Wednesday, March 29, 2017

Altruismo en "A sangre y fuego" de Manuel Chaves Nogales (1897-1944)


En las horas más aciagas de la historia humana,  esas en que la locura se desata y clama sangre, esas en que el género humano pierde humanidad,  esas en que  creemos que todo está perdido y que  nos despeñamos inexorablemente hacia la destrucción total de nuestra especie, surgen siempre hombres y mujeres que marcan la diferencia, que  con su entrega desinteresada, con su afecto y atención, nos recuerdan  y marcan el camino hacia la salvación. Estos seres pertenecen a cualquier pueblo, nación, clase, religión y en mayor o menor medida y en silencio, traen luz al mundo; esas personas tienen una conducta altruista.

Y esto lo sabía Manuel Chaves Nogales  cuando en  "A Sangre y fuego" escribió el relato de  "La gesta de los caballistas". En él, Rafael, el hijo más pequeño del marqués -muy preocupado éste  por "dejar limpia de bandidos rojos la campiña del condado" según le prometiera al Gral Queipo- marca la diferencia.

Así pues, "el benjamín de la familia", ese "muchacho simpático y alegre al que tuteaban todos los viejos servidores de la casa",  en caracter y en ideología se va a oponer a los suyos; sobretodo a Juan Antonio, su hermano mayor y al mediano, Juan Manuel. Rafael reconoce que  es amigo de Julián, "el maestrito de Cramona", a quien conoció como estudiante;  "aquel muchacho comunista", según uno de los empleados del marqués.

Rafael  va con sus hermanos y el resto de los caballistas, según el mandato paterno, pero no tiene sed de sangre,  es más,  al llegar al pueblo se entristece: "Tiró de la rienda a su caballo y se apartó entristecido".  Y se hace preguntas: "¿Qué pasaría en aquel momento en el interior de aquellas humildes viviendas?" (...) "¿Sería verdad que tendrían que ahorcar a toda esa gente (...)?" Y se aparta, busca un lugar en dónde sentarse a solas con sus preocupaciones a fumarse un cigarrillo, y medita,  sintiendo  la soledad: "¡Qué soledad!, ¡Qué tristeza!" y llega  a la conclusión de que nunca había sentido  "tan netamente la sensación de vacío". Todo esto da cuenta del caracter sensible  y empático de Rafael.

Cuando Rafael tiene la oportunidad de matar "como un conejo"  a "un rojo" que   se escapaba el monte,  no lo mata  primero sin saber muy bien por qué, luego no lo hace sencillamente porque "no quiso". Y niega haberlo visto cuando los falangistas, que estaban ya cerca, lo interpelan, lo cual, veremos, le traerá problemas más adelante.

Rafael tiene un encuentro con Julián en el que ambos se enfrentan, puesto que pertenecen a distintos bandos,  y tratan de disuadir el uno al otro para que se rinda, pero a pesar de las mutuas amenazas, Julián sabe que Rafael no será capaz de cumplirlas y así se lo manifiesta: "Tú no harás eso, Rafael. No tienes corazón para hacer esa infamia". Por su parte Rafael a firma a Julián que él tampoco es capaz de cumplir  sus amenazas:  "Ni tú volarás la casa con dinamita, Julián". 

Rafael no duda en oponerse a la propuesta del empleado del marqués,  Lunanco, que quiere usar a las mujeres de cebo:  "(...) Primero abro las puertas a esa canalla roja para que nos degüelle". Pero  Juan Manuel,  que secunda la propuesta de Lunanco,  amenaza a su hermano:  "Y yo, como lo intentes siquiera, te descerrajo un tiro".

Al igual que Rafael, Julián se oponía a la propuesta de los mineros "de volar el edificio metiendo los cartuchos de dinamita bajo los sillares de piedra de los cimientos"  porque adentro estaban las mujeres y los niños.

Rafael quiere prevenir a las mujeres, "nuestro deber es prevenirlas" pero Lunanco, en complicidad con Juan Manuel, las encierra con candado.  Rafael muestra un comportamiento humano, muy al contrario del que muestran   su hermano y el empleado, que no vacilan en asesinar a mujeres y niños. 

Durante la cacería "como conejos"  de rojos por parte de la gesta de los caballistas,  Rafael vuelve a apartarse de los suyos "con una amargura y una tristeza inefables"
 
Rafael y Julián se encuentran por segunda vez,  enfrentados:  Julián: "¡Déjame paso a te mato"  Rafael: " Vete. No creerás que soy capaz de delatarte".

Pero ambos Rafael y Julián son detenidos por la Falange, que creía que Rafael también era un rojo y son llevados a la Cárcel de Sevilla.  Cuando  el nombre de Julián es llamado en la lista de los que iban a ser ejecutados, se levanta Rafael  y acercándose al él, le da un abrazo: "Se abrazaron silenciosos, pecho contra pecho, sintieron como latían a compás sus corazones, Fue un instante no más. Para ambos valió más que la propia vida entera" 

 _ Adiós , Julián.
 _ Salud, Rafael.

 El uno partía  a la muerte, el otro partiría al exilio en Inglaterra. Ni el uno ni el otro, perdieron su humanidad.  Puede que se trate sólo de una gota  de humanidad en un mar de crueldad  e ignominia, pero es una gota que puede expandirse si cuando la  maldad se desata, uno  no se deja arrastrar por la corriente y se detiene a pensar,  y toma una actitud diferente manifestando  una conducta altruista en la que reconoce al otro como ser humano, siente por él, se compadece, ayuda,  e incluso, es capaz de ponerse en  riesgo por él. 


 
Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda desde su blog: La Acequia   © Myriam Goldenberg



13 comments:

Cayetano said...

Maldita guerra civil que tanto daño hizo entre vecinos, amigos, familias...
Nunca hay que olvidar para no caer en los mismos errores.
Un abrazo, Myriam.

Ester said...

Sobre la guerra, esta, he leído mucho, pero aun tienen que pasar unos años para que llegue alguien y escriba sin dolor. Abrazos

María Pilar said...

Qué bellísimo relato, Myriam. Se lee con emoción contenida y se comparte, como no podía se menos, ese final: todo un canto a la dignidad humana.
Besos :)

Mari-Pi-R said...

He ido a buscarlo y ya lo tengo en mi reserva de libros para leer.
Me ha interesado tu entrada con la referencia de este libro.
Un abrazo.

Genín said...

Que triste...
Tanto por el pasado como por el presente, que evidencia lo flaca que es la memoria... :(
Besos y salud

Javier Rodríguez Albuquerque said...

Girones de piel, retales de historias personales, maldiciones que se repiten... La vida misma.
Musurik handiena :-)

Colotordoc said...

Me ha abierto un huequito en el corazón...Una historia qe parece estamos condenados a repetirla...

Besote guapa

Rafa Hernández said...

Todas las guerras son desastrosas, pero en las guerras civiles y las revoluciones se comentan auténticas locuras, y lo peor si cabe, es que después de muchos años, siguen habiendo rencillas por parte de ambos bandos. Siempre ha sucedido así, a lo largo de la historia. Vencedores y vencidos, ni quieren olvidar, ni pasar página.

Besos Myriam.

Ele Bergón said...

En este libro de Chaves Nogales, hay pocos momentos de humanidad, al menos en los cuatro relatos que yo he leído, porque no he podido seguir y uno de ellos es este que relatas en tu entrada, el otro es el encuentro del padre y el hijo en !Masacre, masacre! cuando el padre sabe que va a morir. Quizás sea por eso que no he podido seguir con los relatos, su falta de humanidad. Sé que así es la guerra, pero creo que en la guerra las personas no dejan de ser humanas de la noche a la mañana. Esperaré a " mi tiempo" para poder leer estos relatos, parece que ahora no lo es.



Besos

La seña Carmen said...

Hay muchos casos en la memoria de las gentes en las que se han perdonado vidas, en las que no ha habido delaciones, incluso arriesgando la propia vida.

El que se recuerden estas historias positivas, el que se tenga esta memoria selectiva, es un síntoma de que todavía somos humanos, pero quizá la desmemoria tenga su peligro.

Pedro Ojeda Escudero said...

Me gusta mucho que te hayas fijado en esta historia. No puedo estar más de acuerdo contigo en el sentido humanizador que tiene. Y hay que contar, además, que lo escribe alguien que está en el lado contrario que Rafael pero se siente igualado a él precisamente por eso, por la humanidad y el hallarse fuera de lugar en tanta violencia.
Besos y perdona por el olvido de esta entrada. Lo corrijo ahora mismo.

Abejita de la Vega said...

Si las guerras no acaban con la humanidad es por la solidaridad de los que la parecen. Es un acierto el relato de Rafael y de Julián. Y no menos certero es tu comentario. Besos.

Abejita de la Vega said...

padecen