producir un “árbol genealógico” de la humanidad que puede
contar nuestra historia. El padre de Cavalli Sforza intentó que su hijo
se apasionara a la astronomía. No lo consiguió: sin embargo, al igual
que los astrónomos son capaces de mirar al pasado remoto cuando observan
estrellas y galaxias, hoy los genetistas pueden detectar huellas de
acontecimientos remotos dentro de nuestros genomas.
Y es más. En su famoso ensayo Genes, pueblos y lenguas (1996, traducido en el año 2000 al castellano; aquí
un breve resumen) donde tira hasta de demografía, dibuja un paralelismo
entre las líneas filogenéticas de las poblaciones mundiales, la
lingüística y la arqueología para acabar reconociendo que las tres
disciplinas cuentan la misma historia. Es un “atlas genético” que habla
de hombres y mujeres migrantes desde siempre y que se mestizan entre sí.
Un mal trago para connacionales suyos como el ministro Salvini.
En sus investigaciones y alrededor de 300 artículos científicos,
Cavalli Sforza llega a una conclusión que le obsesiona desde cuando tuvo
que enfrentarse al racismo que expulsó a su profesor y que padeció como
italiano al principio de su carrera en los países nórdicos: las “razas”
no existen, existen solo en las mentes de los racistas. En los años en
los que se estaba fraguando en EEUU el Proyecto Genoma Humano, él lidera
el “Proyecto Diversidad del Genoma Humano”,
que fue el que presentó al Senado de ese país en 1993: estudiando
genomas de las poblaciones más remotas de la tierra pudo demostrar que
los seres humanos son bastante homogéneos genéticamente, que “los grupos
que forman la población humana no son netamente separados, sino que
constituyen un continuum. Las diferencias en los genes dentro de los
grupos acomunados de algunas características físicas visibles son
prácticamente idénticas a las entre varios grupos, y además las
diferencias entre individuos son más importantes de las que se ven entre
grupos raciales”, como escribe en ¿Quiénes somos? Historia de la diversidad humana (1995, en castellano 1999).
En otro escrito,
cuando le concedieron el premio Balzan en 1999, decía que “aunque la
población humana posee una enorme variabilidad genética entre
individuos, el 85% del total de la variación es dentro de cada una de
las poblaciones, y solo el 15% las divide. Por lo tanto, no podemos
utilizar para la comparación de las diferentes poblaciones humanas la
misma medida de distancia genética útil para comparar las especies
vivientes, para las cuales es suficiente un individuo de cada especie”.
En otras palabras, por mucho que sea genéticamente y hasta
intuitivamente fácil distinguir las características de dos poblaciones en dos continentes diferentes, no lo es hacerlo con dos individuos, como puede pasar con dos perros. En una entrevista
en El País de 1993 fue tajante: “Podemos hablar de población vasca,
pero nunca de individuos de raza vasca. Las diferencias genéticas no
justifican, ni en éste ni en ningún otro caso, el concepto de raza, y
mucho menos el racismo”.
En su reflexión adquiere mucha más relevancia la cultura
como motor para justificar las diferencias entre las poblaciones
humanas. Y a la interacción entre genética y cultura dedica muchos
escritos (aquí y aquí
por ejemplo) explicando que los pocos años (evolutivamente hablando)
que la humanidad ha tenido para evolucionar desde cuando un pequeño
grupo de homínidas dejó África, no podrían haber permitido la evolución
de razas diferentes, más allá de pequeñas diferencias. Sin embargo, la
cultura –que al contrario de los genes se puede transmitir también
horizontalmente entre individuos y no solo verticalmente, de padres en
hijos– sí que permite explicar mucho más las innovaciones y las
diferencias.
La divulgación de sus ideas era para Cavalli Sforza muy importante. Lo explicaba en otra entrevista
en El País en 1998: “Con un poco más de tiempo, definiendo lo
absolutamente necesario y reduciendo el número de términos científicos
al mínimo necesario, es posible explicar ciencia a todo el mundo”. Pero
no era un iluso. También escribía en ¿Quiénes somos? Historia de la diversidad humana:
“Pensamos que la ciencia sea objetiva. La ciencia está modelada por la
sociedad porque es una actividad humana productiva que necesita tiempo y
dinero, pues está guiada y dirigida por aquellas fuerzas que en el
mundo ejercen el control sobre el dinero y sobre el tiempo. Las fuerzas
sociales y económicas determinan en larga medida lo que la ciencia hace y
cómo lo hace”.
Artículo publicado por diario El País, España , original aquí
El resaltado en negritas es mío y el enlace a Rita Levi Montalcini, art. en mi blog. Igualmente, yo puse el enlace a su ex-mujer, una gran genetista ella también.
El pobre tendria mucha pena a ver los tontos criminales quien ahora hablan todavia de "razas humanas"!
ReplyDeleteGracias al actual presidente americano el concepto raza se ha vuelto a revalorizar, me duele la boca de decir que no existen las razas, en todo caso solo existe una, la humana, el hombre, y no nos queremos enterar, procede de una esquina de África, que bajó de los árboles, que se puso a caminar y se extendió por el mundo.
ReplyDeleteUn abrazo.
Cuando tachemos la palabra raza empezará la civilización. Un abrazo
ReplyDeleteLo leí recientemente y he estado a punto de escribir algo sobre el tema, pero no he tenido tiempo.
ReplyDeleteMe alegro mucho de que tú sí lo hayas hecho.
Un valor indudable en los tiempos que corren.
Musu handi bat.
El término raza siempre fue objeto de manipulaciones interesadas, sobre todo durante la época colonial: clasificar como inferiores a pueblos enteros para justificar su expoliación. Hoy, biológicamente hablando, solo hay una raza humana, la del homo sapiens sapiens.
ReplyDeleteUn abrazo, Myriam.
Mientras siga existiendo en los libros y diccionarios la palabra "raza", seguirán existiendo las discriminaciones y diferencias. Pero esto corresponde corregirlo y rectificarlo a los sociólogos, historiadores y gobernantes; pero la tarea no es fácil y me temo que continuará. Quien inventó la palabra raza y no dividió la cagó; pero ahora ya veremos quién es capaz de eliminarlo.
ReplyDeleteBesos Myriam.
Mucho camino por andar todavía, mucha cultura que adquirir, por mucho que digan los científicos, lo que queda es la opinión de la gente, y no solo prepondera el concepto vulgar de "raza", simplemente los nacionalismos discriminan entre si, tambien al que es diferente, en fin, un desastre que hay que combatir … :)
ReplyDeleteBesos y salud
Todos pertenecemos a la misma especie. Las diferencias fenotípicas, son justamente por adaptación al entorno.
ReplyDeleteDe qué color es la piel de Dios??... aquí se intenta explicar
https://docmanuel.blogspot.com/2018/05/de-que-color-es-la-piel-de-dios.html
Besote