Ibiza (y4) El arte de la pintora argentino-ibicenca Cristina Ereñú y mi encuentro con ella.

Para finalizar esta serie de entradas que dediqué a la isla de Ibiza, Baleares,  España, y a mi paso por ella, con la guía experta de Merche Pallarés autora del blog Del sol y de sus lunas, les traigo hoy el arte de la pintora Cristina Ereñú, amiga de Merche, con quien compartí también momentos inolvidables y francamente deliciosos, que indefectiblemente perdurarán en mi recuerdo.

 Cristina nació, de hecho,  en Buenos Aires, Argentina, en 1958, pero de pequeña -por circunstancias familiares- se traslada  a Palma de Mallorca, Baleares.  Allí permanece hasta los dieciocho años, edad en la que marcha a Madrid con el fín de ampliar sus estudios (empieza la carrera de Derecho); más tarde establece su residencia en Ibiza.   En esta  maravillosa isla,  inicia  su vocación por la pintura  que al ser algo tardía "irrumpió en su vida con una fuerza inusitada preñada de madurez y coherencia", tal como lo señala I.G.C. . Desde entonces ha ido desarrollando su arte con un estilo muy propio y de una gran fuerza expresiva.

                                                                     Carnaval

                                                                   Abstracción

                                                                       Frutas

                                                                    Mar y peces

                                                                      Dragón

                                                                      Evolución

                                                                     Figura-mujer

                                                                    Pasa la vida

                                                                      Sirena


Para ver otras obras suyas dirigirse a su página que enlazo aquí. 


Y como colofón, me despido de todos Uds. con un poema de Cristina  Ereñú  

"Dormíamos las almas"

Dormíamos las almas

en el valle del silencio

el sueño profundo de la muerte.

Suspendidas en crisálidas flotantes,

envueltas en un sudario

de oscuridad luminosa.

Almas que, aletargadas,

dormíamos el sueño del olvido

en espera de convertirnos en hombres.

Mas cuando rompiéronse las crisálidas,

nos precipitamos al vacío

por el túnel del abismo,

cayendo al mundo de las apariencias,

siendo víctimas de nuestras propias ilusiones.

Y convertidos en granos de arena

formamos parte de la inmensidad

de un mismo desierto.

Teniendo que transitar

en el espacio de la materia

encadenadas a la densidad de ésta.

Viviendo en cuerpos de carne,

en disfraces de carne,

siempre a expensas

de labrarnos un destino.

Así pues

¡fructífera será la vida

del que siembra con amor!

Pues brotarán las alegrías como fresias

y como hidalgos caminantes,

apoyados en el báculo de nuestra fe,

nos haremos el camino de retorno.

Sin posibilidad de perdernos

en el mundo de las falsas ilusiones.