Mi nombre es Níccolo da Conti y
tengo 72 años, seis meses, una semana y dos días para ser exactos. Mi muerte está próxima, lo se y hasta puedo sentirla con una mezcla de olores que van desde azufre a alcanfor, a veces incluso la escucho murmurarme con su boca desdentada y mal aliento, mientras que encapuchada hasta la nariz, en su mano derecha sostiene la hoz que emite traicioneros destellos a la luz de la Luna... he vivido una larga vida, lo sé, y por más que hoy mi cuerpo esté tieso y me duelan las articulaciones -y ese olor no me deje tranquilo- no
puedo quejarme: he tenido una vida que además de larga ha estado llena de fuertes emociones y grandes aventuras. Hoy, viudo y padre de dos hijos vivos y dos muertos junto con mi mujer víctimas de las fiebres tifoideas en ese año negro, dantesco, que no deseo por nada del mundo recordar, aquí sentado en la terraza de mi casa que da al mar,
cuya brisa me llega con aroma a mar y salitre y estudio el vuelo de gaviotas al tiempo que observo casi delineado sobre el horizonte a ese
insignificante velero que navega como si de una cáscara de nuez se tratara, en la anchura del agua que hoy amanece en calma, mi
mente da un respingo cual jinete encabritado y salta hacia atrás.... desovillando a trompicones los recuerdos, ¡ohhh! los dorados años de mi juventud, cuando tenía la fuerza de un toro para
echarme a explorar lejanos parajes en una embarcación en toda regla, señora de los mares y vencedora de tormentas (no como este ridículo juguete que da risa).
Una cosa lamento y es el no haber escrito ningún libro sobre mis viajes, por suerte tuve ocasión de relatar algunas de mis travesías a Don Pedro Tafur, un noble caballero español que me encontré cuando visitaba el Convento de Santa Catalina en el Sinaí, allá por 1437 creo, si la memoria no me juega una mala pasada. Este caballero me dijo que escribiría sobre mis encuentros con tanta rareza de vistas, gentes y animales a lo largo de mis viajes; tiempo tuvimos de sobra en esos 15 días en que carabaneamos juntos hacia El Cairo; recuerdo muy bien su cara de pasmarote al mirarme con expresión de entre regocijo y sorpresa. Otro que gustó mucho de escuchar mis aventuras -por la gran curiosidad que mostraba- cuando su Santidad el Papa estuvo en Florencia un par de años después de mi encuentro con el español, fue su secretario Don Giovanni Francesco Poggio Bracciolini. Poggio a secas para los amigos, recuerdo que me preguntaba mucho sobre los negocios en Oriente, supe después que escribió ¡en latín! (¡qué cultolofía, madre mía, yo las hubiera preferido en vernacular-populatis!) mis historias en un gran libro que tituló "Las vicisitudes de la Fortuna", un titulo que me causa gracia porque puso mis relatos detrás de tres partes en las que hablaba, me dijeron, del Imperio Romano y su caída y no se que más. Nunca entendí muy bien que venía yo a hacer ahí detrás. Bueno, no yo específicamente, más bien mis aventuras, que publicó en el apartado "La india redescubierta"; aventuras que me llevaron por Medio Oriente, Sumatra, los reinos de la India, Burma, Java, Borneo, China....Si mi compadre Marco Polo pudo años ha... ¿Por qué no iba a poder yo?
Una cosa lamento y es el no haber escrito ningún libro sobre mis viajes, por suerte tuve ocasión de relatar algunas de mis travesías a Don Pedro Tafur, un noble caballero español que me encontré cuando visitaba el Convento de Santa Catalina en el Sinaí, allá por 1437 creo, si la memoria no me juega una mala pasada. Este caballero me dijo que escribiría sobre mis encuentros con tanta rareza de vistas, gentes y animales a lo largo de mis viajes; tiempo tuvimos de sobra en esos 15 días en que carabaneamos juntos hacia El Cairo; recuerdo muy bien su cara de pasmarote al mirarme con expresión de entre regocijo y sorpresa. Otro que gustó mucho de escuchar mis aventuras -por la gran curiosidad que mostraba- cuando su Santidad el Papa estuvo en Florencia un par de años después de mi encuentro con el español, fue su secretario Don Giovanni Francesco Poggio Bracciolini. Poggio a secas para los amigos, recuerdo que me preguntaba mucho sobre los negocios en Oriente, supe después que escribió ¡en latín! (¡qué cultolofía, madre mía, yo las hubiera preferido en vernacular-populatis!) mis historias en un gran libro que tituló "Las vicisitudes de la Fortuna", un titulo que me causa gracia porque puso mis relatos detrás de tres partes en las que hablaba, me dijeron, del Imperio Romano y su caída y no se que más. Nunca entendí muy bien que venía yo a hacer ahí detrás. Bueno, no yo específicamente, más bien mis aventuras, que publicó en el apartado "La india redescubierta"; aventuras que me llevaron por Medio Oriente, Sumatra, los reinos de la India, Burma, Java, Borneo, China....Si mi compadre Marco Polo pudo años ha... ¿Por qué no iba a poder yo?
Sigue Mañana, ¡nos vemos entonces!
Adenda: La foto de la cabecera es de Myriam Goldenberg, mi editora del futuro y me dijo que tiene todos los derechos y reveses reservados.
Volveremos. Un abrazo mientras tanto
ReplyDeleteA ciertas edades, los recuerdos de lo vivido son tan importantes como la realidad presente misma. Y, en ocasiones, mucho más gratificantes.
ReplyDeleteUn abrazo, Myriam.
Hasta mañana pues... :)
ReplyDeleteBesos y salud
Que valoroses esos primeros grandes navegantes !
ReplyDeleteMuy interesante todo lo que traes Myriam. Mañana segunda parte.
ReplyDelete¡Hola Miryam!!!
ReplyDeleteQue rato más agradable he pasado leyéndote este simpático y estupendo relato.
La verdad es que los recuerdos, los bonitos eh, los tenemos presentes con frecuencia y, bueno, a veces digo que se podrían juntar con los que no gustan tanto y se escribiría un buen guión de película.
Pero ya tenemos, o yo tengo eh, bastante con las contrariedades del presente y, no es que todo sea negativo, pero tampoco está la cosa fácil.
Un abrazo, reina. Mi gratitud y estima.
Se muy -muy feliz.
El inicio engancha y nos lleva a terrenos conocidos en tu blog... Así que aquí volveremos a esperar la continuación, por supuesto.
ReplyDelete(Regreso a los blogs después de la pausa veraniega.)
Un beso, Myriam.
Los recuerdos...nos hacen volver a vivir...y nada quita ese toque de nostalgia...sean buenos o malos
ReplyDeleteBesote guapa